domingo, 4 de julio de 2010

LA YERRA


USTED…¿ALGUNA VEZ PARTICIPÓ DE UNA “YERRA”?.

En principio, le recuerdo que La Yerra, consiste en marcar al ganado y castrar a los terneros. Hay dos formas de marcado; haciéndole un corte en una u otra oreja, o dejándole una señal a fuego sobre el anca izquierda o mandíbula. Pero en realidad, la cosa es mucho más entretenida para el hombre, y obviamente más cruenta para el animal. Hace como una treintena de años, tuve oportunidad de ver y participar de una. Así como lo lee…participar. En un espacio no menor a los doscientos metros cuadrados, se largaban los animalitos de a uno. Si tenían cuernitos y bolas, estaban jodidos; aparecía un gaucho que les corría, les hacía un “tackle” al mejor estilo PUMA previo haberles tomado de la cabeza o cuernos; el animal caía, y el gaucho, con una habilidad asombrosa, sacaba un facón con el que procedía a cortarle parte de los cuernos y ambos huevos, que prestamente arrojaba sobre una parrilla que les aguardaba, ya con otros huevos en cocción. Recuerdo que a éstos animalitos, desde los cuernos trepanados, les salía un fino o no tan fino chorro de sangre, a modo de ”regadera”. En la misma operación, aparecía un gaucho más, provisto de un largo señalero incandescente, que aplicaba sin piedad sobre el anca del inocente caído e indefenso animal. Luego se les pasaba por una “manga” donde se les vacunaba contra la aftosa, liberándoles hasta que pasara el “mionca” de los Moyano que les trasladaría a su destino final. Entusiasmado por la destreza de los gauchos y lo sabrosas de las criadillas -léase huevos del animal-, no quise ser menos, y me manifesté dispuesto “a voltearme un torito” a la vista de los presentes; ¡todo un atrevimiento para entonces!. No hice caso a las advertencias y me lancé al ruedo. Para no extenderme demasiado, le cuento que solo faltó que apareciera otro torito y me marcara el culo a mí. Le confieso no tener la menor idea de cómo se lleva a cabo hoy ese menester, de modo que si no es como le relato, asesórese antes de mandarme a la mierda por mentiroso. Y quizá sea buen momento para asegurarle que cuando escribo, trato, matices al margen, de ajustarme estrictamente a la realidad, lo que de ninguna manera me confiere la condición de “dueño de la verdad”. ¡Me dice que jamás participó de una Yerra, pero que a través del relato, “sintió como que la estaba viviendo”. Le agradezco el halago, y por sobre todo, el haberme anoticiado que todavía Ud. está vivo.

Por qué le traje a cuento lo de la yerra, no lo sé exactamente; quizá porque tenga la sensación de que tanto Ud. como yo, nos hemos convertido en “ese torito” al que impiadosamente le cortaron los huevos. ¡Y no le hablo de los cuernos, por razones más que obvias!. ¿Ud. tenía cuernos?; ¿supone que todavía está en edad de “merecer”?. ¡Tiene razón!; esto es apuntar a “otra cosa” que no viene a cuento, o sí viene a cuento, pero no viene “al caso”. ¡Finalmente, los cuernos le caben al más mentado en cambio la castración, solo al que sabe que de todas maneras, su destino final será El Matadero. ¿Me entiende esta vez?.

Ricardo Jorge Pareja

parejaricardo@hotmail.com

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