miércoles, 2 de noviembre de 2016
SEMBLANZA DÍA DE LOS MUERTOS
Luis Illuminati
Texto del mensaje
Llegó bramando el viento y se fue calladito la boca
Amigos:
El día jueves 28 de octubre me avisan que el 2 de noviembre se oficiaría una Misa en la Capilla del Panteón de la Mutualidad de Oficiales de las FF.AA., en conmemoración de todos los muertos y confirmé mi asistencia telefónicamente. El domingo 31 fui a Saldán a visitar la casa vacía donde viviera Tideo Adolfo Lazo, quien fuera como un hermano de mi padre. Me acompañó una de sus hijas (María Silvia) quien tenía que retirar un objeto con hondo valor sentimental. Gracias a Lazo en 1974 tuve mi primer trabajo en la planta Santa Isabel de Renault. Me embargó una profunda emoción, una especie de congoja inexplicable. Siempre digo que mis primeras raíces comenzaron en Saldán, ya que es el pueblo natal de mi viejita: Yolanda Romero. Adoro -como ella- el balneario y el arroyo que hay allí. Durante muchos, ya casada, nos pedía que la lleváramos a Saldán a buscar la maravillosa agua del manantial que embotellábamos en varios bidones. La casa de Lazo se encuentra sobre una exigua calle circular que gira alrededor de una mini-plazoleta en cuyo centro se encuentra una silueta humana tallada en piedra que recién al retirarme supe que era el monumento a la madre. A esta calle circular (no sé el nombre, no se me ocurrió preguntar) se accede por la calle principal después de traspasar un puente. Lo primero que observé en el amplio jardín de la casa es que el suelo se estaba sembrado de moras caídas de un gran árbol que da una sombra maravillosa donde el aura penetra en sus ramas y agita las hojas suavemente. Al penetrar en el interior de la casa, sentí un escalofrío que me recorría la piel mientras recorría los diferentes ambientes y me asaltó una extraña sensación, casi inefable, casi religiosa. Pues, aunque la casa estaba sola, vacía y triste, su alma parecía, por así decirlo, alborozada, salida repentinamente de un estado de somnolencia, como diciendo: “estas paredes guardan alegrías, secretos, meditaciones y nostalgias”. Sentí el alma de Lazo en cada ladrillo, en cada ventana, en cada vidrio, en cada puerta. Al mirar a través de las ventanas (los ojos de las casas) tuve la misma sensación que se tiene cuando uno recorre caminos o sendas que otros seres ya han recorrido antes. Son pensamientos, huellas invisibles que algunas almas perciben nítidamente. Me imaginé a sus moradores (ausentes) mirando por las ventanas y pensando, quedándose en éxtasis mirando el mundo exterior, el paisaje, escuchando el trinar de los pájaros y las ramas de los árboles moverse. Es un estado de gracia que yo lo he experimentado muchas veces en la casa de mis abuelos al quedarme en silencio y recordarlos. Observé libros, revistas y viejos reglamentos del dueño de casa. Al irnos y querer cerrar la puerta de atrás por la que habíamos entrado, se trabó la cerradura. Con paciencia y luego de unos suaves golpes con una pieza que encontré, cedió la cerradura y pudimos cerrar la puerta sin problemas. Era como si la casa no quisiera que nos fuéramos. Alguien a quien al día siguiente le conté esta circunstancia y que conoció a Lazo, me dijo: “El espíritu trasciende. ¿Una despedida?...La oración es una buena respuesta”. A la Misa mencionada llegué un día antes. Sucedió que me desperté el día martes a las 08,30. Me vestí rápidamente y, en menos de 20 minutos estuve en el panteón de las FF.AA. que está ubicado en el cementerio San Jerónimo. Soplaba un viento terrible. No había llegado nadie. No había un alma. Cuál mi sorpresa cuando me ve llegar el encargado. Entonces, cuando le pregunto porque no había nadie, el encargado me dice que la misa no era ese día (Día de Todos los Santos) sino al día siguiente miércoles 2 de noviembre (Día de todos los Fieles Difuntos muertos). La cara que puse en ese momento al comprobar mi equivocación, creo que después el encargado debe haberla recordado como una anécdota para contarla en confianza entre sus amigos para amenizar una charla. Me dirigí entonces a la tumba de mi papá que está a pocos metros de unos ventanales inmensos que el fuerte viento golpeaba como un visitante lúgubre que quiere entrar. Eso perturbó lo que meditaba. Busqué al encargado que había estado momentos antes y lo busqué por todos lados sin hallarlo en ningún lugar del edificio. Le quería pedir un cartón para ajustar el los ventanales y no se movieran. Observé una mesa sobre la cual había una pila de boletines de la Mutualidad (cuadernillo trimestral) y tomé un ejemplar, lo partí en cuatro partes que coloqué entre los ventanales y, santo remedio, los ventanales quedaron quietos y cesó el bramido del viento en ese sector. Minutos después mientras trataba de retomar mentalmente el hilo de lo que había estado meditando comenzó a amainar el viento. Cuando ya me disponía a retirarme, vi de reojo que una sombra cruzó rápidamente el pasillo central del panteón. Pensé entonces que era el encargado, lo llamé varias veces y nada, no aparecía. Me quedé un momento inmóvil porque me pareció oír pasos. Volví sobre mis pasos y me puse a mirar hacia afuera por los amplios ventanales. A los cinco minutos salió el sol, se iluminó la mañana y el viento se disipó. Eso me puso feliz. Salí del Panteón y al lado de las escaleras exteriores me encuentro con el encargado que estaba fumando tranquilamente. Le pregunté si él había estado caminando por el pasillo de la planta baja, me respondió que no, que hacía media hora que estaba allí barriendo y que no vio entrar ni salir a nadie, salvo a quien esto escribe. Conversamos brevemente otras insignificancias y me despedí del hombre. Al día siguiente volví al Panteón, a la hora señalada. Se encontraba presente personal militar uniformado (oficiales y suboficiales), la banda de música del Ejército, cadetes de la Escuela de Aviación y del Liceo Militar. En la pequeña capilla (donde tantas veces acompañé a mi padre que fue secretario honorario de esa Mutualidad) me ubiqué en ángulo izquierdo. Tres Capellanes militares oficiaron la Misa. Estaban Sesín, Miers, Girard, Corral, Luna, Actis (Sub-Director de la EAM), el Director del Hospital Aeronáutico (ex Dasa, donde nací) y otros. Concluida la Misa el Presidente de la Mutualidad (com. Miers) invitó a los oficiales de más alta graduación del Ejército y FAA a colocar una ofrenda floral en un altar especial que forma parte de la urna funeraria levantada en memoria de los afiliados fallecidos. Seguidamente sonó la trompeta ejecutando Silencio. Se me puso la piel de gallina. A mi lado estaba parado como un águila con sus alas desplumadas, pero manteniendo un orgullo y una firmeza admirables Antonio Sesín (Toño). A varios se le escaparon lágrimas que no pudieron retener y yo no fui la excepción. Extraordinario el sermón del Padre Fochesatto (Capellán de la EAM), fustigó a los “herejes y masones” que niegan la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, basándose en excavaciones realizadas en Jerusalén donde habrían hallado su tumba y su cuerpo. Una verdadera patraña, típica de esta época de incredulidad, soberbia desbordada y vacío existencial. Hasta aquí llego amigos. Gracias por la paciencia de haber leído estos renglones. Cordiales saludos. Luis Illuminati
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