sábado, 17 de julio de 2010
CONFUSIÓN DE SEXOS
Confusión de sexos: ¿“Ser mujer es igual a ser hombre, ser hombre es igual a ser mujer”?
Nos hemos ido enterando con decreciente sorpresa que lo normal es igual a lo anormal, que ser mujer es igual a ser hombre, que ser enfermo es ser sano, que ser un corrupto exitoso es ser un destacado protagonista social.
Por Nélida Rebollo de Montes
Evocación de una entrevista con el Dr. Federico Roca, médico psiquiatra, fallecido. Aquí sus palabras: “Quien no discrimina, no piensa; y, por lo tanto, no es libre, es sólo un esclavo de su ignorancia y de quien lo manipule”. En vez de congresos y planes para la “no discriminación”, ¿no sería mejor promover planes de dignidad humana?
Hace unos años tuve ocasión de entrevistar al médico psiquiatra Federico A. Roca quien poseía un bien logrado prestigio. La fascinación que produjo sus reflexiones, aclaraciones e interpretación de la conducta y su conocimiento del alma humana le generaba su lucidez pero también la sencillez en el decir, sin faltar a la verdad. Reconocí en él la cualidad de ser siempre preciso y claro.
Sus conceptos en entrevistas periodísticas y en escritos individuales permiten redescubrir la actualización que tienen sus expresiones y razonamientos. Por ejemplo: él no creía lo que se dice de la homosexualidad y otras denominaciones sobre este tema.
Entre sus opiniones, cito la siguiente: “Hay muchas cosas negativas que hemos importado del primer mundo en el cual que figura una especie de virus desorganizador del lenguaje que se pone especialmente de manifiesto, como el término “discriminación”. Luego agregaba: “Discriminación en nuestro idioma significa o alude al proceso de separar lo distinto, de distinguir. Distinguir, por supuesto, en base a lo diferente. Saber distinguir –afirmaba- es sinónimo de saber pensar, de tener capacidad para elegir entre diversidades, y de poder, por lo tanto, asumir la responsabilidad que emergen de esas elecciones. No discriminar es simplemente, no pensar”.
“Hemos comprado la palabra “apartheid” del inglés sudafricano que significa uno de los peores delitos del hombre como es el de quitarle la dignidad a otros semejantes, basándose en razones tan aleatorias como el color de la piel”.
“Comparando la palabra apartheid –agregaba- le hemos cambiado la etiqueta y le hemos puesto “discriminación”. Entonces; discriminación viene siendo sinónimo de apartheid. Con toda lógica, nosotros, argentinos hispanoparlantes, amplios de criterio, de brazos abiertos a todas las comunidades del mundo, hemos sentido que era nuestro deber abjurar entonces de toda discriminación por considerarla odiosa”.
“Desde niño me enseñaron que la lengua castellana es una de las más ricas en sinónimos y en matices expresivos. Entonces me pregunto: ¿Por qué no se prefirió traducir apartheid (apartamiento o separación) por alguno de estos términos, a saber: segregación, marginamiento, descalificación, menosprecio, desvalorización, aislamiento? Esto no sucedió”.
Por otras vías, además, nos hemos ido enterando con decreciente sorpresa que lo normal es igual a lo anormal, que ser mujer es igual a ser hombre, que ser enfermo es ser sano, que ser un corrupto exitoso es ser un destacado protagonista social. Quizás por eso le preocupaba la multiplicación de los defensores organizados de la droga libre; como de las asociaciones que promueven la homosexualidad; que se incluya en la prensa páginas enteras en los diarios que publicitan la prostitución con sus modalidades, precios y facilidades de pagos; manosantas auspiciados por empresas de turismo etc., etc.
¿Por qué razón no habíamos de aceptar lo que otros países del mundo aceptan? Sin embargo, existe una razón fundamental para oponernos a esa injusta nivelación. Es nada menos, que el deseo de seguir siendo hombres y mujeres libres y, no como creen algunos que quien discrimina no piensa, y por lo tanto no es libre, es sólo un esclavo, primero de su ignorancia y luego de cualquiera que posea los resortes para manipularlos. Así se cerraría la peor paradoja en que los hombres podrían llegar a caer, y es la de ser esclavos de los esclavos. Porque no importa quién domine a quien ya que el hombre que es capaz de esclavizar a sus semejantes, no es otra cosa, en el fondo, que un esclavo de sus propios miedos internos. Son precisamente, los atormentados, los que atormentan; los aterrorizados, los que se imponen por el miedo; los que no tienen esperanza, los que desalientan a los demás y les bloquean los caminos. Cualquier psicólogo con un mínimo de experiencia sabe esto. Entonces uno piensa que en vez de congresos y planes para la “no discriminación”, ¿no sería mejor promover planes de dignidad humana?
Evoco estas reflexiones de un psiquiatra, estudioso profundo y con sentido común a quien entrevisté hasta poco antes de su fallecimiento y tuve el privilegio de conversar prolongadamente con él, cautivada por su sabiduría. Esta evocación da estímulo para que uno haga otras reflexiones: Cuando una generación recibe el legado espiritual de las generaciones del pasado, la cultura, lo ayuda y lo afianza.
De ahí que revivir la cultura de quien quiere decir, y hacer con ella lo que el hijo hace con la vida recibida en germen que se trasmutaron de sus antepasados, aprende a vivirla con su propia identidad. Vivirla en este sentido significa llegar a ser la síntesis que está incluida en cada uno, convirtiéndola en una suma de lo pasado y lo presente que se proyecta espiritualmente a lo que está por venir. La cultura es también llegar a ser y un elaborar a la manera de los años que necesitaba un árbol para dar una flor y para que esa flor cuaje en fruto.
Frente al desenfreno radicalmente desinformado de faranduleros, bailanteros y algunos locuaces televisivos usados por ideologías degradantes infiltran groseros y gratuitos agravios a la decencia, pretendiendo también rebajar a las personas moderadas con descalificaciones contra todo lo que es lícito, respetable, sensato y prudente. Igualmente los que se dicen progresistas creen que la ley debe prescribir cualquier desatino; o bien, que la vida debe considerarse como sujeto de acciones preconcebidas y organizadas al gusto de cada uno, sin medir consecuencias.
Filosóficamente el hombre es un ser que tiene conciencia de sí mismo; de sus relaciones con sus congéneres y con el mundo en que vive así como de sus actos a los que atribuye trascendencia humana.
La idealidad se inicia cuando el propio ser y la trascendencia de sus actos, determinan el contenido y el valor de su vida, cuando el hombre se sitúa ante sí y se dice: “Yo soy un ser vivo, un animal con razonamiento, pero estos atributos son los que tengo de común con infinidad de otros seres naturales que nada saben de sí, en primer lugar, porque son incapaces de pensarse a sí mismos, diciéndose: “Yo me pienso y me sé mejor o peor; más por mal que me conozca, solamente porque me conozco y me pienso, soy infinitamente superior a esa infinidad de esclavos que se dejan manipular en abierta confusión de sexos”.
El resultado de esta reflexión es el concepto ideal del hombre, determinado por el deber ser y no por el ser meramente para no hundirse o quedarse más abajo, llenándose de complejos, dudas y desviaciones que los llevan a dudar y a preguntarse: ¿Soy hombre o mujer? Quedarse sin saber quién es uno, es pura regresión. De ahí que haya que desarrollarse en la especie a través de un proceso de evolución biológica, intelectual y humana en la que se perciba las tres ideas platónicas que son las que crean en el espíritu una esencia propia de varón, como la esencia propia de la que es mujer con el concepto más elevado de sí mismo.
Con educación podemos realizar en cada hombre y en cada mujer, el ser humano capaz de reproducir la vida como portadores de valores supremos de la humanidad.
El concepto ideal del hombre ha llegado, a tal alerta, que la educación puede llevarlo a un destino superior. Sin embargo, abundan los detractores que declaran vana tal idealidad.
Ningún ser humano es tan degradado que no quiera superar su indecisión biológica. La educación y la perseverancia son una preparación para esta lucha permanente. Sus límites son reflejo de los límites de la naturaleza humana y dan fuerza y magnitud a las potencias realizadoras. Hay límites reales en relación con las desiguales posibilidades humanas pero el desafío vale la pena cuando prevalece la categoría humana, incluyendo los valores; reconociendo en quien los posee y los adopta como norma práctica con inteligencia normal y equilibrada.
Ahora bien, los que han favorecido que el Estado habilite el matrimonio entre parejas del mismo sexo como supuesta reparación a la “injusticia” de una mal llamada discriminación, queremos creer que lo han hecho pensando en una forma de reivindicación social y no como una improvisación política imperdonable sin haber medido las consecuencias de los calculadores, más interesados, en su ubicación política partidaria que en la verdad. Si esto último es así: “Que Dios y la Patria se lo demanden”, como se dice en el juramento de hechos trascendentes.
Bochorno e indignación
Tras la culminación del debate en el Senado, Miguel Ángel Pichetto, senador y presidente del Bloque oficialista demostró desconocer la responsabilidad que comporta el cargo de senador de la República. El nombrado en actitud hiperhistérica habló desordenadamente, burlando el respeto al Cuerpo, en cuyo seno, vertió agravios groseros y ataques a la Iglesia Católica, sus dignatarios y fieles. Estos últimos fueron objeto de maltrato por grupos de choques contratados cada vez que alguien piensa diferente al oficialismo. No permiten el respeto a las convicciones de los demás ni respetan la mesura de sus manifestaciones. La Iglesia Católica fue blanco de ataques injustos pero bien calculados.
Hay que reconocer, una vez más, que colmó la tolerancia, la sorpresiva y vil agresión del kirchnerista Miguel Ángel Pichetto contra la senadora Lilian Negre de Alonso quien cumplió una importantísima labor informativa sobre el tema: matrimonio de parejas del mismo sexo, recorriendo las provincias de nuestro país, de lo que dio testimonio con la presentación de varias carpetas cuyo contenido ratificaba el fiel cumplimiento de la misión, más un video ilustrativo de su gestión que puso a disposición de sus colegas del Senado.
La Senadora Lilian Negre de Alonso demostró con su exposición viva y sencilla, un espíritu cultivado. Reprochó, además, a José Pampurro, presidente provisional del Cuerpo, la impugnación, sin motivo, del dictamen de mayoría sobre la unión civil de homosexuales.
El hecho de haber ejercido la senadora nombrada un ascendiente sensible en el Senado, despertó la ira de Pichetto, haciéndola objeto de insultos, entre ellos, “mentirosa”, “nazi” y otros epítetos falaces. Molesto, tal vez, porque la senadora era contraria al “matrimonio igualitario” sin ejercer ningún tipo de condena ni ofensa pero sí un análisis enriquecedor sobre las consecuencias.
Demostró Pichetto, una vez más, ser mediocre y no tener límites en la ofensa intempestiva, plagada de una catarata de agravios, que no obtuvo en los otros senadores ningún sentimiento de aprobación. Esto es lo que hay en nuestro sufrido y desprestigiado país.
Nélida Rebollo de Montes, Profesora y periodista, distinguida con el Premio Benefactora de la Cultura. Ingresó en la Academia Provincial de la Historia con el trabajo titulado “Mujeres de mayo y prácticas electorales de 1816”. Con el voto unánime ingresó a la Sociedad Argentina de Escritores, institución que la distinguió con la “Pluma de Oro”, con la “Faja de Honor” y el “Gran Premio de Honor”. Autora del libro “Nuestro Tiempo y Nuestras Razones”, que incluye artículos de su profesión periodística, afrontando la difícil tarea del comentario instantáneo sobre los acontecimientos que se suceden diariamente. La gente valora en ellos el estudio relevante sobre el presente. El libro figura en las Universidades de Yale, de Columbia y en el catálogo online de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos de Norteamérica.
Su Ensayo “Rosalía de Castro. Antonio de la Torre : dos testimonios de la pasión poética” fue incluido en la Biblioteca de la Universidad de Santiago de Compostela de España, en la Biblioteca Pública de Nueva York y en la Universidad Stony Brook de Nueva York de Estados Unidos de Norteamérica. Fue galardonada, en 1986, con el premio internacional “Honoris Causa”, otorgado por la Acción Católica Argentina con sede en Los Ángeles, Estados Unidos de Norteamérica. En el mismo año, la Comisión Interamericana de Mujeres de la Organización de Estados Americanos (OEA) la premió en el año internacional de la Paz. Fue elegida, en 1990, “Ciudadana Ilustre” de la Municipalidad de la Capital de San Juan y condecorada, en 1994, por el Diario la Razón. El Centro de Artistas Plásticos de San Juan la consagró, en el mismo año, “Benefactora del Arte”. Tres veces premiada, en 1997, 2001 y 2005, por ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas de la Argentina) y, en 1990, con el “Santa Clara de Asís”.
La Dra. Rebecca Ann Bill de la Universidad de Stanford de California, Estados Unidos, contratada por FORES (Foro de Estudios sobre la Administración de Justicia de la República Argentina) consultó como fuente de de información un artículo periodístico de la Profesora Nélida Rebollo de Montes (argentina) titulado “La Suprema Corte de Justicia en la Presidencia de Mitre” y un libro del Dr. Harold J. Berman (estadounidense) de la Universidad de Cambridge y profesor emérito de la Universidad de Harvard. De ambos autores la Dra. Bill utilizó datos para su obra de investigación “Medición de la autonomía judicial. Juzgado Federal de primera instancia en lo penal de la República Argentina".
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