El presidente deambula suplicando voluntades para el 28 de octubre, con gesto plañidero y con su nueva manía de tratar de llorar en público.
Habla de su esposa como si necesitara un reaseguro para que no termine colgada de un farol… como Elena Petrescu de Ceaucescu.
Pero súbitamente, irrumpen en su garganta los gritos de amenaza y de venganza para recordarnos a todos que lo cruza un gran temor.
Si hubiese que elegir un ejemplo universal de la cobardía, no dudaría un instante en señalar a los compadritos como Kirchner.
La técnica del alarde de balandrón, de milonguero despechado, lo muestra claramente como un punguista de las glorias ajenas, un valiente apaleador de los tullidos y un severo humillador de los pusilánimes.
Es, por excelencia, un arreador de los borregos y también sabe ser un hábil fabricante de leña… del árbol caído.
Como se ve, no son pocos los riesgos que se anima a tomar este "Enorme audaz" de la política latinoamericana.
Mide con especial cuidado el golpe para no martillarse el dedo. Envía exploradores a verificar la agonía de algún "ícono" molesto, que él quiere fulminar, y así , una vez que lo tiene exánime ante su vista, irrumpe con su capa de seda y con su espada de plástico.
Con el "golpe de gracia" con una cara de recio que lo hace aparecer, sólo a él, como el valiente triunfador de una puja fragorosa y difícil, con los hechos consumados ya, en un triunfo irreversible que lo reconoce como el único autor al que debe aplaudirse.
La proclama estrepitosa del exterminio de los réprobos, que es hecha a los gritos, es un escenario que él busca repetir una y mil veces para consolidar, ante la impavidez social, el gran estereotipo del "audaz" y el "arriesgado", el héroe ultramontano cuyo rigor y autoridad, sólo admiten como respuesta el temor o la veneración, cuando no la abnegación, que es la hija putativa de ambos. Y "virtud" vergonzosa de los siervos.
Escarmentador temible de cualquier contrapoder, taita de todos los taitas, implacable y severo admonitor de quienes se atrevan a oponérsele siquiera expresando una disidencia de menor cuantía.
Pero en verdad, enseguida se puede ver :
Muy pronto aflora lo que es : Un verdadero farabute.
Y con una total objetividad, cuesta entender, sin embargo, la poca o nula dignidad de una dirigencia empresaria y política que es muy temerosa de estos gambitos de compadrón a la violeta que nos han hecho revivir intensamente las páginas más notables del tango de Cadícamo.
Se dirá que lo hacen por conveniencia. Y puede ser.
Allí desembocan sus miserables dignidades, entregadas oblicuamente a un tipo que conocen muy bien… como un egregio comensal del vicio.
Les importa un rábano la herencia malsana de esa infamia, superior a todo freno ético. Convertidos en alfombras, vuelven a sus casas a ver a sus hijos… a darles consejos morales sin que se les caiga el rostro a pedazos.
El compadrito jamás arriesga .
Capaz de poner sus plantas sobre un guapo atropellado por un auto, saca su puñal y lo muestra a todo el mundo para escriturar la foto del agravio y su condigno castigo.
Inmoral por vocación, elige el ropaje de la simulación y la hipocresía para abrevar coraje artificial desde algún aplauso y enmascarar mejor el enorme susto del que vive transido en su soledad.
Cree que la diplomacia pertenece a las cosas infecundas de la política y por eso, agravia a cualquier extranjero explotando un nacionalismo popular y una xenofobia de la que no sería capaz de hacerse cargo en persona.
Se frena en seco cuando no puede pisar sobre seguro.
Pero lo interesante, para ponerle la lupa a este terrible fantoche, presunto defensor de injusticias, abusos y opresiones, que es hábil para ensañarse con quien depone las armas y que por eso ya no encierra peligro, es observar con cuidado la metodología que emplea para poder, al fin, pisar sobre seguro.
Una cáfila encorbatada de montoneros, en derredor suyo, después de haber cambiado el fusil por el movicom , escuchan sus hazañas de los años 70 y ya empiezan a sentir mal olor.
Entre casa, la juega de combatiente avezado, contando cicatrices que nunca muestra.
Roberto Barboza le puso un broche de oro, con su tango "As de Cartón" :
"Vos cebabas el mate- en una timba
que en la cueva tenía- don Melitón
fuiste el mandadero, de los cafiolos
y venís áhura.. a contarla - de gran matón".
"Te llamaban el ganso,- porque de otario
te habías ganado- tu credencial
tu chanza mejor- fue aquel prontuario
por ladrón de gallinas - en un corral".
¿ Que hizo este gobernante en nombre nuestro y que hará su esposa ?
Hemos visto informes inquientantes de dos embajadores en uno de los cuales se lee textualmente:
" Es muy difícil tratar de hablar con este hombre. Tiene el preconcepto antes que la cordura y quiere hacerlo todo en público para humillar al que tenga adelante".(sic)
Lo hace, porque eso agrada a unas grandes mayorías de pobres, puestas, por él mismo, en contra de una opulencia que, al serle propia, trata de ocultar .
Los compadritos a la violeta siempre escrutan a sus semejantes con ojo enemigo .
Y desde el barro en el que chapalean sus conductas de cobardes.
Las páginas de Cadícamo y Barboza nos permiten así, de una vez por todas, verles… a él y a ella , el hilo de la careta.
Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar
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