jueves, 2 de abril de 2009

POST ALFONSIN


Situación internacional de Argentina al momento de la partida de Raúl Alfonsín


Estos primeros días de abril están marcados por dos hechos que tienen muchísimo más significado (para algunos) que la derrota del seleccionado de la AFA ante Bolivia por seis goles: el fallecimiento de Raúl Alfonsín y un nuevo aniversario de la recuperación de nuestras queridas e irredentas Islas Malvinas.

Es el momento en que se acercan al ex Presidente una multitud de flores verbales y escritas, mucho más coloridas y perfumadas que las reales. Ante semejante desborde de recuerdo laudatorio que sobrepasa con creces la capacidad memorística de esta publicación, CORREO DE BUENOS AIRES intenta explorar otras aristas del vacío que provoca la partida del ex Presidente.

Su fallecimiento priva a la socialdemocracia continental europea de su principal espada y contrapeso ante los ímpetus de la diplomacia y los negocios ingleses y estadounidenses en territorio argentino. De hecho, Alfonsín dominó la escena política de los últimos treinta años: primero como candidato a la Casa Rosada, luego como su ocupante y más tarde como gestor principal del pacto de Olivos junto a Carlos Menem y como aval de la gobernabilidad que tuvo como cara visible a Eduardo Duhalde luego del caos del diciembre de 2001.

La dirigencia europea, por su milenaria historia y sus estrechos lazos de sangre con la Argentina inmigrante, siempre se mostró más proclive a facciones moderadas de la política criolla que sus pares norteamericanos, acostumbrados a la estrategia del “Elefante en el Bazar”, característico de ciertos sectores del Departamento de Estado. Éste, desde sesenta años a la fecha, se ha mostrado inclinado a girar la cabeza y taparse la nariz cuando no a apoyar abiertamente la intervención de otras Fuerzas Armadas en lugar de las propias en circunstancias que se veía impedido de intervenir directamente en defensa de sus intereses, o a tolerar al peronismo en cualquiera de sus variantes: la estatista nacional y populista, la privatizadora “neoliberal” o la revolucionaria tercermundista.

En épocas de botas lustradas y urnas bien guardadas, fue estéril el empeño de Antonio Cafiero en convencer a sus compañeros del PJ de las bondades de la socialdemocracia y las condiciones de Willy Brand como líder y financista de esa corriente política. Eran otros tiempos. Algunos militantes de la resistencia peronista habían partido a refugiarse bajo el paraguas mazorquero de Castro mientras que otros encontraban refugio en las enseñanzas y los maletines de Mao. Curiosamente, o quizás no tanto, fueron predecesores de la defensa de los capitalismos de Estado a los que la clase dirigente kirchnerista presta su consentimiento para realizar toda clase negocios: el socialismo bolivariano del siglo XXI y el “comunismo” chino, sin considerar su natural condescendencia hacia la Casa Blanca que no se diferencia de las “relaciones carnales” de Menem-Di Tella por más que, de cuando en cuando, lance al vacío algunos tarascones desde un micrófono oficial o le prenda fuego mediante ocultos acólitos a flameantes barras y estrellas.

Francia tuvo fuerte influencia en el gobierno de Raúl Alfonsín, a tal punto que su canciller, Dante Caputo, que no estaba en ese tiempo afiliado a la UCR, fue el único ministro que duró los cinco años y medio de su gestión. Se especula que ese nombramiento fue consecuencia directa del fuerte apoyo económico y logístico que prestó el país galo a través de sus empresas a la campaña electoral del radicalismo

¿Quién será capaz de reemplazar a Alfonsín como portavoz socialdemócrata de los países europeos? Es un gran desafío que tiene por delante la UCR, tan atomizado y carente de figuras convocantes como el peronismo tradicional o el neoperonismo que encara Macri, una socialdemocracia de teflón al estilo Béliz, Bordón o Álvarez y continuadora de las políticas “progresistas” de sus antecesores, Ibarra y Telerman.

En cuanto a política internacional se refiere, la dirigencia argentina continúa al garete debido a que oscila entre el intercambio de sábanas con la socialdemocracia europea continental, Londres, Estados Unidos, Castro, Chávez, Brasil, China o quien le preste dinero que le permita mantenerse en el poder. Los constantes viajes de sus Presidentes al exterior son insignificantes en cuanto a importancia para los argentinos, porque a pesar de ser extensamente publicitados no mejoran sus estándares de vida, lo que debería ser la principal preocupación de los administradores temporales del Estado.

Después del pase de la derecha conservadora en los años 40 a las filas norteamericanas, a Gran Bretaña le basta en la actualidad con favorecerse a través de la izquierda nucleada en el FrePaSo y en el amplio menú ecologista de Greenpeace que es un excelente defensor de los intereses pasteros celulósicos de capitales “chilenos”. La principal preocupación de Washington debería ser la estabilidad política y económica de Argentina porque el territorio nacional, y en especial esta ciudad y la provincia de Buenos Aires, tienen la evidente misión internacional de servir a su costo como desagüe receptor de las inequidades existentes en los países limítrofes. A la vez, todas las potencias al unísono, exigen el pago de los intereses de una fenomenal deuda externa que nunca –parece– terminará de desangrar los bolsillos de los argentinos.

Pero si es cierto que "Primero está la Patria y después los hombres", el 2 de abril es fiesta. Y hoy lo es. Todo el día, con su respectiva noche. A festejar.

SALINAS BOHIL

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