Empieza a quedar demostrado (“Kirchner lo hizo”), que la sistematización de la destrucción de los partidos políticos, no beneficia ni siquiera al oficialismo que hoy transita el camino que sembró. El justicialismo no identifica en Cristina, a su candidata.
Por María Herminia Grande
Extraño país la Argentina en el cual enterarse de lo que pasa –como dice Kovadloff- no es lo mismo que comprender qué sucede. Con las excepciones del caso en todos los niveles, Argentina fue adhiriendo al complot de la ignorancia. Insisto, si bien voluntades individuales se esmeran por hacer de este país una nación integrada al mundo del conocimiento, desde los lugares donde esto pasa a ser una responsabilidad, no se actúa en consecuencia. Quien realiza este análisis no adhiere a la teoría de la conspiración estructurada, pero sucesivas políticas erróneas conducen a la sistematización de la ignorancia. Negar la información, desvirtuarla, tergiversarla, corromperla, forman parte del camino de ida a la ignorancia. El camino de vuelta, es decir la aceptación, depende del individuo-habitante de Argentina. Si se concurre al mercadito, o al supermercado, o a la carnicería, o a la panadería, o a la verdulería y se toman como ciertas las publicitadas estadísticas del INDEC, entonces hay una sociedad que se convierte en actor del complot de la ignorancia.
Moreno es Kirchner, Cristina también lo es. A cuarenta y cinco días de las elecciones nacionales el gran interrogante es si mayoritariamente los argentinos adherirán al complot de la ignorancia. A tal punto Cristina es Kirchner, que el Presidente no dejó tribuna política por protagonizar, para llenarla de “cristinismo” en Buenos Aires en donde se librará la madre de las batallas (recordar que el siempre bien informado José Luis Barrionuevo aportó a los datos de esta columna tiempo atrás diciendo: “para que no haya ballotage la fórmula presidencial deberá obtener en Buenos Aires el 57% de los votos”); mientras la senadora protagonizaba en Europa un nuevo estilo de campaña: el shopping político con personalidades europeas. Sus contactos internacionales no impidieron que su esposo, insólitamente, se ponga al frente de la negociación por el precio de la papa. Al cierre de este análisis el $1,50 prometido por Kirchner para el kilo de papa, parece que sólo puede adquirirse en la zona de influencia de la Casa Rosada.
También en Europa Martín Redrado, desde Londres, integrante del gobierno desde la presidencia del Banco Central, dijo “estamos profundamente preocupados por la inflación” y agregó “no hay lugar para la complacencia en este tema”. La osadía de Redrado de decir lo que todos conocen y nadie dice en voz alta, puede deberse a un acto de honestidad intelectual del funcionario o a un impensado “sincericidio”.
Es importante analizar como se comportaron los sectores que saben perfectamente que Redrado dijo lo que es, para entender por qué Argentina juega por acción u omisión al complot de la ignorancia, dado que quienes no ignoran lo dicho por Redrado se asombraron públicamente ante lo expresado por el presidente del Banco Central ante inversores en Londres.
En este proceso electoral camino a la definición nacional del 28 de octubre, los grandes centros electorales le han dicho no, a los candidatos kirchneristas; no obstante no encontrar referencias claras a nivel nacional para expresarse de la misma manera. Existen casos asombrosos como el que se refleja en la provincia de Santa Fe. El socialista Hermes Binner gana las elecciones a través de un Frente, pero a la hora de su correlato nacional, teniendo al presidente de su partido, Rubén Giustiniani, como binomio de la fórmula presidencial junto a Carrió; dice: “voy a votar por Carrió porque no se puede cortar la boleta”. Y sin dudar de la honestidad de sus palabras, esta analista cavila ante la duda de si en la soledad del cuarto oscuro el hoy gobernador electo Binner, no se confundirá de dama al elegir la boleta…
Lavagna no ha logrado hasta hoy que su solvencia técnica se traduzca en atracción electoral. Tal vez porque se sintió más cómodo con el radicalismo que con el justicialismo no kirchnerista.
Empieza a quedar demostrado (“Kirchner lo hizo”), que la sistematización de la destrucción de los partidos políticos, no beneficia ni siquiera al oficialismo que hoy transita el camino que sembró. El justicialismo no identifica en Cristina, a su candidata. Más allá de que un sector importante del mismo, por distintas razones, termine votándola. El radicalismo tampoco encuentra ni en Cobos ni en Lavagna su mejor exponente. Carrió no encuentra su destino y el socialismo no la ayuda.
En Córdoba, Juez con su nuevo partido siente en carne propia aquello de “billetera mata galán”, dado que su propio compañero de fórmula a vicegobernador y el ya electo intendente de Córdoba, lo dejaron solo.
Sin partido político no hay democracia sostenible. Y más allá de quien resulte Presidente el próximo 28 de octubre, para romper el grave complot de la ignorancia deberá, por convicción o por necesidad, volver al esquema tradicional de las democracias consolidadas, cual es el fortalecimiento de las instituciones y rol protagónico de los partidos políticos.
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