sábado, 9 de mayo de 2009

ASUSTAN AL PUEBLO


ES LAMENTABLE QUE ASUSTEN AL PUEBLO

Por Jorge R. Enríquez

Desesperados al comprobar cómo el poder se les va licuando -y temerosos de un inminente Congreso sin mayorías homéricas-, los Kirchner vienen ideando estratagemas para intentar que la derrota no sea tan dura.

Así, primero adelantaron las elecciones; más tarde, inventaron las candidaturas truchas -que ellos llamaron testimoniales, aunque ahora no les gusta el nombre-. El último recurso al que apelaron es el miedo.

Primero fue Néstor, que - durante esos actos partidarios por el Gran Buenos Aires que le pagamos todos, porque los financia el tesoro nacional - sostuvo que si ellos no ganan las elecciones del 28 de junio la Argentina volverá al 2001.
Más que un pronóstico, parece una confesión de la propia torpeza, porque significaría que en 6 años no pudo construir nada sólido y perdurable.
Además, es un escenario inverosímil porque -por una variedad de factores, sobre todo de índole externa- las variables macreconómicas no se hallan en estado de explosión.

En verdad, la crisis argentina -que es anterior a la internacional- ha sido provocada por los reiterados mamarrachos económicos e institucionales del kirchnerismo, que logró la hazaña de evaporar la confianza pública pese a que el contexto mundial era favorable.

Por eso, el único pánico -para hablar en los términos a los que ellos llevan el debate- que debería preocupar a los argentinos es el que ocurriría si el oficialismo ganara las elecciones.

El triunfo de la oposición, por el contrario, implicará límites, más control, menos discrecionalidad, y por ende menos peligro de nuevas barrabasadas.
Podría agregarse también que Kirchner no asumió a fin de 2001, sino a mediados de 2003, cuando la crisis había quedado atrás y se había iniciado el despegue económico luego de varios años de recesión.

Pero la presidenta llevó las cosas todavía más al extremo. En la línea trazada, como siempre, por su marido, fue más allá: dijo que si ellos no ganan peligra la estabilidad democrática.

Cuesta entender por qué debe peligrar la democracia si el oficialismo no gana unas elecciones de renovación legislativa de medio término. Asociar democracia con mayoría automática en ambas cámaras del Congreso es un disparate.

En los Estados Unidos, las más las veces los presidentes deben gobernar con cámaras lideradas por el partido de la oposición. A nadie se le ocurriría hablar de golpe en tales condiciones. Claro que los norteamericanos son algo ingenuos y no cuentan con intelectuales de la talla de los de la "Carta Abierta" que les provean de neologismos como "destituyente".

Si los Kirchner quieren generar temor, han fallado de la manera más estrepitosa. En rigor, lo que están provocando es risa. Más que con la oposición, deberían competir con Marcelo Tinelli.

Hasta el frenesí de los anuncios ha amainado.

Es que los anuncios son, tan solo, flores de un día. Sirven para llamar la atención una vez, permiten mantener la ilusión del protagonismo, ofrecen títulos a los medios de comunicación, pero con el tiempo se transforman en boomerangs.

Son pagarés lanzados al aire. Algún día alguien los recoge y quiere presentarse a cobrarlos.

Algo así ha ocurrido, por ejemplo, con el boleto electrónico. Iba a ser puesto en práctica en tres meses. Los tres meses pasaron y no sólo no está en marcha, sino que no se hizo nada para impulsarlo.

No se puede vivir eternamente en la virtualidad. Este es un gobierno sin gestión. En otros la gestión era deficiente; en este, no existe.

Es el precio de vivir siempre en el cortísimo plazo. Cuando el horizonte es el día siguiente, no hay espacio para la gestión: sólo puede haber anuncios, espejitos de colores y cartón pintado

A eso se suma el estilo de gobierno de Néstor Kirchner. El es el presidente, el ministro de todas las carteras, el presidente del Banco Central, el Secretario de Comercio...

Los ministros son meros asistentes. No toman decisiones por cuenta propia. La consecuencia de este manejo ultraverticalista es obvia: la parálisis de la administración.

Esa parálisis es más grave en tiempos electorales, cuando el Jefe Supremo no tiene tiempo de atender los asuntos de estado porque está negociando con los intendentes del Gran Buenos Aires las listas de candidatos.

¿Y qué pasará el 29 de junio si, como todo lo indica, pierde las elecciones? A la parálisis se agregará la confusión.

Hay un gobierno sin rumbo, pero hay también una sociedad con elocuentes signos de hartazgo, por un lado, y de esperanzas en un cambio, por el otro.

Los meses que vienen no serán fáciles, pero constituirán un desafío para los argentinos de buena voluntad.

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