lunes, 26 de octubre de 2009

EL VIRUS DE LA VIOLENCIA


Río Negro - 26-Oct-07 - Opinión

Editorial
El virus de la violencia

Día tras día, se intensifica la sensación de que el país está por ingresar en un período de violencia que podría tener consecuencias trágicas. Se trataría de la culminación de un proceso negativo que comenzó hace varios años cuando el entonces presidente Néstor Kirchner optó por una estrategia de confrontación permanente que, calculó, le permitiría "construir poder" aprovechando el rencor de quienes fueron golpeados con dureza por la debacle económica que siguió al colapso de la convertibilidad. Por un rato, el método así supuesto funcionó muy bien, ya que muchos estaban más interesados en ensañarse con los chivos expiatorios elegidos que en entender las causas reales del derrumbe, pero al cambiar el humor ciudadano tanto Kirchner como su esposa Cristina se vieron encabezando la lista de blancos de la ira popular. También ha contribuido a agravar el "clima de crispación" existente la política oficial de apaciguar con dinero a grupos de piqueteros y otros "luchadores sociales" a fin de convertirlos en aliados. Según han denunciado el líder radical Gerardo Morales y la jefa de la Coalición Cívica-ARI, Elisa Carrió, en dichos grupos hay muchas personas que se han pertrechado de armas más letales que los palos a los que nos tienen acostumbrados, de ahí la acusación de que el gobierno nacional está subsidiando a bandas de delincuentes. Y como si eso no fuera suficiente, Morales dice que hay vínculos entre algunas agrupaciones, como la ya célebre organización barrial Tupac Amaru jujeña, y el narcotráfico; en tal caso, se habría reeditado en nuestro país lo que ha ocurrido en otras partes de América Latina, donde está provocando estragos irreparables la convergencia de movimientos de retórica izquierdista con traficantes de droga.

Aunque a través de sus voceros el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner niega estar entregando dinero a Tupac Amaru, sus desmentidas no son del todo convincentes, ya que es de dominio público que la agrupación forma parte de una extensa red clientelista, costeada por el Estado nacional, cuyos integrantes dicen sentirse comprometidos con el "proyecto" kirchnerista. Conforme a personajes afines al gobierno, Morales, Carrió y los demás están preparando el terreno para un golpe cívico como aquel que puso fin a la gestión del presidente Fernando de la Rúa, para después proceder a reprimir a los llamados movimientos populares. Huelga decir que las denuncias formuladas por opositores alarmados por la beligerancia de grupos como Tupac Amaru, y la reacción de quienes los acusan de ser golpistas, han servido para hacer todavía más pesado el clima imperante. Al instalarse la violencia, o el temor a la violencia, hasta los más pacíficos pueden sentirse obligados a armarse para defender sus propios intereses. En cuanto a aquellos que como los líderes piqueteros más notorios y dirigentes de facciones de la ultraizquierda que están habituados a utilizar un lenguaje más apropiado para guerrilleros urbanos en potencia que para demócratas respetuosos de las reglas que hacen posible la convivencia, brindan la impresión de esperar que estallen enfrentamientos sociales sanguinarios en los días próximos.

La violencia verbal suele generar un clima propicio para la violencia física. Es lógico que hayan acumulado armas de fuego individuos que desde hace mucho tiempo están procurando intimidar al resto del país por entender que si no fuera por su postura amenazadora nadie prestaría atención a sus reclamos. También lo es que dirigentes de partidos indudablemente democráticos como la UCR y la Coalición Cívica-ARI hayan advertido sobre los riesgos que el país enfrentaría a menos que se desactive muy pronto el mecanismo destructivo que está en marcha. Por desgracia, no hay señales de que el gobierno nacional comparta la misma preocupación. Antes bien, los kirchneristas parecen suponer que les será dado sacar provecho de la situación que tanto han hecho para crear y que les conviene contar con el respaldo de gente armada capaz de asegurarles el dominio de la calle. Puede que se hayan equivocado y que la mayoría pacífica encuentre el modo de frenarlos antes de que el país se interne en una etapa convulsiva, pero hasta que ello suceda los presagios seguirán siendo ominosos.

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