miércoles, 27 de enero de 2010

PERDIDA


Perdida en sus laberintos

Por Omar López Mato

Como Robinson Crusoe esperando la nave salvadora, como el Conde de Montecristo tachando los días transcurridos en su encierro solitario, la Señora Presidente cuenta los días que le faltan para concluir su mandato. Para su información (y nuestra congoja) faltan aún 700 días.


Si, una eternidad.


Curiosamente este cómputo no lo hizo un sufrido ciudadano de esta nación en llamas, sino que surgió de la misma Señora Presidente, que ve como una onerosa carga el tiempo que le resta en el sillón de Rivadavia. Signo elocuente de un desgaste y hastío indisimulado, quizás deba, como dice la inefable Lilita, abrir “la cárcel en la que vive”.



Rodeada de un reducto de íntimos, la Sra. Presidente se ha perdido en sus laberintos, agravado su extravío por la incurable costumbre de confrontar.



No acepta el disenso y nunca concilia. Confronta, quizás, por preferencias personales o hábitos inculcados por la convivencia con un personaje tan conflictivo como su marido, el diputado.



Prefiere la hecatombe antes que reconocer un error. No dialoga con personas ajenas a su entorno, lo que le quita sentido de realidad. El actual conflicto con el Banco Central desnuda esta limitación; de haber aceptado sugerencias de otros economistas, podría haber encontrado una forma legal de echar mano a algunos dinerillos del Central sin los sinsabores que estamos pasando. Pero nada debe ser fácil si hay posibilidad de complicarlo, en eso son especialistas.



La Sra. Presidente, imbuida de una lógica simplista, se convenció que si se habían generado esos fondos durante su gestión, los mismos le pertenecían.



Acostumbrada al régimen feudal santacruceño, eso caía de maduro.

Para colmo, recibió el aval de su entorno genuflexo, más el consejo desvirtuado de su amado ministro. Y así llegamos a esta nueva situación convulsiva que arrastrará al país hacia una nueva crisis. El aumento del presupuesto era del 30%, (una barbaridad) y la expectativa de crecimiento del país era del 4%. ¿Cómo pagar esta diferencia? ¡Con fondos del Central!.



La Justicia le ha negado esta posibilidad. ¿Que vendrá después? De seguro otro manotazo a nuestros ahorros, ¿de qué forma? Eso solo lo sabremos hurgueteando en sus laberintos y buceando en la tendencia suicida que asola a los bipolares cuando se encuentran acorralados.



De aquí en más, todas las penas que caigan sobre el país, desde derrotas deportivas hasta huracanes, pasando por terremotos e inundaciones serán culpa de Cobos, de la derecha golpista, de los jueces Delivery y todos aquellos que no consintieron que se continúe con el derroche. Este mecanismo victimizador ¿guardará claves personales?.



Quiere que la dejen gobernar. ¿Cómo se comportó el peronismo con Illía, Alfonsín y De la Rua? ¿Los 21 paros generales que sufrimos entre el ’83 y el ’89, no eran “palos en la rueda”? Es bueno que cada tanto se pongan en los zapatos del opositor.



La política nacional se vive como un “River-Boca”, una guerra a todo o nada, y así nos va… camino a la nada.



Pero no desesperemos, porque la Sra. Presidente alienta aun algunos visos de realidad. Públicamente ha reconocido no ser una genia, circunstancia que implicaría la posibilidad de hacer desaparecer a algunos “indeseables”. Más allá del lapsus político, la Señora Presidenta parece fantasear con una solución mágica a sus problemas. Al contar los días que le faltan nos hace sospechar que imagina poder volver a Calafate “su rincón en el mundo”, para convertirse en una figura consular como le está reservado a los grandes estadistas…



Sospechamos o mejor dicho creemos que no será así.



Los recientes fallos judiciales parecen demostrar que estamos dejando de lado esa costumbre colonial de solo aceptar las leyes que nos gustan. Como estamos celebrando el Bicentenario (Aunque no parezca, ya que la Fragata



Libertad deberá abandonar la regata organizada por este gobierno, debido a “falta de presupuesto”. ¡Pobre Alte. Brown!), vamos a recordar la antigua consigna de “Se honra pero no se cumple”, que estampaban los cabildantes sobre las leyes venidas de la metrópolis. La Sra. Presidente y su marido han caído en este tentador procedimiento de descartar normas incómodas que no condicen con su proyecto de país. Después de todo, se creen señores feudales.



Sin embargo no son una excepción al sistema, muy por el contrario, la Sra.

Presidente y su conyugue legislador son, como el común de los argentinos, reticentes a obedecer un ordenamiento impuesto con el que siempre encontrarán motivos para discrepar.



La Señora es un claro emergente de la tendencia criolla de escaparse por la tangente, de estacionar donde le plazca y después quejarse de la boleta, de cruzar las calles por donde le gusta y cortar el tráfico por razones que nada le importan a los transeúntes… en fin, todas esas cosas que constituyen las delicias de los conductores porteños.



La Sra. Presidente está extraviada en su laberinto, armado de verdades a medias, ideologías flexibles, mentiras estadísticas, argumentos fluctuantes y falacias institucionales. Enfrascada en su discurso, sin otro norte más que el resentimiento inconducente, se prepara para una próxima embestida contra el orden institucional.

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