sábado, 21 de noviembre de 2009
INTOLERANCIA
INTOLERANCIA POLÍTICA
Por Jorge Omar Alonso
“UN RACIONALISTA ES SENCILLAMENTE UN HOMBRE QUE CONCEDE MAS VALOR
A APRENDER QUE A LLEVAR RAZON, CREE QUE SOLO LA DISCUSIÓN CRITICA
PUEDE AYUDARNOS A SEPARAR EL GRANO DE LA PAJA EN EL TERRENO DE LAS IDEAS”
KARL POPPER.-
La intolerancia política atraviesa a nuestro País. Se trata de aniquilar al adversario con agravios de todo tipo, rehuyéndose el debate civilizado. En este tipo de lucha se utilizan también signos e ideologías de otros tiempos y otros ámbitos ya superados.
Constituye un elemento esencial de una sociedad abierta la tolerancia a la multiplicidad de opiniones y teorías y la búsqueda de la verdad servirá para esclarecer a la ciudadanía. La discusión que nazca en ese aspecto debe ser racional y no arrojando prontuarios. El debate tipo barricada no sirve, no es de esta época y la violencia aunque sea en el terreno de la dialéctica no esclarece absolutamente nada.
Por otra parte ante toda imposibilidad de verdades objetivas o absolutas se debe dar el debate racional y mesurado, porque de la palabra agitada nace la violencia que puede llegar a ser física.
Esa a todas luces productivo un cambio de ideas racional sin tratar de eliminar al adversario político, sino tratando de rebatir inteligentemente sus propuestas con otras mejores.
Todas las sociedades están cruzadas por conflictos de variada índole, sería una necedad no reconocerlo puesto que es parte de lo que Kant llamaba la “insociable sociabilidad” del ser humano.
Pero deben hacerse los esfuerzos necesarios para que el debate se mantenga dentro de los carriles de la racionalidad.
La sociedad argentina se encuentra violentada, dividida y enervada a causa la intolerancia política que ha bajado desde lo más alto del poder de la Nación. La discusión política está cerrada.
Jürgen Habermas como analista del auge y la declinación de la esfera pública, había estudiado la existencia del público crítico y bien informado con respecto a las políticas públicas. Sostenía que el sano funcionamiento de las democracias no dependía exclusivamente de las relaciones formales entre las instituciones de un Estado, sino de la calidad de los debates públicos.
En Argentina ni formalmente existe una relación institucional, dado que precisamente las instituciones que componen el Estado, han sido ocupadas por una bastardía que las ha usado nocivamente.
Si bien puede encontrarse aún una parte minúscula de ciudadanos informados y críticos, es tal el grado de intolerancia que prima en el País que todo intercambio de ideas o posturas se encuentra anulado.-
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