lunes, 26 de octubre de 2009

CABARET DE LA LENGUA


25 octubre, 2009
Cabaret lingüistico (25-10-09)
Publicado por Laura Etcharren
Un pequeño ensayo sobre la degradación del lenguaje en el marco de la incontinencia verbal de los actores sociales que reclaman, alegóricamente, “chalecos de fuerza”.

Política y deporte
De un tiempo a esta parte, y frente a la rebeldía enmarcada en un “progresismo” deportivamente desalineado que se impone en las nuevas generaciones como el de contracté de la política, la emergencia del deterioro de la retórica parece ser una de las principales premisas de los actores sociales en sus diferentes roles.

O el insulso amiguismo de PRO.

Exabruptos verbales frente a determinados hechos sociales pueden ser interpretados como la característica oculta del siempre callado o bien, como la necesidad de sobresalir con una frase, aunque más no sea, grosera.

Desborda, en la Argentina de Hamlet, la vulgaridad.

Desde los aparentemente preparados hasta los más elementales, se destaca el fervor de la agresión que encierra, sin ir más lejos, inseguridad. Porque el desboque es la incapacidad de poder expresar ideas; de crear un espacio de diálogo y discusión en el cual no ingresen los obsoletos reproches y la marginalidad gestual que acompaña el dicho.

“Que la chu…”. Maradona.

“Que se metan la candidatura en el medio del cu…”. Reutemann.

“En el Gobierno hay pelotu… que creen que los piqueteros ya fuimos”. D’Elía.

“La gente me agradece haberle roto el cu… a los pingüinos”. De Narváez.

No se concibe, actualmente, el disenso sin el patetismo del ataque. La descalificación se enciende como la reafirmación de lo conseguido o lo que está por venir. Aquello que potencialmente puede suceder en los imaginarios.

Así es, como desde el campo político se disparan insultos entre el oficialismo y la oposición. Igual sucede en el campo del deporte que tras las declaraciones de Maradona y con las elecciones en River Plate brotan los indecorosos agravios que se instalan en la esfera privada.

Las acusaciones de Cacho Caselli a Carlos Ávila tratándolo de alcohólico, y del segundo al primero vinculándolo con estafas y Narcos. Pase de cuentas de prostitutas, desaparecidos y el devenir de la pasión de multitudes en una fiesta cabaretera de intereses, vicios y opacidades.

“Utileros y utileras”
El lumpen siempre ha sido funcional a los medios de comunicación. Desde la teoría de la descompensación basada en que su aumento significa más rating, hasta la teoría de la perversión vinculada con el morbo y el voyeurismo, los políticos argentinos aparecen hoy como “nenes de utilería” que superan, en desquicio e incoherencias, a las “nenas de utilería” que pululan por nuestra sagrada televisión.

Como si se disputaran el podio de la inutilidad que se escuda, en el caso de las “utileras con plumas”, en el llanto, el ninguneo de los años, la horizontalidad exhibida y la denigración de género. Mientras que en el caso de los “utileros políticos” reposa en la liviandad de las excusas sobre la inoperancia y en el atropello del bastardeo lingüístico.

Y cuando no, se apoyan en el cliché de la discriminación que juguetea con lo que se le permite a los “blancos” y lo que se le recrimina a los “negros”. Tal es el caso de Luis D’Elía. El extraño personaje que se jacta de odiar y ser un resentido. Representante del simulacro de igualdad y ficticia redistribución de la riqueza que impulsa el gobierno dual que tiene cara de mujer al tiempo que huele a masculinidad.

Malestar cultural
Existe, conforme a la selección de íconos nacionales, un claro malestar de la cultura. Perdónalos Freud.

Un espejismo de una cultura cosificada y la explicación, si tomamos a Theodor Adorno, de la deshumanización que acarrea el desarrollo tecnológico que termina, ajustado a los tiempos ultra modernos, en la desideologización de la sociedad.

Empobrecimiento de la industria cultural frente al avance compulsivo de la tecnología que come libros y corrige acentos automáticamente. Claro, es la era de los nativos digitales como dice el Gobernador de San Luis. Alberto Rodríguez Saá.

TV, gráfica e internet
El conglomerado redituablemente bizarro de nuestra realidad política y social se repite en los programas de archivo, en los noticieros, en los ciclos de espectáculo y en los programas políticos o bien, en los intentos de hacer, como en el caso de Majul, un programa político. Porque se lo pudo ver a Luis Miguel, en un “idílico romance unilateral” con Charly García. A quien hasta un beso le pidió. Hace un tiempo se lo notaba vibrar encandilado frente a los argumentos sobre la vida de Alejandro Dolina.

Se derrama, en medio del incendio del país, el cholulaje de los que después se quejan de los programas de archivo pero que viven encantados con Los Profesionales y Los Intrusos.

Por su parte y como es lógico, también la gráfica se hace eco de las declaraciones descompensadas del siniestro argentino. Se aprovecha para bajar línea y demoler los esfuerzos estéticos del gusto por el lenguaje.

Cumple su función el espacio digital inundado -por el desparpajo del anonimato o la falsificación de nombres- de comentarios de lectores que, en los foros de discusión o en los comentarios abiertos debajo de las notas, demuelen a los protagonistas y/o a quien o quienes escriben.

Tsunami de barbaridades se pueden leer por internet en el lícito e interesante espacio a los lectores. La moderación, generalmente, prefiere abstenerse. Porque cuanto más cargado de atrocidades sea el comentario, mayor será la cantidad de visitar. Claro está, que existen aquellos que manifiestan sus disconformidades con educación o por lo menos, con la delicadeza de trocar un insulto por una palabra peor. Y a veces, los bálsamos de la coincidencia.

Se legitima, en la Argentina que le escapa a los usos y costumbres de la tradición, seguramente por considerarlos represores de la oralidad, la denigración de la lengua.

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