jueves, 30 de abril de 2009

FUTURO......


Río Negro - 30-Abr-09 - Opinión

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Editorial
Futuro productivo oscuro
Desde el punto de vista del gobierno kirchnerista, el que una convulsión económica internacional extraordinariamente grave se haya producido justo cuando "el modelo" comenzaba a crujir fue un golpe de suerte, ya que le ha permitido atribuir los problemas crecientes del país a un "mundo" que se volvió en su contra. Asimismo, la desaceleración de la actividad económica local ha sido lo suficiente como para postergar una crisis energética que de otro modo estaría provocando trastornos en buena parte del territorio nacional. Una consecuencia inevitable de la fuerte expansión de la que disfrutamos durante la gestión del presidente Néstor Kirchner fue el aumento del consumo de energía. Puesto que por motivos políticos el gobierno hizo lo posible por desalentar las inversiones en dicho sector, de haber continuado el crecimiento "a tasas chinas" la demanda no hubiera tardado en superar la oferta, pero gracias al inicio abrupto de una recesión la economía aún no ha chocado contra la barrera así supuesta.

Según un informe que hace poco elaboraron ocho ex secretarios de Energía, en la actualidad el país invierte la mitad en exploración petrolera que en los años ochenta, con el resultado de que pronto dejará de autoabastecerse. Por lo demás, la construcción de nuevas plantas eléctricas sufre demoras y parecería que el gobierno, obsesionado como está con los titulares de los diarios de mañana, no se ha dado el trabajo de pensar en un plan energético nacional. En base a tales conclusiones, los ocho opinaron que "el sector energético afronta serios problemas estructurales sin soluciones a la vista", razón por la que "la Argentina tiene un presente decadente en materia productiva y un futuro incierto". Que éste sea el caso no puede sorprender a nadie. A comienzos de la gestión de Kirchner muchos le advirtieron que serían negativos los efectos concretos del intento oficial de convencer a los encargados de las empresas energéticas de que por haber prosperado en los años noventa tendrían la obligación moral de subsidiar el consumo hasta nuevo aviso. Como se previó, las empresas reaccionaron reduciendo drásticamente sus inversiones, limitándose a seguir funcionando hasta que el clima de negocios les resultara más favorable. Para colmo, lo hicieron cuando en el resto del planeta los precios del petróleo y el gas eran sumamente elevados, lo que les aseguró oportunidades irresistibles en el exterior.

Como suele suceder cuando al gobierno no le gusta un informe de este tipo, procuró obstaculizar su difusión y cuestionó la idoneidad de los firmantes, pero sus esfuerzos en tal sentido resultaron vanos. El enojo que manifestó se debió no sólo a que las críticas severas a su política energética fueran formuladas en medio de una campaña electoral, sino también a que se dirigieran contra la característica principal de la gestión kirchnerista que es el cortoplacismo. El "modelo" que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dice estar resuelta a defender "con uñas y dientes" dejó de ser viable cuando empezó a flaquear el boom mundial que había puesto en las nubes los precios de los commodities que exportamos, ya que dependía casi por completo del "viento de cola" resultante. Desgraciadamente para todos, el gobierno de los Kirchner cometió el mismo error que aquellos economistas y banqueros que imaginaron que, de resultas de la irrupción de China como una gran potencia manufacturera, se había conformado un nuevo paradigma económico que, al garantizar décadas más de crecimiento vigoroso, les ahorraría la necesidad de pensar en qué hacer en cuanto el ciclo llegara a su fin. A diferencia de los gobiernos de otros países latinoamericanos como Brasil y Chile, el nuestro apostó todo a que la economía mundial hubiera cambiado para siempre y que por lo tanto no existían motivos para actuar con un mínimo de cautela. No sabemos a cuánto alcanzarán los costos políticos que la pareja tendrá que pagar por su falta de previsión, pero lo que sí resulta evidente es que debido a la miopía de los Kirchner el país no aprovechó una oportunidad acaso irrepetible para poner fin a una historia larga de etapas de crecimiento rápido seguidas por caídas espectaculares, motivo por el que los ocho ex secretarios de Energía distan de ser los únicos que enfrentan el futuro con trepidación.

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