miércoles, 4 de noviembre de 2009

LA SOCIEDAD DE LOS CORDEROS


Diario Castellanos - 03-Nov-09 - Opinión


En un organismo, no ejercer repetidamente una acción determinada puede llevar a una atrofia, a una incapacidad casual o permanente, también a la muerte, a la extinción. Una sociedad a la que se inhibe su capacidad de defensa, de supervivencia, no tiene un futuro diferente.

Diariamente mujeres y hombres salen de sus casas para no volver más o hacerlo en condiciones físicas y psíquicas muy inferiores a las que tenían entonces. El perfil es variable y en cierto modo no importa porque afecta a todos por igual. Puede ser un simple trabajador, un artista, un juez, un deportista, un religioso, un profesional o un estudiante. Ni su edad o su sexo son determinantes; hay para todos, mujeres, hombres, niños o viejos. Así, uno, dos o diez por día son asaltados, robados, violados, heridos, torturados y, según les venga en ganas a sus agresores, muertos. Para ellos no hay derechos humanos.

Nada sucede (o se permite que suceda) sin un objetivo. La inseguridad no carece de uno. Hace tres años que la gente no tiene un tema que la preocupe y altere más que esa lacra. Así ha olvidado como se roba un país bajo sus narices, como se viola la constitución, como se usurpa el poder del Estado.

Las fuerzas de seguridad están desarmadas, física y legalmente; los delincuentes menores se mantienen en el delito porque en el Congreso se bloquea el tratamiento de los proyectos de reducen la edad de inimputabilidad; el garantismo permite el reciclamiento de los delincuentes; la carencia de equipos y materiales impide interceptar el tráfico de drogas; y - fundamentalmente - no hay voluntad política para atacar el problema, el Gobierno no tiene interés en hacerlo.

A todo esto se debe agregar el atrevimiento de desarmar a la sociedad, es decir, al hombre común, observante de la ley y respetuoso del sistema. El mensaje oficial reza: "Tener armas es peligroso". Sí, díganselo a la multitud de muertos y heridos que no se resistieron, que no hicieron el más mínimo intento de defensa. Díganselo a los huérfanos y a todos aquellos que perdieron un ser querido porque un delincuente precoz quería ser "poronga", tal y como el delito condecora a quienes se cargan a un "gil", por el solo hecho de hacerlo.

Quien no tenga capacidad de defensa no tendrá seguridad posible. La población debe aprender a crear su propia salvaguardia, no sólo armándose y aprendiendo el manejo de esos elementos, sino creando sus propias medidas de vigilancia y control. Sus organizaciones civiles tienen que ser quienes lo capaciten y adiestren para ello. El delincuente no es un guerrero valeroso que va al ataque del enemigo; el delincuente es un detrito humano que trata de atacar a quien está en condiciones de indefensión. Encontrar situaciones que lo complican, en la mayor parte de los casos lo hace desistir. Por lo general atacan con armamento alquilado con reducido parque de munición. La clave está en no darles cuartel. El que estén drogados no tiene que ser un atenuante - como lo es para muchos jueces - sino lo que decida asegurar el tiro y no tener compasión.

Cuando quienes integran la sociedad se den cuenta de que han sido dejados a su suerte por el estado, quizá recapaciten y comiencen a defenderse.

Sin dudas el plan no es fácil ni tentador. Las probabilidades de ganar suelen ser pocas. Cada uno deberá definir lo que quiere, si entregarse como cordero a la cuchilla o decidirse a pelear como león, aunque nadie garantice la victoria.

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