martes, 28 de abril de 2009

EPIDEMIA ANUNCIADA


Queridos amigos:

En Argentina estamos viviendo una epidemia de dengue. Al igual que con las grandes pestes de la Edad Media, la única medida que se tomó ha sido aguardar la llegada del invierno, que permitirá ocultar el problema por unos meses.

En un esfuerzo por esconder la realidad, se ha afirmado (contra toda la bibliografía epidemiológica existente) que el dengue no es la enfermedad de la pobreza, sino que afecta a todos por igual. Al respecto, vale la pena citar un párrafo de un mail enviado por el Dr. Horacio Micucci:

“Se aconseja descacharrar –dice- pero ¿cómo descacharrar si se vive como en la Villa Nº 20 del sur de la Capital, al lado de un desarmadero que tiene 7000 autos. ¿Cómo poner alambre tejido contra los mosquitos en casillas cuyas medianeras, en esa villa, están hechas con restos de los mismos autos del desarmadero y cuyas puertas y ventanas a veces son precarias o no existen? ¿Cómo descacharrar si se vive en una villa a la vera del Riachuelo, que se ve desde el tren Roca, con la basura entre las casas precarias y el río? ¿Cómo usar mosquiteros en habitaciones precarias donde se vive hacinado? ¿Cómo usar repelente (que ya escasea y cuyo precio ha aumentado) si no se sabe si se va a tener dinero para comer? ¿Cómo sacar el basural a cielo abierto (que abunda en el interior y en el conurbano) si mucha gente tiene como única fuente de trabajo el cirujeo allí y debe elegir entre morirse de hambre o de dengue? ¿Cómo no acumular agua si no se tiene agua corriente ni cloacas? Sólo se puede aconsejar tapar los barriles con bolsas de plástico”[i].

Pero tal vez sea inútil volver a demostrar lo obvio. En todo caso, valdría la pena analizar las razones por las cuales se trata de desviar la atención de esta realidad.

Ha habido aquí una responsabilidad política en la lenta construcción de las condiciones sociales que generan la epidemia. Esta responsabilidad no es de los últimos meses sino de las últimas décadas y son responsables todos los que, a lo largo de muchos gobiernos, subestimaron la prevención sanitaria y no atendieron al problema de la pobreza creciente.

Pero no ha sido sólo la falta de idoneidad de los que gobernaron, sino también de los opositores, cuyo silencio contribuyó a negar esa realidad. En la década de 1930, el socialista Alfredo L. Palacios investigó y publicó libros sobre las enfermedades sociales que afectaban a los desposeídos[ii]. ¿Por qué la oposición no está haciendo hoy una tarea semejante? ¿Por qué la tremenda situación social del país no es la prioridad absoluta de quienes gobiernan o aspiran a gobernar, sino sólo un tema más de sus discursos?

Recordemos que los higienistas del siglo XIX describían a la epidemia como “la venganza del pobre contra el rico”. Agregaban que mientras los ricos mantuvieran a los pobres en condiciones infrahumanas, los pobres se enfermarian y terminarían contagiando a los ricos.

Hoy quiero transmitirles la vivencia de una gran epidemia. Para eso, les estoy enviando un capítulo de mi novela “El asalto al cielo”, en el que describo la epidemia de fiebre amarilla de 1871, que mató buena parte de la población de la ciudad y obligó a evacuarla, en medio de escenas que parecían sacadas de una crónica medieval.

Por esos azares de la vida, la enfermedad la transmite el mosquito Aedes aegypti, el mismo que trasmite el dengue.

En esta entrega ustedes reciben:

Un capítulo de mi novela “El asalto al cielo”, titulado "Morir en Buenos Aires"
El recordatorio de mis libros "Historia Ecológica de Iberoamérica", tomos I y II.
El anuncio del curso de Derecho Ambiental que hacemos con la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), cuyo comienzo se posterga al 4 de mayo.
El link para bajar gratuitamente el libro de las Naciones Unidas sobre los medicamentos prohibidos en distintos países, muchos de los cuales nos recetan diariamente.
La obra de arte que acompaña esta entrega es "Un episodio de la fiebre amarilla", de Juan Manuel Blanes. La luz de la puerta recién abierta ilumina el cuerpo de la mujer, en un juego de contraluces que parece influido por Caravaggio, mientras el niño busca el pecho de la madre muerta.
Un gran abrazo a todos.

Antonio Elio Brailovsky.

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