domingo, 10 de mayo de 2009

IMPERTINENCIA


IMPERTINENCIA SOCIOCULTURAL

Por el Lic. Claudio Valdez

La mentira es ese discurso contrario a la verdad con ánimo de engañar. La presentimos por experiencia como “argucia”, “embuste”, “falsedad”, “patraña” y cuando adopta formas refinadas, e incluso artísticas,

la calificamos como “fábula o ficción”. En todo caso no deja de ser vanidad, error o mera ilusión.

Nuestra República Argentina la padece como mal crónico, desde que todo partido político se ha servido con abuso de este recurso: “miente, miente, que algo queda”. Por supuesto lo que queda es engaño.

La población se acostumbró a recibir ese tipo de mensajes mediante la conducta de sus representantes, dirigentes y funcionarios. La desidia social y política transfirió idénticos procederes a otros ámbitos: empresarios, empleadores, sindicalistas, profesionales y comerciantes. La trama social en su totalidad padece este síndrome y las mismas víctimas individuales, a su vez, se convierten en vectores del vicio de la mentira; que mintiendo, nos miente sobre la realidad convirtiendo en insatisfactorias las relaciones socioculturales.

Sócrates (pensador griego) enseñaba que el hombre se equivoca, comete errores, obra mal, porque no sabe. La mentira nos conduce inexorablemente a equivocarnos y es el precio que pagamos por no saber. Nuestra gente ha sido inducida a equivocarse y lo ha hecho con reiteración por amañados índices, informaciones inexactas, proyectos inviables, pervertidas demandas y promesas deshonestas.

Nuestra actual situación y la que sobrevendrá, darán razón a las críticas que desde estas páginas electrónicas vienen realizando sensatos autores. Opiniones y comentarios insisten en la “impertinencia” (hecho fuera de propósito, insolencia) de muchos causantes de los fenómenos sociales y culturales ocurridos en nuestra Argentina. La política de estos tiempos es pródiga en irreverencias o al menos en todo aquello “que no viene al caso”, debiéndose recordar que política implica gobierno del Estado y que de ella depende la existencia, desarrollo y bienestar de nuestro pueblo.

Impertinencia en la conducta de los gobernados, que resultan estimulados a violar las normas de rectitud moral para poder hacerse oír en sus reclamos. Impertinencia desde el Estado al obrar “fuera de propósito”; que para la función oficial exige atenerse al espíritu de la Constitución Nacional.

Finalmente, impertinencia que pone en evidencia la falta de aptitud de los dirigentes de la hora, incapaces

hasta de cumplir con el señero pensamiento de nuestro Padre de la Patria Don José de San Martín: “La seguridad individual del ciudadano y la de su propiedad deben constituir una de las bases de todo buen gobierno”.

Impertinencia, que sentida por el pueblo y disimulada por candidatos irresponsables o de mala fe, es presentada como alternativa de poder político con fraude a las bases de todo buen gobierno.

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