... una nota publicada en "El Nuevo Herald", de Miami.
Por Vicente Echerri
La mujer del presidente Néstor Kirchner quiere quedarse en la Casa Rosada , pero esta vez con la banda presidencial, y las encuestas dicen que tiene muchas probabilidades de salirse con la suya en las elecciones de octubre.
El que este sainete tenga tantas posibilidades de consumarse, luego de más de sesenta años de descalabros políticos en Argentina, dice mucho del grado de ingenuidad e inmadurez de la gente de ese país del Cono Sur que al parecer, ven la política como una mezcla de delirio y estulticia. ..............................
Ahora, hemos sido testigos de la ridícula demagogia antinorteamericana de Kirchner (con un discurso político lleno de lugares comunes de la izquierda más trasnochada) que se propone legarle el país a su mujer --porque al parecer se fatigó de gobernar y quiere hacerlo desde la sombra de su alcoba-- y ella se presenta con la crispación que seduce a las masas vociferantes, aduciendo que quiere mandar a la cabeza de una muchedumbre de revoltosos.
¡Pobre Argentina! ¿Será verdad esto que estamos viendo? Este fenómeno se produce --curiosamente-- en el país más adelantado, culto y europeo de América Latina, (o el que al menos por tal se tuvo por bastante más de un siglo) con una capital que aún deslumbra a sus visitantes por su vida civilizada, por su actividad literaria y artística, por sus numerosas y bien nutridas librerías.
¿Cómo puede coexistir con este apego visible a los modales de la cultura, a la disciplina laboral que levantó una gran nación, este burdo intento de remedar esa época que Borges llamó con tanto tino "tiempos de oprobio y bobería''?
Tal vez posea a los argentinos esa pasión desorbitada y pueril que también padecieron los franceses (responsable de tantos cambios en el mundo, entre ellos la invención del totalitarismo), en que los instrumentos y la divulgación de la cultura en lugar de servir para el sostén de un orden, se prestan para fomentar un entusiasmo radical, iluso y ''revolucionario'' que mina las instituciones al tiempo que produce solevantamientos sobre los que suelen trepar los demagogos con sus grotescos ademanes.
Cristina Fernández de Kirchner está por salir a escena en el papel de Evita y muchos, para desgracia de Argentina, aplaudirán. Yo sólo espero aún que alguien rechifle.
Fuente: El Nuevo Herald (Miami)
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