viernes, 23 de octubre de 2009

FEDERICOS Y METROPOLITANOS



La cuestión racial

Cartas al Tío Plinio

Federicos y Metropolitanos
El sueño de tener la Policía propia.

Federicos y Metropolitanos
Tío Plinio querido,

Pedir la Policía propia, para el artificio autónomo de Buenos Aires, tiene que ser como pedir elecciones internas en el peronismo. Limitarse, para constar en actas, al reclamo permanente.
Con la condición que nadie vaya a tomarlo en serio.

Lo aconsejable era que el Intendente, hoy llamado Jefe de Gobierno, mantuviera siempre viva la reivindicación. Pero amparado en la hipocresía del acuerdo establecido, con el gobierno nacional.
“Reclamar la policía propia, pero para no tenerla nunca”.
Cadenas

El conflicto más innecesario, el del espionaje de entrecasa de Ciro James, parte, tío Plinio querido, del primer error, básicamente sustancial, de Macri.
Madre -y padre-, de los errores que enturbian, con encadenamientos de torpezas, la gestión.
De la gestión que Macri, celebratoriamente, se jacta. En la efectiva oralidad.

El sueño de la Policía propia, la Metropolitana, deriva en la máxima pedantería institucional del macrismo. Podían haberse tranquilamente conformado con la estructuración del batallón boleteril de Zorros Grises. Para que La Federal se haga cargo de los afanos, colectivamente vulgares. Del crimen más sanguinario. Competencia exclusiva de los “federicos”. Ámbito nacional.

La gestación de la Policía Metropolitana es, tío Plinio querido, una manera firmemente elaborada de perder el tiempo. De sepultarse, paulatinamente, en el intento. Consecuencia subalterna de las proyecciones, democráticamente demenciales, de los constituyentes reformistas de 1994.

Conste que el despacho del intendente Macri queda en el codo de la Avenida de Mayo y Bolívar. A menos del kilómetro de distancia, de las instalaciones de la Policía Federal, de Moreno al 1400. Sede de los federicos.
¿Para qué quiere Macri otra Policía más?
¿Para brindar, acaso, ”la mejor seguridad para los porteños”?
Significa afirmar que la Policía Federal sirve, tan sólo, para tramitar la cédula. Para sacar el pasaporte y disparar del país desperdiciado.
Porque si hacen falta los policías metropolitanos, los federicos no se encuentran calificados para brindar la seguridad de referencia.

El segundo error, mecánicamente encadenado al primero, consiste en gestar, el desvarío analítico de la Policía Metropolitana, a través de la recopilación selectiva de los federicos descartados.
Los que se le cayeron, por diferentes motivos, a la Policía Federal.
Los que fueron federicos, de acuerdo a esta evaluación, son, tío Plinio querido, federicos eternos. Que se aproximan al engendro de la Policía Metropolitana, con el talonario de facturas.
Con los rencores pendientes. Amontonados contra los controlantes de la Policía Federal. Y con salarios, para colmo, más altos.

De ningún modo, los federicos que se quedan en la Federal, iban a recibirlos a los ex federicos que se convirtieron en metropolitanos, con lluvias de papelitos de colores. Con serpentinas de tolerancia. Cómo no los iban a boicotear. A tirarles, como en el tango Fangal, con cáscaras de banana.
Significa desconocer los códigos, estrictamente intransferibles, del sistema policial.

Con los negocios incluidos. Que no se basan, en exclusiva, en los vueltos, unánimemente previsibles, del equipamiento.
Son otras las changas que aquí, tío Plinio querido, por defensa propia, y por carencia de interés, nunca se van a tratar. Porque en la Argentina hay que dejar vivir. Mirar a veces, por conveniencia, sin ver. A lo sumo, hay que saber, pero sin caer en la falta de tacto de decir.
Sólo debe acertar, la Policía, en el intercambio, con el valor principal que se les exige.
El mantenimiento de la seguridad.
Garrones

Otro error de Macri, tal vez es más justificable. Consiste en descreer de los atributos de la política. Confundirla con el imperio de la ociosidad.
Desconfiar, en la práctica, indemostrablemente, del antiguo. Denostar “lo viejo”. Al contaminado que procede del rigor de la militancia. Para preferir “lo nuevo”. A los que proceden, sin contaminaciones, del ámbito privado, o de ninguna parte. Aunque después se la lleven, en todo caso, con superior dignidad.
Al adherir, en exceso, a las teorías precipitadas de El Equeco. Especialmente contratado -El Equeco- para decirle, a Macri, lo que Macri necesita escuchar.

Lo menos recomendable, tío Plinio querido, fue, en definitiva, ponerse a jugar a los soldaditos. A los espías y policías. Una eficaz manera de devorarse contundentes sandwiches de garrón.
Enternece, entonces, el espectáculo del garrón que se comieron los incontaminados.
Ver, por ejemplo, a Los Cinco Grandes de la “gestión” municipal. Sepultados, ante el indigerible garrón, entre el fango de las explicaciones. En una cultura donde, el que explica, pierde.

Exponentes invalorables del siglo veintiuno, emergentes del venerable michettismo. Como Marquitos Peña, que por el garrón tiene que ofrecer el rostro adolescente.
O el ministro Montenegro, que mantiene la legitimidad a plazo fijo.
O el camarada Narodowsky, acosado por la presencia explicable de un Ciro que nada tiene de persa.
Juntos, los tres michettistas, al severo Caudillo Popular. Rodríguez Larreta.
Núcleo rígido del presidenciable Macri.
Nuevas PyMEs

Apelotonados, los cinco, por los movileros apasionados que se los llevan puestos. Por la desastrosa interferencia telefónica. Del contratado elemental. Ensimismados por las tonterías de los dramas domésticos.

La tentación del espionaje es, tío Plinio querido, la enfermedad infantil del botonismo.

Sobre todo porque interferir un teléfono no sirve para un pepino. Apenas para armar un gráfico de contactos más intrascendente que la propia interferencia.
La tecnología logra, tío Plinio querido, que los servicios de inteligencia puedan convertirse en nuevas PyMEs. Entretenimientos de sobremesa. Ideal para las travesuras de cualquier gil.

Ciro James emerge como el subproducto involuntario de la primera de las equivocaciones enunciadas de Macri. La gestación de la Policía propia. Encadenada con la segunda equivocación. Gestarla a través de los excluidos de la Federal. Adictos, por si no bastara, a las chiquilinadas de la botonería, que se confunde con la inteligencia.

La Policía Metropolitana es, en definitiva, el artificio que pudo lograr, tío Plinio querido, el máximo milagro de Buenos Aires. En el ambiente del soplido.
Consistió el milagro en acercar a la vieja SIDE de 25 de Mayo, hoy la SI, con la Policía Federal. Para sacar a los metropolitanos del escenario. Enchastrarlos de humillación, y de ridículo.
Hasta desmoronarles la legitimidad. Y generar la tonalidad de esta carta.

Dígale a tía Edelma que madame Audray Gaillard, la astróloga amiga de Medea, envía, a diario, desde París, el horóscopo personalizado. Audray, aparte, acierta siempre. Y el servicio es gratuito. Para orientación astrológica del día, la semana o el mes. O las tres variables juntas. Que tía Edelma se anote. Como la Otilia. Pero coincidirá conmigo en que a la Otilia hay que contenerla. Debería moderarse, cada día viene más fatal.

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