sábado, 28 de noviembre de 2009
DIKTADURA
perfil - 28-Nov-09 - Columnistas
CONTROL K
¿Estamos viviendo bajo una dictadura?
por Quintín
Hace unos meses, durante una entrevista para PERFIL, Guillermo O'Donnell hizo esta declaración estremecedora: "En esta Argentina nuestra, el riesgo de que la democracia muera lentamente es muy fuerte. Un día uno se despierta y se da cuenta de que la democracia ya no está." Es cierto que un día uno se despierta y se da cuenta de que se quedó pelado o de que perdió interés en su trabajo, aunque esos procesos hayan durado mucho más que la noche anterior. Pero no estoy seguro de que con la democracia ocurra lo mismo; es decir, de que la certeza inequívoca de desaparición sea tan contundente y, mucho menos, aceptada por todos. Después de todo, ningún dictador moderno se describió a sí mismo con esa palabra y hay demasiadas voces dispuestas a sostener el carácter democrático de regímenes abiertamente totalitarios como para creer ingenuamente que ese despertar pesadillesco al que se refiere O'Donnell será compartido por todos.
Pero hay una duda aun más acuciante. ¿No será que ese día ya llegó? ¿No es posible que la Argentina esté viviendo bajo una dictadura sin que todavía nos hayamos dado cuenta cabalmente? ¿No estaremos como al calvo que aún no se miró al espejo con suficiente atención? Para abonar esta sospecha hacen falta, en verdad, unos pocos argumentos, apenas una serie de preguntas. ¿En qué país democrático un gobernador electo por la oposición se pasa al partido de gobierno antes de asumir? ¿En qué país democrático los jueces dependen de un consejo controlado por el Ejecutivo que prefiere mantener en su lugar a los magistrados más impresentables para condicionar así sus fallos? ¿En qué país democrático los mecanismos de control de las acciones del gobierno están completamente desactivados? ¿En qué país democrático un funcionario trampea por años las estadísticas públicas al mismo tiempo que fija los precios de los bienes y servicios a su arbitrio, interviene en las empresas privadas y amenaza de muerte (incluso en público) a los funcionarios que se le resisten? ¿En qué país democrático las derrotas parlamentarias o electorales del gobierno son irrelevantes a la hora de evitar que este imponga sus decisiones en todos los terrenos?
El otro día hablaba con un kirchnerista que me exponía las dos objeciones básicas a mi teoría. Una es que, después de todo, es muy probable que los Kirchner pierdan el gobierno en las elecciones del 2011. Por supuesto, una gran mayoría de los argentinos desea que eso ocurra, pero cada día está más claro que perder el poder no está en los planes de los Kirchner y que, hasta ahora, vienen logrando su objetivo a pesar de las escasas simpatías que despiertan. Nadie sabe qué consecuencias tendrá la reforma electoral que impulsan, ni si los candidatos opositores serán impugnados, procesados o víctimas de cualquier artilugio disponible, del tipo de los que hoy utiliza el Gobierno para apoderarse de Papel Prensa. Desde ya, no pocos kirchneristas tienen diferencias con sus jefes y piensan secretamente que no estaría tan mal dejar el poder. A los que andan por la calle les resulta difícil no reconocer el malhumor colectivo hacia el matrimonio presidencial y, por otra parte, empiezan a advertir que el único lugar posible en el dispositivo oficial será cada vez más claramente el de la obediencia ciega. Desde allí se aferran al último argumento disponible frente a la evidencia del avasallamiento progresivo de las instituciones y la evolución hacia un sistema no sólo cada día menos republicano, sino más plagado de incompetencia, corrupción e injusticia. Dicen los kirchneristas que nadie puede decir que vivimos en una dictadura, dado que no hay presos políticos, muertos por la represión ni casos de censura lo suficientemente flagrantes como para inclinar la balanza en ese aspecto. Efectivamente, allí tienen un punto. Pero entonces se llega al meollo de esta discusión: si los Kirchner están crecientemente dispuestos a domesticar a la prensa y a pasar por encima a la división de poderes, el federalismo y los controles institucionales, ¿qué es lo que va a impedir que en algún momento avancen también contra las libertades personales y que este artículo, para poner un ejemplo, se convierta en delito?
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