domingo, 1 de noviembre de 2009

LA TRAMPA


-La trampa de los Kirchner
Por Eugenio Paillet

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Resulta casi una obviedad, pero salta a la cima de cualquier análisis: las peores formas de la reforma política que impulsa el gobierno, que encierran una enorme trampa a través de la cual Néstor Kirchner buscará meter su candidatura presidencial para 2011, no figuran en el texto de la norma enviada al Congreso.

No hay una sola línea del proyecto que invite a sospechar de esa estrategia de máxima urdida en los aposentos de Olivos. Pero la jugada está implícita y permite asegurar, sin demasiado margen de error, que fue hecha con el propósito de permitir al santacruceño quedarse con esa postulación, más allá de constituir un despropósito de marca mayor de quienes no se resignan a abandonar el poder y hoy cosechan enormes dosis de impopularidad, hasta en grandes nichos de la tropa que, hasta no hace mucho, le era absolutamente fiel.

Por esa única razón, que no es poco, caen estrepitosamente las pomposas palabras de Cristina Fernández y del coro de seguidores que, por esas horas de la presentación en sociedad de la iniciativa, encabezó Florencio Randazzo, acerca de que no conocen cómo funciona la democracia aquellos que dicen y sospechan que, efectivamente, la ley es un perfecto traje a medida de las necesidades de Kirchner de alcanzar, como sea, la candidatura presidencial del peronismo.

Caen también porque, si debe aceptarse un viejo precepto según el cual nada es casual de lo que sucede en política, ahí está ese otro dato que, por supuesto, no ruborizó a ningún funcionario: a la misma hora del lanzamiento de la reforma, afiches con el puño en alto del ex presidente Néstor Kirchner y la inscripción "Ahora Kirchner 2011", empapelaron las paredes de edificios públicos aledaños a la Casa Rosada.

Puede decirse, como para ampliar el cuadro desde el que los Kirchner persistieron en mandar la reforma política al Congreso contra toda lógica y pese a los reparos desde la oposición, pero también de sectores del propio oficialismo y de no pocos observadores independientes, que la fuerte incursión de las últimas semanas de Eduardo Duhalde en la escena política, y más puntualmente en el proceso interno del peronismo, del que hasta ya ha dicho que planea participar, aceleró aquellos pasos y dejó de lado más de tres o cuatro recomendaciones sanas que llegaron a Olivos.

Veamos algunos aspectos que el texto de la ley no dice, pero que figuran en el espíritu de la redacción oficial. El primero de ellos es una ratificación de un concepto que había trascendido hace un par de semanas y que se fue confirmando con el paso de los días, que es el oculto deseo de Kirchner de embretar a la Unión Cívica Radical en un apoyo a la reforma, con el argumento de que es necesario volver al bipartidismo tradicional de la Argentina, aunque acotado, en este caso y en el tiempo histórico, a los dos grandes partidos que, con variada suerte, han dominado la escena política desde hace más de sesenta años.

En verdad, a Kirchner no le interesa recrear al radicalismo como fuerza capaz de posicionarse electoralmente, y hasta de volver al poder, si logra ganar una elección. Lo quiere como rival, a sabiendas del rechazo que todavía genera en la sociedad una fuerza que se mostró incompetente a la hora de gobernar y fue, en buena medida, responsable de la debacle que puso al país al borde del precipicio, en 2001, luego de la desastrosa administración de Fernando de la Rúa.

Sólo se entendería por un dato ese afán de Kirchner por, repentinamente, dar chapa al radicalismo: su deseo soterrado de enfrentar y vencer en una elección presidencial, cara a cara, al mendocino Julio Cobos, autor de las peores rabietas y de los más oscuros fantasmas que acosaron, y todavía acosan, al santacruceño.

La reforma de los Kirchner, tal como está redactada, significa, además, el acta de defunción para la mayoría de los partidos denominados "chicos", o "proyectos personalistas", como despectivamente los tildó Randazzo, cuando presentó los detalles de la ley. Debería servirles de lección, vale señalarlo, a esas agrupaciones.

Por esas paradojas de la política, o herejías que puede provocar el querer pertenecer al maravilloso universo kirchnerista, esos partidos chicos, de los que Kirchner se sirvió graciosamente para que le sostuvieran en el Congreso la grosera ley de Medios, son las víctimas centrales de esta reforma. Son los Macaluse, los Raimundi, los Lazcano, y hasta los Solanas, o tantos otros que pusieron el hombro y levantaron la mano para sancionar una ley cuyo objetivo ulterior es terminar con el periodismo independiente, los primeros que ahora desaparecerían del mapa. A menos que decidan, otra vez, colgarse del saco de Néstor o de la pollera de Cristina, aunque comprobarán, con el paso de los días, que la alianza les fue pagada, otra vez, con monedas de barro.

El otro gran argumento oficial sobre la inconsistencia aparente de emparentar el proyecto con las necesidades de armarle una candidatura a medida de Kirchner no resiste análisis alguno. Si gobernadores, intendentes y hasta simples caciques territoriales cometiesen el pecado de no apoyar a Kirchner en una interna, sabrán que les espera otra vez el desierto económico, producto del ahogo a que los someterá la Casa Rosada.

El argumento se refuerza sobremanera si hay que prestar atención a los rumores que van y vienen por los despachos del poder, que aseguran que, otra vez, los Kirchner recurrirían al recurso de adelantar la fecha de las elecciones (en este caso, las internas, al año que viene), cuando, justamente por la misma ley que ellos impulsan, deberían realizarse a mediados de 2011. ¿Cuál de aquellos gobernadores o intendentes estaría en condiciones de retacear apoyo a la candidatura del ex presidente y exponerse, luego, a padecer un año largo de recortes de partidas o del cierre del grifo para obras públicas que maneja el ministerio de Planificación?

Hay, por lo menos, dos operadores políticos del kirchnerismo que han recomendado medir muy bien los pasos, antes de avanzar en esa estrategia. Los Kirchner ya sufrieron en carne propia el error de adelantar las elecciones legislativas que debieron hacerse por estos días, al 28 de junio último.

La estrategia falló, y ellos perdieron esos comicios, por más que, por ahora, parezca que en verdad los ganaron. Por si fuese poco, el nivel de hartazgo de la sociedad y la caída en picada de la popularidad del matrimonio gobernante hace a esos hombres fruncir el ceño, cuando escuchan que Kirchner se ha convencido, primero, a él mismo, y ahora busca encolumnar al resto de la tropa, acerca de la efectividad de esa trapisonda que planea llevar adelante. Ya se sabe cómo las juega el santacruceño: es "todo o nada", "yo o el caos", "vida o muerte", y disparates por el estilo. Y esta vez no sería la excepción.

Kirchner quiere la reforma política sancionada por el Congreso sin tocarle una coma y antes del 10 de diciembre. Sabe, como saben todos en el gobierno, que prolongar más allá de esa fecha el debate parlamentario puede depararle alguna sorpresa desagradable. Es, en rigor de verdad, lo que podría ocurrir y lo que, al menos, ha advertido en la intimidad el ministro Randazzo: que la ley deba ser tratada, inexorablemente, después del recambio legisladores y cuando el oficialismo perderá las mayorías que retiene en Diputados y en el Senado.

Randazzo admitió, de manera imprevista, en las últimas horas del viernes, que no será posible conformar a Kirchner en todos sus términos. En el mejor de los casos, espera que la Cámara Baja pueda dar media sanción a la reforma antes del 10 de diciembre, pero tendría que someterse a lograr la otra media sanción con la nueva composición de los senadores, donde el oficialismo perderá el número que le permitió, por caso, sancionar, en estos meses, la ley de Medios, las facultades delegadas y le permitirá, a todas luces, convertir en ley el presupuesto de 2010, con su paquete de prórrogas impositivas, algunas de las cuales encorsetarán aun más las economías provinciales.

"Seguramente, los diputados le van a introducir correcciones", "veremos", se limitó a responder el ministro, quien, por otro lado, comete un fuerte error de apreciación cuando critica a los dirigentes de la oposición que alzaron voces críticas frente a la jugada del gobierno.

En realidad, nadie de la oposición, salvo honrosas excepciones, se opone a una reforma política que ha sido reclamada por distintas corrientes políticas desde el advenimiento de la democracia, en 1983. Lo que se critica es la oportunidad elegida por el gobierno, que reclama un tratamiento de apuro, sin debate, sin admitir correcciones, que el proyecto en verdad merece unas cuantas, y en plazos perentorios que, efectivamente, sólo remiten a la impresión de que Kirchner quiere la ley ahora para acomodar su candidatura, porque corre el riesgo de quedarse sin nada, cuando las mayorías relativas parlamentarias cambien de mano.

Por cuerda separada, el gobierno debió apurar los tiempos para recuperar la primera plana en los diarios, tras la escasa repercusión favorable que despertó la presentación de la reforma política, y alumbró el pago de un subsidio para niños menores de 18 años en estado de pobreza o indigencia. Mal llamado por Cristina Fernández como "subsidio universal a la niñez", y nacido a partir de un decreto de necesidad y urgencia, y no de un proyecto de ley que debió ser enviado al Congreso para escuchar todas las voces y todas las posturas.

La decisión en sí misma de avanzar por decreto y no a través de una ley merece un párrafo acerca de las diferencias internas que generó la medida. Se dice, en los pasillos, que los Kirchner (pero, en especial, el ex presidente) eran partidarios de la vía parlamentaria. El santacruceño entrevió la posibilidad de anotarse otra victoria en el Congreso, como sucedió con las facultades delegadas y la ley de Medios, que extendiese ese raro invicto del que viene haciendo gala pese a su derrota electoral de junio último.

En especial, cuando se trata de una iniciativa acerca de la cual, con matices, el grueso del arco opositor expresó su apoyo, y hasta hubo algunas perlitas, como los laudos que dos fieras enemigas de Cristina Fernández, como Elisa Carrió y "Chiche" Duhalde, regalaron a la mandataria.

Por una vez, triunfó el consejo de los jefes del kirchnerismo en el Congreso, y de un par de ministros, quienes dicen que ya demasiadas tensiones hay en el Parlamento, que se incrementarán con el tratamiento de la ley de Reforma Política, como para agregarle ahora mismo otro factor de seguro conflicto. Así fue que se eligió la vía del DNU y no el proyecto de ley. Un verdadero grano de arena en el desierto el gesto de racionalidad de un gobierno dispuesto a llevarse todo puesto, con tal de conseguir sus objetivos.

Nadie debería llamarse a engaño. El subsidio, tal como fue concebido, refuerza el perverso mecanismo de los Kirchner de hacer clientelismo con la pobreza. El pago del subsidio a hijos de desocupados y de trabajadores en negro, y no a todo el universo social, como reclaman la Iglesia y algunos partidos políticos de oposición, alimentará todavía más la dependencia de esos sectores postergados de la sociedad (en especial, en el estratégico Conurbano bonaerense, donde se asientan en su inmensa mayoría) de los intendentes y barones territoriales, cuando no de simples punteros políticos o de piqueteros oficiales acostumbrados a manejarse con esas armas deplorables de la democracia apenas formal que ofrece el matrimonio de Olivos, como es el clientelismo a cambio de votos.

Por si faltase algo para coronar este despropósito que el gobierno obtiene a espaldas de cualquier otra opinión que no sea la suya, el subsidio se solventará con diez mil millones de pesos al año que solventarán los futuros jubilados que hoy aportan al sistema único a través de la Anses. Tanto que algunos economistas se han preguntado, en las últimas horas, al ritmo de utilización de los fondos provisionales que hacen los Kirchner y en un contexto de déficit creciente, qué pasará cuando miles de trabajadores deban jubilarse, dentro de algunos años. Es probable que la pareja piense que, cuando llegue ese momento, será un problema de otros. Alguien, inexorablemente, pagará esa cuenta.

Fuente: La Nueva Provincia (Bahía Blanca)

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