jueves, 5 de noviembre de 2009

UNA NACIÓN RENGA


La Nueva Provicia - 05-Nov-09 - Opinión

por Guillermo Lascano Quintana

Para quien esto escribe y para todos los que tenemos más de 65 años, que hemos visto sucederse en nuestro país gobiernos de todo tipo, tanto de derecho como defacto; todo tipo de políticas, algunas rayanas en el disparate, y cruentos enfrentamientos; que asistimos al empobrecimiento constante de una nación que alguna vez fue próspera y que recibió y cobijó a millones de inmigrantes, hay que retemplar el espíritu, para no rendirse y sumarse a la anomia generalizada y al relativismo rampante.

Lo primero que hay que recordar es que el futuro no está determinado y que depende de lo que hagamos en el presente. Esta es una regla de oro, que hay que tener presente siempre, para evitar el inmovilismo y la aceptación de los desatinos.

No se afirma que todo lo que planeemos se concretará finalmente, pero sí que hay que intentarlo.

En términos concretos, ya que estamos organizados como una república democrática, representativa y federal, es menester mejorar lo que haya que mejorar, para que las instituciones respondan a sus propósitos. Ese es, a mi juicio, el reclamo de la hora. La tan mentada reforma política debería ser uno de los primeros objetivos a concretar. La oportunidad es propicia para ello; especialmente, a partir de la renovación del Congreso que se concretará en diciembre de este año.

No es que se desconozca la necesidad de abordar otras cuestiones de envergadura, tales como la inseguridad, la pobreza y tantas otras, pero la organización de la nación es básica. Si no tenemos dirigentes representativos que aseguren la selección de jueces idóneos e imparciales; si no tenemos gobernadores que aseguren las autonomías provinciales, y que todos ellos sean responsables de su gestión ante la ciudadanía, seguiremos siendo una nación renga.

Lo primero que debe hacerse, entonces, es reformar las leyes electorales, para asegurar una auténtica y responsable representación y, al mismo tiempo, reorganizar los partidos políticos (prácticamente, inexistentes), garantizando su democracia interna y la participación activa de sus afiliados, tanto en la elección de sus autoridades cuanto en la de sus candidatos y en la aprobación de los objetivos y propuestas que ofrezcan a la ciudadanía.

Sólo por esa vía se podrá contar con una organización real y eficiente de la república, que dé seguridad a los compromisos asumidos por los representantes, en consonancia con las normas constitucionales.

Sólo así se impulsará la participación responsable de la ciudadanía en la actividad política, procurando evitar la acción directa y la sesgada actuación desmadrada de los grupos de interés.

La tarea no es sencilla, pero hay que encararla, para que se materialice cuanto antes y, especialmente, para las elecciones de 2011. Hay varias propuestas y proyectos, impulsados por individuos y organizaciones no gubernamentales, y comisiones en el seno del Poder Ejecutivo que tienen propósitos similares.

Hay que dejarse de declamaciones e "ir a las cosas", como nos reclamó Ortega y Gasset.

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