Por el Lic. Diego Gonzalo Díaz
Radicales K, radicales en el Pro, radicales del ARI, radicales lavagnistas, radicales en Recrear. Los afiches no mienten, las calles empapeladas de elecciones no muestran ni el más mínimo rastro del otrora gran y centenario partido: la UCR, Unión Cívica Radical. Aquel que hasta hace poco tiempo supo compartir alternadamente el poder con el Partido Justicialista, sufre hoy una agonía con sabor a muerte.
La diáspora generada por la renuncia de Fernando de la Rúa a la Presidencia de la Nación, no solo pulverizó al Frepaso sino que agudizó la falta de representatividad que tenía el viejo partido de Irigoyen desde las épocas de Raúl Alfonsín y su entrega anticipada del gobierno en 1989. En aquellos tiempos, el resurgimiento radical se apoyó en el empeño puesto por sus militantes en darle el empuje que el partido necesitaba y que más allá del traspié de Horacio Masacessi en 1995, logró posicionarlos en su pico máximo en 1997 con la formación de la Alianza. La etapa posterior a Diciembre de 2001 no tuvo la misma predisposición por parte de los adherentes al partido, los pocos que decidieron quedarse a pelear por la UCR, se toparon con un electorado que les daba la espalda o con algunos escraches de moda.
El devenir de los acontecimientos no privó a la UCR de tener emergentes que protagonizan la actividad política argentina post 2001, pero ambos salieron expulsados por ese gran terremoto que sacudió al país, uno hacia la derecha y otra hacia una moderada centro izquierda. Los hoy presidenciables Ricardo Lopez Murphy y Elisa Carrió ya no pertenecen al mismo partido sino que se distanciaron para formar sus propias fuerzas y ejercer la oposición desde sus espacios propios, Recrear y ARI. De hecho, cuando en las últimas semanas estuvieron a punto de unir fuerzas en el marco de la Coalición Cívica (¿una especie de Alianza?), ambos candidatos no estaban haciendo más que volver a su pasado reciente cuando compartían listas bajo el escudo de la UCR. Otro caso de un dirigente radical con uno de los perfiles de proyección más interesantes de los últimos tiempos como Julio Cobos decidió subirse a la maquinaria del monstruo electoral oficialista encabezado por Cristina Kirchner y desafiliarse a su partido de origen.
Al día de la fecha, los radicales se encuentran diseminados por gran cantidad de partidos políticos y los que todavía pertenecen a sus filas están decidiendo si apoyar la candidatura presidencial de Roberto Lavagna o impulsar un candidato propio, con buena imagen, pero con poco arrastre de votos como Rodolfo Terragno , Ricardo Gil Lavedra o Angel Rosas.
Resulta difícil hacer un análisis sobre la Unión Cívica Radical sin recordar la historia de sus presidentes, historias de golpes militares, salidas anticipadas o renuncias irrevocables. Todos ellos entrarán en la historia como hombres íntegros, grandes legisladores o políticos honestos, pero débiles para ejercer el ejecutivo. Se deben tener en cuenta muchas aristas para pensar esos momentos, tanto internas a cada primer magistrado como externas, de boicots y lecturas muy erróneas de la realidad.
Lo cierto es que hoy la UCR está pasando su peor momento y no parece recomponerse a corto plazo. Sus dirigentes, en lugar de cerrar filas y recomponer, apelan a la otra vieja costumbre del partido como es la de formar alianzas o frentes electorales en los que nada ganan y mucho aparato ponen en juego.
No sería descabellado pensar que los radicales adopten la operatividad de un partido nuevo; ganar adeptos desde su labor legislativa, sumar fuerza hacia un candidato interno y nuevo que encarne los preceptos de la denominada nueva política, y no crear frentes. La línea de llegada de este proceso está en volver a mostrarse nuevamente como un partido fuerte. Porque la historia lo avala y su creador Leandro N. Alem lo dijo: "Que se rompa, pero que no se doble".
domingo, 2 de septiembre de 2007
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