miércoles, 27 de mayo de 2009
LO QUE SIENTEN AL MATAR
Lo que los terroristas sienten al matar
Palabras en el acto de homenaje a los policías asesinados en Rosario.
“Muchos de los guerrilleros que salieron de colegios religiosos de Santa Fe, creían que estaban siguiendo la causa de Dios. No cometamos, entonces, la locura de volver a consentirlos.”
Por el Dr. Javier Vigo Leguizamón
En su libro “Los Abusos de la Memoria” relata Tzvetan Todorov que los hechos dolorosos del pasado pueden leerse de manera literal o ejemplar. La lectura ejemplar tiene lugar cuando extraigo una lección de ese pasado que se convierte en principio de acción para el presente. David Rousset actuó de esa manera pidiendo a sus compañeros de cautiverio en los campos de concentración nazis que condenaran con igual rigor las atrocidades que en ese momento acontecían en los campos de concentración soviéticos.
Ese llamamiento produjo el efecto de una bomba entre sus compañeros comunistas, que se negaron a llevar adelante la investigación. Ellos tenían una visión sesgada de la historia, una memoria literal.
¿Con qué clase de memoria se recuerda este horrible atentado de Montoneros, que, como parte de su plan criminal, costara la vida de policías y civiles?
No sería extraño que – como ha ocurrido con los casos de Argentino del Valle Larrabure, Humberto y María Cristina Viola- leyésemos en algún diario que ellos, fueron “ajusticiados”, no vilmente asesinados.
¿Qué derecho tenían para ajusticiar a alguien? ¿Qué derechos tienen ciertos periódicos para continuar irresponsablemente difundiendo la lógica de violencia que olvidó el sagrado valor de la vida?
Mis preguntas tienen relación con un tema crucial planteado por el entonces Cardenal Ratzinger en la conferencia “El Ocaso del hombre. La apuesta por la fe”, [1] que diera años atrás en la Universidad de Cambridge.
Denunció allí que “desde sus propias raíces el terrorismo es un moralismo ciertamente desviado, que se convierte en una cruel parodia de las metas y caminos auténticos de la moralidad… En el terrorismo la moral reside no en el ser, sino en el futuro. Es el hombre quien debe proyectarla. El único valor moral que se da es la sociedad futura, en la cual será realizado todo aquello que ahora no existe. En el presente, pues, la moral consiste en el afanarse por esta sociedad futura. De esto se sigue que el criterio moral nuevo suena así: moral es lo que sirve para el advenimiento de la nueva sociedad…La moral se torna “científica”: tiene por meta no un “fantasma”: el cielo, son un fenómeno producible: la nueva era.
En Europa ha habido, gracias a Dios, un vasto decaimiento de las prácticas terroristas; pero los fundamentos morales del terrorismo no han estado sujetos a superación y hasta tanto no suceda esto, pueden volver a emerger en cualquier momento…”.
El tema fue también por abordado por Juan Pablo II en un documento memorable titulado “No hay paz sin justicia. No hay justicia sin perdón” donde denunció que “el terrorista piensa que la verdad en la que cree o el sufrimiento padecido son tan absolutos que lo legitiman a reaccionar destruyendo incluso vidas humanas inocentes. ... Pretender imponer a otros con la violencia lo que se considera como la verdad, significa violar la dignidad del ser humano y, en definitiva, ultrajar a Dios, del cual es imagen...¡No se mata en nombre de Dios!...; las injusticias existentes en el mundo nunca pueden usarse como pretexto para justificar los atentados terroristas. Si nos fijamos bien, el terrorismo no sólo instrumenta al hombre, sino también a Dios, haciendo de él un ídolo del cual se sirve para sus propios objetivos. El terrorismo se basa en el desprecio de la vida del hombre. Precisamente por eso, no sólo comete crímenes intolerables, sino que en sí mismo, en cuanto que recurre al terror como estrategia política y económica, es un auténtico crimen contra la humanidad”.
El profundo y certero análisis del recordado pontífice, coloca sobre la mesa la indiscutible responsabilidad de los educadores. Muchos de los guerrilleros que salieron de colegios religiosos de Santa Fe, creían que estaban siguiendo la causa de Dios. No cometamos, entonces, la locura de volver a consentirlos. Condenémoslos vehemente donde los veamos resurgir. Rescatemos el valor de todas las vidas, no importa lo que cada uno piense.
¿Cabe preguntarse esta tarde qué habrán pensado los guerrilleros que hicieron detonar el artefacto explosivo, sabiendo que su acción troncharía vidas, sueños, proyectos, de policías que volvían de custodiar un partido de futbol?
Tal vez hallemos por analogía la respuesta, leyendo el libro Patriotas de la muerte, que refleja las investigaciones de Fernando Reinares respecto a lo que los terroristas etarras sienten al matar.
“Tuvimos a este hombre 24 días encerrado”- confiesa un etarra. “Hablamos de todo. Era muy campechano. Llegábamos a abrazarnos. Entonces un día me dijeron: “Oye… le tienes que pegar un tiro”. No me acuerdo de ningún sentimiento de pena por esa persona ni nada de eso. ¡No se mata a la persona! Incluso cuando uno de ETA que mata a un guardia civil o lo que sea, no mata a la persona. Estás atacando a un símbolo y si eres capaz de no ver a la persona… no sufres”.
Lamentablemente para muchos, los civiles y militares asesinados por la guerrilla parecen no haber tenido derechos humanos. Son símbolos, objetos, a acribillar.
Como abogado de Arturo Larrabure, Maria Cristina Picón de Viola y Nelda Vargas de López, tengo el honor de acompañarlos en la apasionante batalla jurídica para que dejen de serlo, una batalla que comienza a dar frutos. En esta ciudad de Rosario el Fiscal General Dr Claudio Palacín honró a la justicia argentina estimando que el crimen del Cnel Larrabure era, en principio, de lesa humanidad y debía ser investigado. Días atrás la Cámara Federal ratificó que el procedimiento legal que condujo al Dr Palacín a dictaminar era legalmente inobjetable, por lo cual su dictamen estaba vigente y debía cumplirse.
Ello enciende una luz de esperanza para esta nueva clase de desaparecidos: los desaparecidos de la memoria pública. Siempre he sostenido que las desapariciones fueron un grave error y que es hora de que todos los muertos descansen en paz. No obstante pienso que más doloroso aún que no saber dónde se encuentran los restos de los seres queridos, es comprobar que se intenta borrarlos de la historia como si nunca hubieran existido, como si no hubieran dado su vida por la patria.
Ojalá que el año entrante, al volvernos a reunir en este sitio, nuevas causas se hayan abierto, nuevos jueces y fiscales hayan comprendido y asumido la responsabilidad que la historia ha puesto sobre sus espaldas, para reconciliar la patria juzgando a todos.
[1] Cardenal Joseph Ratzinger: “El Ocaso del Hombre. La apuesta por la fe”. Papua, Ediciones Carrocio, l988, traducción Haydeé Copatti
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Publicado por Antoine en miércoles, mayo 27, 2009
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