jueves, 28 de enero de 2010
FRAGMENTACIÓN
-La fragmentación y los oportunistas
Por Carlos Berro Madero
www.notiar.com.ar
“¿No tenemos acaso la impresión de vivir en un mundo fragmentado, en una no-sociedad, porque la personalidad, la cultura, la economía y la política parecen ir cada una en una dirección que la aleja de las otras? Esta disociación de los hechos y del sentido, de la economía y de la cultura, define en forma patente la crisis de la modernidad”
-Alain Touraine
El mundo se mueve de un modo cada vez más complejo, y su complejidad exige reparar la formalización de las relaciones entre los ciudadanos y los procedimientos. Vivimos un escenario donde la cultura social se está desintegrando y queda a merced de los oportunistas.
La modernidad ha construido un movimiento de emancipación que provoca un divorcio creciente entre los diversos actores sociales y el “sistema”. Esto promueve el nacimiento de significados subjetivos en cuestiones políticas importantes que provocan divergencias palpables sobre ciertas teorías fundamentales que habían sido aceptadas universalmente hasta hoy.
De tal manera, el sistema político está constituido por actores cada vez más independientes los unos de los otros, en un ambiente donde se desarrollan diferentes lógicas propias, que revelan como objetivo casi excluyente el atender fines específicos del interés de cada uno de los protagonistas.
En estos días sacudidos por el avance salvaje de nuestro gobierno sobre las instituciones y el ordenamiento legal de nuestro país, advertimos simultáneamente un divorcio de coincidencias mínimas entre adversarios, donde la legalidad y la moralidad quedan presas de las apuestas subjetivas de los distintos actores políticos.
Es muy difícil entonces advertir de qué manera podrían evitarse actitudes personales que no se alejen del individuo y sus necesidades.
Los últimos acontecimientos ocurridos en esa dirección, que han abarcado cuestiones como la afectación de reservas del Banco Central para ponerlas a disposición del Tesoro; el ataque a supuestos monopolios como Telecom -con el fin de satisfacer cuestiones de índole económica y no doctrinaria- y las diversas pujas entre rivales opositores por condenar o aprobar viajes presidenciales al exterior o remociones de funcionarios, usando argumentos incomprensibles, permiten distinguir claramente la falta de convergencia sobre cuestiones de fondo que deberían definirse filosóficamente de acuerdo con un ideario que persiguiera como objetivo EL BIEN COMÚN Y SU PERMANENCIA EN EL TIEMPO.
Los políticos se ven así capturados por intercambios de un lenguaje que se dispersa en el debate y la argumentación, mientras postergan manifestarse sobre las relaciones de independencia o de cooperación efectiva con un sistema de gobierno.
Las declaraciones de Elisa Carrió, Mauricio Macri, Francisco de Narváez, Eduardo Duhalde y otros, sorprenden por los giros acrobáticos que realizan sus protagonistas restándoles una credibilidad que debería emanar de sus posiciones jerárquicas respecto de la ciudadanía, como consecuencia del ejercicio de sus cargos políticos públicos y/o partidarios.
El empobrecimiento cultural y la fragmentación de las relaciones cotidianas de los protagonistas, privan a nuestra conciencia de la posibilidad de ejercer una síntesis necesaria que dé sentido a lo que Habermas define como la “interconexión sistemática y estabilizada de las acciones cumplidas por grupos socialmente integrados”.
Estamos en presencia pues de una fractura que está siendo aprovechada por los oportunistas. Aquellos que solamente procuran echar anclas firmes en el terreno de su propia conveniencia personal.
La sociedad asiste así a un espectáculo que la lleva “del éxtasis al desencanto”, sin solución de continuidad.
A medida que aumenta la complejidad de este escenario, la ciudadanía pierde su capacidad de interpretar los acontecimientos y hacerles frente para resolverlos de manera adecuada.
Aparecen entonces lo que Honneth titula como “patologías del reconocimiento social”, que se dan cuando los individuos no pueden hacerse reconocer por lo que son, hacen, sienten y desean, al existir una contradicción entre su experimentación de la realidad y normas sociales en virtud de las cuales SE PUEDA SER VALORADO Y APRECIADO.
Es muy probable entonces que el fracaso del gobierno kirchnerista arrase con su marea a muchos de los líderes que hoy se disputan su candidatura para constituirse en alternativa en un futuro próximo.
La sociedad ha pasado a ser un espacio discontinuo y mal dominado, en el cual los ciudadanos de a pie se reducen a cumplir un papel de consumidores de situaciones donde les es imposible identificarse con un papel calificado, y, por lo tanto, rechazan instintivamente a todos por igual.
Si estas cuestiones no son comprendidas a tiempo por los protagonistas de este escenario, es muy probable que el próximo turno político herede los mismos problemas que hoy han provocado nuestra disolución, aunque las formas sean en apariencia más “amigables” que las groserías que nos ha deparado durante seis largos años el régimen actual.
Es absolutamente imposible ponernos de pie nuevamente en la medida que no pongamos en marcha una sociedad integrada e interesada en forma definitiva por alcanzar un nivel de consenso, que reconstruya las patologías de reconocimiento que hemos descripto precedentemente.
carlosberro@arnet.com.ar
Gentileza en exclusiva para NOTIAR
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