miércoles, 19 de septiembre de 2007

LA VIOLENCIA EN BUENOS AIRES

La violencia toma varias formas y se genera en diferentes contextos.

Por: Andrea Constanza Ferrari.

"Existiendo el sujeto como producto de la historia, existe una reinterpretación al infinito y refundación en la historia de un nuevo sujeto. Es posible entonces, tratar de comprender la forma en que se instituye en cada momento histórico la relación de una sociedad con la violencia, cómo se fabrica un hombre violento o dócil o cómo el discurso sobre la violencia fabrica sujetos resistentes o sumisos y cómo su reinterpretación puede introducir nuevos acontecimientos que compelen a la violencia a presentar su nuevo rostro."

Michel Foucault

La violencia toma varias formas y se genera en diferentes contextos. A veces parece lejana, otras más cercana, se clava en el cuerpo o en el alma, se disfraza de golpe o de palabra, pero su estructura nunca dejará de ser el poder que tiene de atravesar la vida de todos. Nadie le puede escapar. Aunque se la trate de excluir, de mirarla de costado, de no querer apropiársela, ésta se vuelve con más fuerza para dejar resonando más violencia. ¡He aquí un común denominador!

Violencia es ir a un evento deportivo y no entender el porqué tantas fuerzas policiales se amurallan en las calles, escudados, armados, disfrazados de hombres malos, hasta que un aluvión de individuos comienza a pelearse con otro aluvión de individuos, y se insultan, se pegan, se disparan, y ya no es tan sencillo reconocer quien forma parte de qué grupo porque todos visten los mismos colores, todos visten el mismo escudo. Y después de la avalancha todos los que saben algo callan. Porque no hay quien esté librado de responsabilidad o porque no hay quien no sienta el temor de ser vengado.

Violencia es caminar por las calles de la capital con rumbo incierto y no poder uno darse cuenta si es de día o de noche, si salió el sol o está nublado. Será que en algunos años más sólo tendrán esa oportunidad quienes posean el dinero suficiente para comprarse un departamento en el piso treinta. Será que los que habitan esos lugares de tan creyentes creen que es la única manera de estar cerca del cielo.

Violencia es prender la TV y ver cuerpos exuberantes que se sacuden frente a la cámara exponiendo las nuevas adquisiciones en plásticos para causar deseo en hombres que nunca alcanzarán ni remotamente a tocarlos, para causar deseo en los empresarios que comen, viven y se enriquecen con ese negocio, y para desesperar a mujeres que desean transformarse en cosas que se mueven, como meros objetos que ridiculizan a toda la especie humana, porque hacen desear ficciones para una realidad que no tiene demasiado que ver con lo que se expone.

Violencia es querer despejarse de los ruidos, las bocinas y el smog de la ciudad y acercarse ingenuamente a la rivera para entrar en contacto con la naturaleza más cercana, y darse cuenta que el nombre que titula a la ciudad no es más que una mentira. El color ya de marrón pasa a estar ennegrecido, y el olor que se respira repugna a tal punto de preferir el veneno de la calle, antes que el veneno de los ríos.

Violencia es pagar el boleto de tren frente a una máquina muy bien sincronizada, y encontrarse con una criatura que recién aprendió hablar que extiende su mano pidiendo algo que todavía no debe entender muy bien qué es y se sonríe con la pureza de no haber visto más realidades que las que vio y que por ahora se conforma con tener de compañía todo el día a la máquina expendedora de boletos. Pero violencia también será cuando esa criatura crezca y entienda que muchos en su infancia la vieron así y nadie hizo demasiado por ayudarla.

Así como estas podrían describirse muchísimas más formas que toma la violencia y que conviven en esta ciudad vertiginosa. Pero además, cabe destacar que esta goza de una ventaja que más que eso es un problema: se la naturaliza. Se cree que porque se acrecienta es normal que se articule de todas estas formas. Debe estar sorda porque para su supervivencia toma estos medios, pero no escucha que no se hace un pedido de rebelión para cambiar estructuras que dé ya tan arraigadas también parecieran naturales, sino que se pide la inclusión. Si esto es así para alguien pues que lo sea para muchos. Es una ambición que de tan sencilla que parece se torna muy difícil. Porque todos dirán en sus discursos, tanto gobernantes como ciudadanos, que desean que todos vivan “bien”, sin pobreza o cuidando el medio ambiente. Pero este es un gran punto, que para que algo se traduzca al mundo de lo real se debe actuar en función a ese fin y no dejarle la responsabilidad a otra persona porque el vacío que un ser deja será irremplazable.

O tal vez será que esta ciudad es demasiado patológica o peor, está más disfrazada que la mismísima violencia, porque tras el discurso de pretender el bienestar general se deja que todo se pudra por sí solo, y se mira con desprecio al que no tiene o al que lucha. Entre la ceguera, la mudez y la sordera es que la violencia echa raíces con más facilidad.-

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