
Río Negro - 07-May-09 - Opinión
Editorial
Todo o nada
Por motivos evidentes, en todos los países democráticos los candidatos electorales suelen exagerar los beneficios que a su juicio garantizaría un triunfo propio y los males que les aguardarían a sus compatriotas si se les ocurriera cometer el error apenas concebible de votar por la oposición, pero pocos han abusado más de la táctica rudimentaria así supuesta que Néstor Kirchner y su esposa. Los dos se han puesto a formular previsiones apocalípticas aún más alarmantes que las que en otros tiempos atribuían a "los agoreros" que cuestionaban los méritos del "modelo" socioeconómico confeccionado por Eduardo Duhalde que adoptaron en cuanto se trasladaron a la Casa Rosada. Según el ex presidente Kirchner, una derrota oficialista en las elecciones legislativas del 28 de junio nos haría retroceder a los días finales del 2001, mientras que la presidenta Cristina de Kirchner dice que en tal caso se pondría en peligro "la estabilidad democrática". Se trata de una forma nada sutil de afirmar que en opinión de los Kirchner la Argentina no es una democracia genuina sino un país que tiene forzosamente que ser gobernado por una agrupación política determinada, la encabezada por ellos, porque de lo contrario caería en la "ingobernabilidad". De ser así, no nos quedaría más alternativa que la de resignarnos a vivir bajo una dictadura porque permitir que la ciudadanía eligiera libremente a sus representantes podría tener consecuencias desastrosas.
La táctica kirchnerista que se basa en sembrar miedo es de por sí desestabilizadora. Lo sería aun cuando fuera previsible un triunfo cómodo de las listas oficialistas, pero sucede que según casi todos los pronósticos es virtualmente imposible que de resultas de las elecciones el Frente para la Victoria del matrimonio conserve la mayoría en las dos cámaras del Congreso. Para lograrlo, tendría que imponerse por un margen muy amplio en buena parte del país, como en efecto hizo hace menos de dos años, lo que a esta altura parece utópico. En la provincia de Buenos Aires necesitaría contar con aproximadamente el 50% de los votos para retener los 20 escaños del Frente que están en juego, pero ni siquiera los encuestadores más fieles a los Kirchner creen que conseguirá superar por mucho el 35%. En el resto del país, la situación es igualmente lúgubre desde el punto de vista oficialista, ya que abundan los referentes locales que por diversas razones se han alejado del "proyecto" de los santacruceños.
Así las cosas, todo hace prever que el gobierno perderá la mayoría legislativa a la que se ha acostumbrado, lo que conforme a Néstor Kirchner sería catastrófico porque sin ella "el país puede volver al vacío del 2001, a ese país que estalló". Dicho de otro modo, Kirchner se las ha arreglado para reducir al mínimo su propio espacio de maniobra. Para ampliarlo, el 28 de junio el Frente para la Victoria tendría que alcanzar más del 50% de los votos. Aunque para sorpresa de todos lograra el 40%, lo que dadas las circunstancias podría considerarse un triunfo espectacular, según el esquema alarmante que han dibujado el ex presidente y su mujer hasta una hazaña tan llamativa sería una debacle con muy pocas atenuantes que pondría al país al borde de la anarquía.
Si bien en el transcurso de los años últimos Kirchner se ha granjeado la reputación de ser un operador político sumamente astuto, su forma de enfrentar el desafío planteado por las elecciones legislativas es propia de un novato. Un político más hábil hubiera reconocido, por ser más que probable, que al oficialismo le esperaría un voto castigo en junio, de suerte que le convendría prepararse para minimizar su importancia señalando que es perfectamente normal que luego de algunos años en el poder una franja del electorado opte por hacer gala de su descontento pero que a pesar de los resultados relativamente negativos no tendrá dificultades para gobernar. Sin embargo Kirchner, habituado como está a ganar las apuestas de todo o nada que tanto le gustan, ha creado una situación en que virtualmente cualquier resultado, salvo uno que sea aún mejor que el anotado en el 2005, será tomado por una derrota aplastante, de este modo asegurando que las elecciones legislativas abran las puertas a una crisis política totalmente innecesaria.
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