jueves, 23 de abril de 2009
LAS OTRAS EPIDEMIAS
Sobre las otras epidemias que no son tema . . .
Autor: Gabriela Pousa
“No hay nada que más ayude al hombre a vencer o, por lo menos, a soportar las dificultades objetivas y las penalidades subjetivas que la conciencia de tener una misión que cumplir” F. Nietzsche
Mientras el gobierno sigue planteando la “agenda” y los temas de debate, van quedando relegados otros asuntos de igual o mayor trascendencia. No sé si es el temor o el oportunismo de cierto tipo de analista lo que hace que no pueda compartir la visión de un escenario político nacional signado meramente por los litigios que cubren las portadas de los diarios o que estipula, caprichosamente, la Presidente.
Las oratorias de Cristina, la virtualidad de las listas, el dengue que “vino para quedarse“, los vaivenes de la oposición, las leyes que se festejan como si fueran botines de guerra, las que no se sancionan porque es una buena revancha para esas otras, etc., NO es todo cuánto sucede hoy aunque así parezca.
Si bien se mira, hay mucho más aconteciendo en esta geografía sólo que no resulta “políticamente correcto” hacer mención de ello. Poco o nada tiene que ver las candidaturas testimoniales con la gobernabilidad ni con las crisis de los mercados. debates fútiles para cegarnos.
Tampoco la injerencia gubernamental en las empresas comulga en demasía con la recesión que se vislumbra en estos días. Hay un ‘parate’ en cosas más importantes.
Y mucho menos todavía hay forma de hablar de los muertos que va dejando esta peculiar “democracia” kirchnerista en relación con lo que acontece detrás de las fronteras donde la debacle, en todo caso, tiene su razón de ser, su comienzo y su perspectiva de solución o salida.
Aquí, por el contrario, las crisis son perpetuas: sin comienzo ni final, se superponen y nadie sabe a ciencia cierta si son económicas, políticas, sociales o si acaso son un invento para justificar la negligencia de los gobiernos. Posiblemente sean incluso una mezcla inexplicable de todo ello.
Y es que en la Argentina no hay forma de encarar un tema sin que surja el condimento político casero, bastante berreta y obsoleto.
Sin ir más lejos, si encaramos el tema de las necesidades básicas insatisfechas de los habitantes de villas miseria, la puja entre el gobierno nacional y el gobierno de la ciudad encuentra una trama de especulaciones que cercenan las soluciones. Y estas carencias nada tienen que ver, ni se pueden justificar con los desbordes hipotecarios de América del Norte o con las diferencias entre Sarkozi y Zapatero, por ejemplo.
Polemizan acerca de la propiedad de los terrenos donde se establecen los asentamientos marginales pero nada se dice sobre su incremento constante, y todo queda en peleas que se esgrimen en pro de generar descrédito en la otra vereda. Nadie debate cómo solucionar las carencias de las familias que habitan en esas condiciones míseras.
Si acaso, parte de esa gente corta la autopista, entonces, los políticos, los registran. Pero eso es casi un dato anecdótico cuando se ven niños que apenas caminan, descalzos y expuestos a los peligros más descarnados. Y a esos niños no se los ve únicamente cuando hay movilizaciones prefabricadas o no, obstaculizando el tránsito en la Autopista Illia, sino que se los veía antes, y puede seguir viéndoselos todos los días.
Posiblemente, al interrumpir el tráfico, asoman con más presencia ante cámaras y son utilizados por la porfía de la dirigencia que se bate a duelo buscando inútiles victorias pírricas. Ahora bien, cuando las cámaras no estaban y cuando dejan de estar, esos chicos siguen sin zapatillas y expuestos a la droga, a la prostitución en todas sus formas, y a la condena de por vida…
Mientras estas postales de la Argentina se consiguen a toda hora, los 365 días del año, Cristina Kirchner pasea bajo el eufemismo de “giras”, y en carácter de titular del PJ -o bajo esa máscara-, su marido determina lo que hay que hacer, y se hará en materia política, legitimado o no. Esa polémica será siempre efímera porque hace seis años pisotean la Constitución y nadie reclama ni se mosquea.
De ese modo, los fondos de las AFJP pasaron a sus manos, y con idéntica impunidad manda su “advertencia” a los empresarios para que los despidos no sean una epidemia: ‘Que siga siendo algo aislado como el dengue en todo caso…‘
Y aunque estos hechos parezcan graves, finalmente, son temas banales si tenemos en cuenta otros que se suceden, pero se silencian y se tapan con menudencias.
Apenas como una nota más se pudo leer un dato -que no gravita quizás como las subas o bajas del MERVAL-, aunque, en gran medida, ilustra la calidad de vida que se ha perdido en Argentina.
De nada sirven los datos macroeconómicos del país de ‘maravilla’ que se recitan, si algo más grave que la mentira del INDEC o las candidaturas electorales, está fallando día a día.
Durante los últimos 5 años se ha incrementado el uso de psicofármacos, y la cantidad de pacientes con enfermedades psicosomáticas que podrían explicarse, más que con un examen médico, con un análisis político que no se quede en el debate distractivo de una portada que cambia cada 24 horas, necesitada de ventas que repercutan en ganancias.
Cuando un accidente jaquea fuerte, entonces se debate un par de días qué pasa con la sobredosis de ansiolíticos o por qué crece desproporcionadamente el consumo de energizantes y el alcoholismo, en comunión con el desprecio por la vida…
Y la intervención estatal (no gubernamental que es distinta) en estos sucesos es mucho más esencial que la mano del gobierno -disfrazado de Estado- en la regulación de precios.
Así, retomando los “logros” de esta etapa K, cabría mencionar que han conseguido algo jamás visto desde la crisis del 2001: un apabullante aumento en los suicidios.
El diario Perfil dio cuenta de ello hace apenas unos meses cuando aseguró que el suicidio es una epidemia oculta, “una epidemia negada, un fenómeno patológico que afecta a un porcentaje de la población por encima de la media histórica”.
También como sucede hoy con el dengue, desde el Ministerio de Salud prefirieron hablar de “problema” en vez de epidemia. Los especialistas consultados coincidieron en que la prevención es la única solución, y que los esfuerzos de la salud pública deben estar puestos allí. Sin embargo, y a pesar que desde el mismisimo Ministerio aseguran que ya han empezado a trabajar con las provincias, falta todavía el marco jurídico para darle status a esa iniciativa.
La falta de expectativas, el ver un futuro incierto, y el sentirse despreciado por quienes han prometido y jurado velar por el bien común no son temas ajenos a ello.
No puede decirse que es casual que, en el 2007, por ejemplo, se hayan quitado la vida más de 3 mil personas en la Argentina, (una tasa de más de 8 suicidios cada 100 mil habitantes)
Desde luego que esta cifra no se conoce por un recitado en el atril del Salón Blanco, sino por estudios privados, y por un recorrer morgues donde los forenses no dan abasto con su trabajo, amén de no salir del asombro por este incordio: “los cuerpos que revelan el suicidio como causal de muerte tienen un promedio que va de los 20 a los 40 años.”
La incertidumbre y el cortoplacismo que se impone desde “arriba”, es espeluznante y cercena la vida. Nos enseñaron y se ensañaron en que vivamos siempre en la antesala de una crisis mayor que se avecina.
Si avasallan la libertad, si ganan las batallas judiciales los culpables, y pierden o vuelven a perder las víctimas, si los hijos, de la noche a la mañana, ven a sus padres enfermarse porque no trabajan para vivir sino que viven para trabajar, y así todo siempre peligra el sueldo familiar, ¿qué esperar?
Por más negación y gritos que profiera el Ministro de Seguridad y Justicia, en la Argentina se vive en un estado de indefensión e inseguridad que suma a la delincuencia y al crimen de todos los días.
Infartos, preinfartos, accidentes de tránsito porque la mente está en mil lados simultáneamente, y no en el volante exclusivamente; más disparos en la sien y masacres familiares completas sellan la postal de una Argentina que ha sido saqueada no sólo de plata sino de esperanzas y educación como para darnos cuenta que no puede una dirigencia de turno regir el rumbo de nuestra vida.
Es menester difundir que debemos ser artifices de algo mejor y “más vivible“, y además que -en cuestiones de vida o muerte- y del modo cómo se lo conciba, es únicamente Dios quien dictamina.
Son múltiples las razones y escapan a una nota como esta, ya demasiado extensa. Sumemos, por ejemplo, la falta de Maestros que guíen, la burla a los próceres que ensalzaban el patriotismo y el deseo de seguirlos, en plumas de historiadores que olvidan sus hidalguías y se mofan de sus miserias como si acaso alguien creyera que San Martín o Belgrano no tuvieron dudas, temores o llantos como cualquier ser humano; mas la nueva ‘iconografía cultural’ que se endiosa en la pantalla televisiva o en Best Seller oficialistas, genera pérdidas magnánimas.
Pero claro, éstas no se reflejan en la caída de la Bolsa porteña ni en los ‘salvatajes’ de los Kirchner u Obama.
No se trata de pesimismo ni de mostrar lo peor de lo malo. Hay siempre heroísmos que no salen en los diarios. Se trata simplemente, de hacer ver que hay otros hechos que no escapan al escenario político ni al ejercicio democrático aunque no se debatan en el Congreso ni se interrogue en reportajes sobre ellos.
Muchos pueden esgrimir que el futuro debe hacérselo cada uno. Concuerdo. Pero si en ese intento, el robo, la mentira, la corrupción, el desdén y la falta de respeto por el otro afloran como las únicas políticas de Estado, es difícil vislumbrar escenarios que permitan proyectarnos.
Todo está inevitablemente impregnado de lo cotidiano. Blandamos cacerolas cuando adelgace el bolsillo o suba el dólar pero sigamos en el mutismo mientras perdemos ciudadanos porque, el gobierno, antes que a las AFJP o a las empresas ligadas a ellas, ha saqueado sueños, proyectos y misiones que cumpliríamos como argentinos y humanos…
Muestran encima que se “triunfa” o se pretende “triunfar” robando y falseando escenarios, creando virtualidad para reemplazar una realidad que no asoma en la mayoría de los diarios ni se escucha en las voces altisonantes de los funcionarios. GP
©www.perspectivaspoliticas.info
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