domingo, 27 de diciembre de 2009

CASA TOMADA


Casa tomada


Un análisis realista sobre el momento político nos entrega Omar López Mato:

“Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada”.

Como los personajes de Julio Cortazar aceptamos resignados la perdida de nuestros derechos. La protesta callejera ha extraviado su condición genérica para convertirse en el lamento individual de corporaciones en conflicto, dentro del país “del que no llora no mama”. Aquí nadie quiere destetarse.

Los hermanos latinoamericanos del altiplano exhiben en la Plaza de Mayo el féretro de un compatriota muerto en un accidente (¿habrá sido un indocumentado?), mientras la Sra. Bonafini exhibe la escritura de dicha Plaza, afirmando que es propia e increpa a estos malparidos que la usufructúan para ejercer el lamento boliviano. (¿Eso no es discriminación?)

Tanto ruido perturba la paz necesaria de Castells para continuar su ayuno, porque se acaba de desayunar que vivimos en un capitalismo de amigos, y en un distribucionismo de ídem.

La policía interviene y desvía el transito por una calle que está cortada más adelante, debido a que los seguidores de Castells hacen camping en la 9 de Julio, mientras los empleados de Coto se quejan por los despidos y los estudiantes de Filosofía y Letras toman el estacionamiento del Hospital de Clínicas, porque no saben que hace la universidad con lo que recauda, y porque no se repara su edificio, en el que no entran más consignas partidarias ni graffiti antiyanqui.

A todo esto el Acceso Oeste está intransitable porque “alguien” les prometió a los habitantes de los barrios carenciados sidra y pan dulce y no ha cumplido su promesa casi en vísperas de Navidad. Por esa razón los camiones recolectores no recogen la basura y la ciudad se convierte en un sumidero.

Caminamos entre bolsas de nylon degolladas que dejan ver sus entrañas de escoria.

La plaza frente a la facultad de Medicina está llena de huevos y harina usados para celebrar el egreso de 6.000 médicos, de los que solo encontrarán trabajo pago menos de la mitad –y si quiero ser más exacto, ni la tercera parte.

Así es el mundo, lo que a unos les falta, otros lo derrochan. ¡Suerte que al menos estos estudiaron nutrición!

Nos hundimos en nuestra indiferencia mientras los cuartos de la casa van siendo tomados por esa fuerza invisible, inasible e irresistible, que algunos exegetas de la obra de Cortazar interpretan como el peronismo. Quizás Cortazar intuyó que esta permisividad demagógica un día desembocaría en el drama que hoy vivimos.

Nos sumimos en la resignación, en el crudo “es lo que hay”; todos caemos en esta indiferencia sin grandeza.

Si, los argentinos hemos perdido la grandeza, las grandes metas, la épica, el sentido de patria. “No es lo que la patria puede hacer por usted, sino lo que usted puede hacer por la patria”, decía Kennedy; aquí nadie conoce el sentido de patria, cada cual cuida su huertita. Nuestro federalismo entra en un macetero.

¿Qué país queremos? ¿La patria sojera? ¿La democracia de la sidra y el pan dulce? ¿El gigantismo estatista que tambalea como un Goliat herido? ¿Queremos el país de la justicia sometida que exime de prisión a los que se enriquecen ilícitamente?

Este régimen (que va más allá de este gobierno) ha sabido sacar lo peor del ser nacional, el “Yo… argentino, el “lo atamo con alambre”, “el que no afana es un gil”, el “no te metas”, el “sálvese quien pueda”, el “hacete amigo del juez”, el “yo me borro”. ¿Alguien saldrá a la calle para reclamar justicia por fallos aberrantes? ¿Tan mal estamos?

Subrepticiamente han ido tomando la casa y a falta de oposición coherente, nos encontramos sin conciencia plena que al igual que los personajes de Cortazar, un día no muy lejano, tiraremos las llaves de la casa para que ningún incauto caiga en la misma trampa.

Más allá de la corruptela y el sometimiento de los poderes, el revanchismo setentista ha desatado la fiera del inconformismo. Las leyes no sirven, no hay por qué respetarlas si no estamos de acuerdo con ellas, y menos si es el gobierno quien debe aceptar las normas. Hace lo que quiere, cuando quiere. La Constitución y el calefón, están en el mismo escaparate.

La lucha armada fue reemplazada por la queja perseverante, plañidera y violenta, que avasalla los derechos del prójimo. Reclaman con berrinches infantiles lo que estiman su porción de la torta ante el silencio casi cómplice de los habitantes de la casona.

Como en el tango, nos vamos hundiendo en un merengue.

Desalentados, casi desahuciados, el 24 vamos a levantar nuestras copas con la fantasiosa expectativa de que el 1ero. de Enero del año del Bicentenario todo será mejor… aunque al día siguiente nos demos cuenta que ese ser vicioso, perverso y escurridizo acaba de tomar otro cuarto de la casona.

Hasta entonces, felices fiestas.

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