domingo, 29 de noviembre de 2009
DESIERTO A POBLAR
“Jaén, levántate, brava,
“sobre tus piedras lunares
“no vayas a ser esclava
“con todos tus olivares”
Miguel Hernández
En estos días, cuando el 10 de diciembre se nos viene encima, tanto a nosotros cuanto a los Kirchner, es necesario detenernos a reflexionar un poco sobre el futuro.
Todos, incluidos los analistas de opinión de todos los signos, sabemos que, en la medida en que, desde estos niveles de desaprobación en que se encuentran don Néstor y doña Cristina resulta imposible regresar, ningún miembro de la pareja imperial podrá volver a ganar una elección presidencial.
Para evitar la pérdida de poder que, necesariamente, conllevará la cárcel o el exilio para los Kirchner, el tirano de Olivos está dispuesto –y lo demuestra diariamente- a llegar a cualquier extremo, se trate de amordazar a la prensa, estrangular a los diarios, comprar diputados y gobernadores, saquear a las provincias y a cuanta caja queda con vida, copar la calle y monopolizar los micrófonos, y cuanto pueda uno imaginar.
Siguiendo la máxima peronista que reza “el que avisa no es traidor”, don Néstor nos viene notificando, desde los días previos a la ya lejana derrota del 28 de junio, que dejará a la Argentina ante un dilema: “el caos o yo”. Sin embargo, para mantener férreamente las riendas en sus manos, hoy ha cambiado la fórmula, transformándola en “el caos y yo”.
Como venimos sosteniendo desde hace algunas semanas, Kirchner, viéndose perdido, lanzará un autogolpe, enmascarado bajo un caos social que agobia a la ciudadanía, para imponerse frente a un Congreso díscolo. Y si ello implicara la necesidad de disolverlo, lo hará sin hesitar.
He dicho, en notas pasadas, que lo único que nos salvaba de transformarnos en una república bolivariana eran las tres diferencias que separaban a nuestro pingüino del papagayo caribeño: la falta de apoyo popular (hoy Chávez lo está perdiendo); la falta de apoyo del Ejército y la falta de los petrodólares de PdVSA.
Al apoyo popular Kirchner lo está reemplazando por la ocupación de la calle por las hordas de D’Elía y Pérsico, que le son afines, y por la cooptación de las barras bravas de más de 50 equipos de fútbol, a las cuales se les ha prometido viajar -a costa del Estado, claro- al Mundial de Sudáfrica, a cambio del apoyo físico a las intenciones del tirano. En algunos círculos, cunden versiones que dicen de la captación de cuadros subalternos del Ejército y de la Policía, mediante el otorgamiento de prebendas dinerarias secretas.
A la falta de explícito respaldo castrense, don Néstor lo está reemplazando con lo que mejor maneja: la caja. Así, los sueldos de los militares en actividad ahora más que triplican a lo que ganan sus colegas retirados, asegurándose con ello una disciplina que, en el caso de los comandantes de las fuerzas, raya en el servilismo y la obsecuencia. Además, y a fuerza de mantener bajos los salarios durante los primeros años del kirchnerato y de asfixiar los presupuestos de las Fuerzas Armadas, ha conseguido que ingresen a éstas aquellos que sólo buscan un empleo rentado, por necesidad, y no quienes tienen vocación por la defensa militar.
Y, como dije más arriba, a la falta de petrodólares y de crédito internacional, las está supliendo con el rascado final a los fondos de todas las latas disponibles, sean éstas de los jubilados, de los bancos, de las provincias o de los ahorristas privados.
Frente a este desolador panorama que plantea el kirchnerismo a la sociedad, los opositores parecen haber dejado de lado sus diferencias, al menos por ahora, para constituir una oposición vertebrada para impedir que el Congreso continúe siendo el reino del revés que ha sido desde 2003.
Esa posición podría llevar a que, a partir del 10 de diciembre –por un garrafal error del propio Gobierno en el decreto que prolongó las sesiones ordinarias hasta ese día, inclusive- el Parlamento pueda comenzar a trabajar sobre las leyes más conflictivas que don Néstor obtuvo y que constituyen la base de su maquinaria de poder: las del Consejo de la Magistratura, la de coparticipación de impuestos, la Ley de Medios y la Ley de Reforma Política que, casi con seguridad, será sancionada esta semana.
El jefe de la bancada del Frente para la ¿Victoria? en Diputados, Agustín “Cara-de-Piedra” Rossi, ha anunciado ya que el Ejecutivo vetará todas y cada una de las leyes que el Congreso sancione sin el aval oficialista, invocando la justificación de la remanida gobernabilidad. Y ha dicho, sin que se le moviera un solo músculo, que el Gobierno nunca había impuesto sus decisiones, sino que había obtenido consensos.
Con esas expresiones, el santafecino no ha hecho más que ratificar la teoría del autogolpe pues ¿qué mejor traducción tiene esa palabra sino la que implica el desconocimiento de las facultades de los otros poderes del Estado?
Por eso es imprescindible que nos reunamos todos en la Plaza del Congreso el 10 de diciembre, a las 19:00 horas, después de acompañar al campo en su propio acto en el Rosedal, para lanzar un S.O.S. ciudadano a los legisladores, reclamando Seguridad, Orden y Solidaridad, sin banderías de ningún tipo, en nombre de la República y de la libertad, para festejar el triunfo del 28 de junio y respaldar a nuestros representantes, y para gritar un gigantesco ¡basta! a las políticas que el kirchnerismo pretende seguir imponiendo pese a la derrota.
Pero, volviendo al título de esta nota, empecemos a pensar que hay después de Kirchner, después de la tierra arrasada en que convertirá a la Argentina, después de la consolidación de un poder económico inédito, después del aislamiento y el descrédito internacionales, después de la destrucción metódica de todas las instituciones y de los organismos de control.
En la Roma republicana existía una institución, la Dictadura, que implicaba la designación, por el voto ciudadano, de un funcionario al que se otorgaba la suma del poder público en épocas de crisis gravísimas, pero por un período determinado. Eso hoy, gracias a Dios, resulta imposible de replicar en la Argentina contemporánea.
Baste para justificar ese agradecimiento una frase que escuché hace muy poco: “¡Qué buenos gobernantes serían los Kirchner si fueran buenas personas!” . Porque, ¿quién podría garantizarnos, con las experiencias de todo tipo que hemos tenido, que un dictador lo fuera?
Entonces, para que Argentina pueda volver al camino del desarrollo y de su reinserción global, resulta imprescindible que los opositores al modelo K actúen de modo que sus conductas trasciendan el mero acuerdo para quitarle los resortes de poder al tirano de pacotilla que hoy gobierna desde la quinta de Olivos.
Los diferentes partidos políticos deben comenzar a trabajar en los puntos de coincidencia que cada uno de ellos tiene con las demás fuerzas, para ponerse de acuerdo en qué hay que hacer para sacarnos de este pantano en el que todos –todos- nos hemos metido.
Para que esta realidad que hoy tanto nos aflige existiera, todos los ciudadanos hemos trabajado, muy eficientemente por cierto:
* los empresarios, con su silencio cómplice y cobarde, retribuido con prebendas de todo tipo o bajo la -¿terrible o ridícula?- amenaza de recibir la visita de la AFIP;
* los políticos, con sus sucesivos cambios de opinión y camiseta, comprados por la billetera kirchnerista o bajo la amenaza de exponer sus flaquezas pasadas;
* los gobernadores, que han preferido sacrificar el futuro federal del país a cambio de la tranquilidad presente que brinda la caja unitaria;
* los jueces, que han permitido el avance del Ejecutivo sobre los demás poderes y que han permitido la impunidad de la corrupción oficial, a cambio de ascensos y buenos sueldos o bajo la amenaza de despidos y de carpetazos; y
* hasta los ciudadanos de a pie, que todos los días hacemos caso omiso de cuanta ley nos hemos dado para permitir la convivencia en sociedad, por comodidad y egoísmo individualista o porque la corrupción no tiene castigo ni reproche, y porque no reaccionamos frente a los permanentes abusos y excesos del poder ni ante el deterioro de nuestras libertades y nuestras costumbres.
No creo en la frase de Duhalde, quien dijo que ”la Argentina es un país condenado al éxito”, pero sí lo hago en la capacidad de nuestra sociedad de reconducir su destino.
Si consiguiéramos dar al mundo la certeza de que la seguridad jurídica impera en nuestra tierra, que se respetan las libertades individuales, que se cuenta con instituciones fuertes y sanas, que se castiga eficientemente la corrupción, que nuestros contratos son respetados, que nuestras estadísticas son creíbles, que nuestras políticas públicas están dirigidas a terminar con la pobreza y la marginalidad, a incentivar la educación, a proteger las inversiones y a fomentar las exportaciones, tendríamos que empezar a fabricar defensas ante la invasión de capitales externos, de propios y extraños, que el país recibiría.
Si, en cambio, no logramos nada de eso, Argentina continuará desaparecida de todos los mapas mundiales, se agravará el desprestigio y el ridículo internacional en el que hemos caído, y llegaremos al final de una historia que hubiera debido tener mejor destino.
Los argentinos debemos elegir, aquí y ahora, si queremos ser libres o si seguiremos siendo esclavos de nuestros mezquinos intereses personales, y estamos dispuestos a ceder nuestra libertad para protegerlos.
Enfrente, tenemos el desierto que dejará Kirchner. ¡Salgamos a poblarlo de República y de libertad!.
Bs.As., 29 Nov 09
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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