miércoles, 20 de enero de 2010

CHILE : BARAJAR DE NUEVO


Río Negro - 19-Ene-10 - Opinión


EDITORIAL
Una nueva etapa en Chile

Para muchos, el triunfo ajustado pero así y todo claro del conservador moderado Sebastián Piñera en las elecciones chilenas sólo sería explicable si el presidente electo fuera dueño de una personalidad carismática irresistible. Al fin y al cabo, la presidenta saliente, Michelle Bachelet, disfruta de un índice de aprobación rayano en el 80% y de común acuerdo los gobiernos de la Concertación centroizquierdista han estado entre los más exitosos del mundo moderno, ya que es en buena medida gracias a ellos que Chile parece destinado a ser el primer país latinoamericano que logre salir del atraso para incorporarse al Primer Mundo. Pero aunque no cabe duda de que la imagen de Piñera es más atractiva que la de su contrincante oficialista, el ex presidente Eduardo Frei, dista de ser un orador cautivante. ¿Por qué, pues, consiguió más que ningún otro dirigente "derechista" del último medio siglo? La respuesta tiene que ver con la evolución tanto del conservadurismo chileno como de la sociedad. Sin habérselo propuesto, la Concertación, al gobernar durante veinte años con una mezcla juiciosa de sentido común y sensibilidad social, hizo de Chile la clase de país en que, como sucede en todas las democracias maduras del planeta, un conservador declarado podría triunfar en elecciones libres con el apoyo no sólo de los relativamente acomodados sino también de muchos pobres que respetan los valores que presuntamente representa. Por su parte, los conservadores de mentalidad liberal liderados por Piñera supieron alejarse del pinochetismo para constituir un movimiento que, según sus simpatizantes, se asemeja bastante al encabezado en Francia por el presidente Nicolas Sarkozy.

Luego de dos décadas en el poder, la Concertación ha mostrado últimamente señales de cansancio, de suerte que no le vendrá nada mal un período en el llano en que podrá rejuvenecer su ideario y permitir el surgimiento de una nueva generación de líderes. El candidato derrotado, Frei, y el ex presidente Ricardo Lagos parecen conscientes de la realidad así supuesta. No bien se confirmó el triunfo de Piñera en base a las proyecciones iniciales, Frei lo felicitó, lo que, además de ser una manifestación de madurez democrática de la que nuestros políticos podrían aprender mucho, fue un modo de quitar dramatismo al resultado. A diferencia de lo que sucede en la mayoría de los países de la región, los dirigentes chilenos claramente entienden que la alternancia en el poder es de por sí positiva y que es perfectamente normal que el electorado haya preferido dar una oportunidad a la oposición a pesar de que, según todas las pautas, su propio gobierno haya sido muy bueno.

Antes de la salida definitiva del régimen dictatorial y, se revelaría, llamativamente corrupto de Pinochet, hubo buenos motivos para temer que la izquierda chilena cayera en la trampa populista, con consecuencias desafortunadas para los habitantes de su país, en especial para el 40% que en aquel entonces vivía por debajo de una línea de pobreza nada generosa, pero la Concertación consiguió eliminar las dudas en cuanto a su capacidad para gobernar con racionalidad. Ahora le corresponde a la Coalición por el Cambio de Piñera probar que la centroderecha es igualmente confiable. No le será del todo fácil. Aunque en la actualidad Chile es un país mucho más próspero que el de veinte años atrás, sigue siendo abultada la deuda social y al próximo gobierno podría resultarle difícil mantener tranquilos a los sindicatos. Piñera, un empresario multimillonario, se ha comprometido a privilegiar la eficiencia y estimular la iniciativa privada con la esperanza de hacer todavía más dinámica la que ya es la economía estrella de América Latina, además de luchar con más denuedo contra la delincuencia común y este flagelo continental que es el narcotráfico. Se trata de un mensaje que le ganó adeptos en la nueva clase media, que se ha conformado merced a decisión de la Concertación de seguir, en lo que concierne a la economía, por el camino que eligió la dictadura en la segunda fase de su gestión, y también entre los pobres que aspiran a integrarla. Si Piñera logra satisfacerlos, su gobierno aportará lo que aún le falta a Chile para convertirse en una democracia equiparable con las del mundo desarrollado.

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