viernes, 1 de enero de 2010

LA CULPA....


La culpa la tuvo el otro

En 1950 el gran Luis Sandrini filmó con la dirección de Lucas Demare, la película que da título a esta última entrega de CORREO DE BUENOS AIRES en el último día de 2009. Nada mejor entonces que recordar el consuetudinario deslinde de responsabilidades por parte de la dirigencia argentina de los males que, reiteradamente, suelen aquejar a la sociedad. Si bien ese equivocado accionar no es patrimonio exclusivo de las actuales administraciones y existen sobradas muestras de ello, últimamente se han producido algunas situaciones que pintan de cuerpo entero de qué manera los funcionarios suelen descargar sobre otros su ineficiencia, torpeza o dejadez en el manejo de la cosa pública.

Se encuentra en sus estertores una gran inundación en la Ciudad de San Antonio de Areco, provincia de Buenos Aires, con miles de evacuados que se vieron en la necesidad de abandonar con rapidez hogares y pertenencias con importantes pérdidas económicas y afectivas. Rápidos para los mandados, el gobernador de ese distrito como el ministro nacional de Planificación señalaron a productores agrícolas como responsables de la situación y comunicaron que realizarían sendas denuncias penales para que se investigue si la construcción de canales clandestinos para el desagote de sus campos propiciaron la gran inundación.

Se hayan construido o no tales drenajes, la actitud de los funcionarios es idéntica a la que se esgrimió el pasado febrero cuando en Tartagal, Salta, un alud de barro y agua arrasó la ciudad. En ese caso, las esferas oficiales y ciertas usinas ecologistas internacionales también responsabilizaron a los agricultores por el desmonte y la tala furtiva, sin hacer mención que tres años atrás, en abril de 2006, se había producido en la misma ciudad el mismo problema y donde se habían señalado como posibles culpables a los mismos responsables que hoy se sindican.

Y como los agricultores argentinos son los causantes de todas las pestes conocidas y por conocer que asolan al Gobierno, es necesario recordar la quema de pastizales en el Delta entrerriano que durante el 2008 y principios del 2009 afectó la visibilidad de importantes rutas cercanas al lugar mientras que la humareda llegaba a la mismísima capital del país.

Sin poder desconocer la evidente inquina que el matrimonio real y sus acólitos sienten por los hombres y mujeres de campo, animadversión que no ha de cesar y que por el contrario continúa en paulatino aumento, lo cierto es que esta ciudad tan rica suele inundarse con asiduidad y que se conozca, aún no se han visto plantaciones de soja sobre el asfalto y las veredas de las principales avenidas y mucho menos canales construidos por sus habitantes, aunque suelen verse botes por sus arterias en esos simpáticos, repetidos y húmedos días de inundación.

Pero como existe vida más allá del campo, el ministro de Seguridad bonaerense le sacó el cuerpo a la responsabilidad del puesto que ocupa y que nadie le obligó a aceptar (se supone), y si el año pasado había denunciado al juez Luis Arias por no presentarse en el fuero penal y declarar sobre casos concretos en que la policía provincial habría reclutado menores para delinquir, apurado por la ola de inseguridad que se extiende sin cesar por ese territorio, acaba de presentar una denuncia penal en donde dice que los últimos asesinatos por parte de menores "podrían haber sido instigados por personal policial en actividad, retirados o exonerados con el objetivo de desestabilizar' al gobierno del Daniel Scioli. No sorprende que la denuncia fuese apoyada por el ala izquierda del género en la Corte Suprema, Carmen Argibay, cuando dijo: "Stornelli sabe lo que dice".

La desinformación de los funcionarios parece no tener límites porque se deduce que deberían haber estado en conocimiento de los posibles desmontes, canales y reclutadores de menores asesinos que denuncian con la suficiente anticipación para que esos daños sobre los bienes y las vidas de las personas no se produzcan. Y el hecho de presentarse ante los estrados judiciales en nada diluye su responsabilidad, porque si no sabían lo que estaba sucediendo no son aptos para el puesto que ocupan y si estaban en conocimiento, mucho menos. Y en ambos casos son punibles.

El "Yo no fui" cuando todos saben que sí, que fue o que fueron, implica una ausencia de responsabilidad muy conocida en la etapa adolescente del ser humano. El pasaje a la adultez significa ni más ni menos que hacerse cargo, de todo lo propio: hasta de la cara y del apellido. Da la impresión que la tan vapuleada ética protestante señala un camino diferente cuando descubierto, un hombre público s arrepiente y pide perdón de sus amoríos extramatrimoniales ante la prensa, acompañado por su mujer e hijos.

Aquí, un juez que hace diez años visitaba con frecuencia un burdel masculino es hoy estrella mediática de la Juricatura, y una ministra de Economía que no acertó balbuceo cuando se encontró en el baño privado de su lugar de trabajo un bolso repleto de dólares, euros y pesos, presta en la actualidad patrióticos servicios en la constructora Doña Hebe.

No obstante, del lado de la población parece existir un importante caudal de responsabilidad en esta imprudente actitud de los funcionarios. El conocido "Que se vayan todos" significa desconocer la responsabilidad de la ciudadanía cuando los eligió. Podrá argumentarse que no se vota en positivo sino "en contra de" tal o cual. Podrá decirse que visto las continuas desobediencias de la Casa Rosada y sus distintos virreyes hacia la Corte Suprema, a quienes están prendidos al Poder les importa todo muy poco.

Pese a ello sería recomendable que los electores comenzaran a poner coto a tanto envanecimiento infantil para lograr que los funcionarios de cualquier condición se hagan responsables de lo que provocan y que no se vayan, que se queden, que se queden todos. Hay que dar tiempo al tiempo, apenas si dentro de seis años Argentina va a festejar sus primeros doscientos años de vida como nación independiente.
SALINAS BOHIL

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