domingo, 24 de mayo de 2009

VICTIMA DE COTILLLÓN


La Nueva Provincia - 24-May-09 - Opinión

CRONICAS DE LA REPUBLICA
La estrategia de victimizarse

por Eugenio Paillet


Un hombre del gobierno dijo horas atrás que "no debería pensarse" en un escenario de renuncia de Cristina Fernández a la Presidencia si un revés electoral la sorprende en la noche del 28 de junio. Pero ha reconocido esa fuente que a ella le resultaría "muy difícil" gobernar los dos últimos años que le quedarán de gestión con un Congreso en el que ya no existan las cómodas mayorías que le permitieron durante su mandato, y antes durante los cuatro años y medio de gestión de su marido, obtener sin querellas, salvo casos puntuales --como el rechazo a la resolución 125 que desató el conflicto con el campo-- cuanta ley envió desde la Casa Rosada.

Hay quienes sospechan que ese escenario se daría mucho antes, desde el mismo 29 de junio, si se confirman los datos sobre la pérdida de más de una veintena de bancas por las derrotas en distritos claves, que no alcanzaría a compensar un triunfo ajustado en Buenos Aires, merced a una diáspora que será más profunda que la que comenzó a gestarse tras la pelea con el campo. El poder a futuro dentro del peronismo ha comenzado a discutirse en otro lado, y no en las carpas del kirchnerismo.

Sabe ese confidente --y lo saben quienes frecuentan el gobierno y sus intimidades y los que miran el partido desde afuera-- que los Kirchner no son de esos políticos capaces de afrontar la adversidad de un mal resultado electoral que los prive de aquella herramienta que convirtió al Parlamento, según un mote popular muy difundido, en una verdadera escribanía del Poder Ejecutivo desde 2003. Sencillamente, no lo son porque, como ya se ha dicho en estas mismas páginas, siempre gobernaron de esa manera, con las mayorías atadas al bolsillo o al mango del látigo. Ocurrió en las épocas de la intendencia de Río Gallegos, después durante la gobernación de Santa Cruz, y lo ha sido con más vehemencia, y más frescos recuerdos de la memoria, en estos seis años de mandato que están a punto de cumplir.

¿Entonces? Lo dicho. Nadie en el gobierno puede sustentar con datos reales aquella presunción de un hombre que trabaja para los Kirchner en el armado de estrategias políticas. Pero la impresión subsistente es que, si las urnas dan la espalda a Kirchner y a sus listas testimoniales y --peor aún-- determina la pérdida de la mayoría que hoy retiene el oficialismo en Diputados --la debacle que se augura en el Senado, con ser importante, no alcanzaría para arrebatarle al matrimonio el quórum propio--, un escenario de incertidumbre sobre el rumbo que tomarán Cristina y Néstor quedará encerrado entre gruesos interrogantes.

No en vano la presidenta y su marido han repetido en un par de oportunidades, en las últimas horas, en lo que podría interpretarse desde el diván como un alarde acerca de algo de lo que en verdad carecen, que ella cumplirá su mandato hasta el 10 de diciembre de 2011. Nadie lo ha puesto en duda. En todo caso, lo que ha habido son apelaciones de dirigentes de la oposición, como Elisa Carrió y Mauricio Macri, quienes sólo se refirieron a la necesidad de "una transición ordenada" entre un gobierno que se supone surgiría debilitado del 28 de junio y quienes lleguen para sucederlo cuando se venza el actual mandato constitucional. Cualquier interpretación de estas palabras, sobre las que se ha querido avanzar en despachos oficiales, es pura hojarasca de campaña.

El tema viene a cuento para explicar lo que está ocurriendo en la cima del poder y en las alcobas de Olivos, traducido directamente en un cambio de rumbo en el curso de la campaña. Se ha reafirmado en los hechos, por un lado, el cambio de estilo, de aquel guerreador y apocalíptico Néstor Kirchner, a este manso y casi evangélico candidato a diputado nacional que bajó el tono de voz y el nivel de mandobles para sus principales enemigos. Que encima, después de asegurar que una elección se gana por un voto, como si fuese lo mismo una victoria angustiosa que otra holgada y con apoyo masivo del electorado, sostiene ahora que no importan tres legisladores más o tres menos, aun cuando eso implique quedar apenas como la primera minoría parlamentaria. Y que acaba de proponer a todos por igual, en el colmo de la sobreactuación dictada por sus asesores de imagen, construir "trincheras de amor". Más de un kirchnerista de pura cepa se ha sentido incómodo a la hora de responder sobre la sinceridad de ese tránsito de hombre malo a hombre bueno que pretende mostrar el ex presidente.

Se ha abierto, al mismo tiempo, una minuciosa y estudiada estrategia destinada a victimizar al ex presidente y al gobierno de su mujer. La frutilla del postre ha sido la decisión de introducir en el discurso, aunque sin salirse de la vaina, la imagen de la proscripción a la que Kirchner y sus seguidores en las listas bonaerenses podrían ser sometidos para sacarlos de la cancha. En verdad, el artilugio de la proscripción --ya es un disparate en sí mismo al pretender compararla con la sufrida por el peronismo de la primera época y luego el de los años 60-- es un recurso a la mano de los Kirchner que estaba listo para ser enarbolado hace mucho, al reconocerse en el entorno que bien podría ser un argumento para rechazar la candidatura, cuando funcionarios con peso propio, gobernadores influyentes e intendentes que veían en el santacruceño a un verdadero "piantavotos" le sugerían que diera un sutil paso al costado.

No fue casual que Kirchner y Cristina denunciaran al mismo tiempo, en sendos y casi simultáneos actos en el conurbano, que la oposición quiere proscribir a los candidatos del Frente para la Victoria. Y que rápidamente se hayan subido a ese argumento los mediáticos Aníbal Fernández y Florencio Randazzo. ¿Por qué razón debería hablarse de proscripción si, en todo caso, se trataría de un fallo de la Justicia y no de la voluntad antojadiza de los dirigentes del Acuerdo Cívico y Social que plantearon su demanda ante los jueces electorales?

La pregunta que sigue encuentra su razón en fuertes indicios recogidos en las últimas horas en fuentes del oficialismo, y sería la razón del cambio de estrategia que pretende ahora colocar a los Kirchner como víctimas y proscriptos políticos. ¿Hubo en las últimas horas alguna señal proveniente de la Cámara Federal que deberá atender la apelación presentada por Ricardo Gil Lavedra contra el fallo en primera instancia del juez Manuel Blanco? Esa señal, ¿advirtió sobre un posible veredicto de los camaristas en contra de las candidaturas de Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa, además de las testimoniales de medio centenar de intendentes?

No hay respuestas oficiales ni extraoficiales de parte del gobierno o del kirchnerismo a esos interrogantes. Pero hubo un par de indicios que merecieron una doble lectura de parte de observadores y hasta de operadores del oficialismo. El primero y más contundente lo entregó el viernes por la mañana el ministro de Justicia. Dijo como al pasar, en un reportaje radial, que los apoderados partidarios apelarán ante la Suprema Corte de Justicia un eventual fallo revocatorio de la Cámara Federal Electoral. Fue lo más parecido a una apertura de paraguas por si ese nuevo e impensado escenario se le presenta al oficialismo. Sin ir más lejos, apenas horas antes de ese pronunciamiento de Fernández, su colega Randazzo había calificado la promesa del radicalismo de ir al máximo tribunal si en segunda instancia se ratifica el fallo del juez Blanco, como "meras chicanas de campaña, porque no tienen ninguna propuesta para hacerle a la gente".

Ambos ministros, por otra parte, han estado reunidos con el matrimonio en Olivos más de lo que se sabe, en las horas siguientes al fallo de Blanco. En uno de esos encuentros, con miembros del equipo de estrategas y consultores que asesoran sobre el estilo de campaña, se habrían enarbolado algunos reparos que recibió el pronunciamiento del magistrado, no sólo de destacados constitucionalistas, sino de miembros del Poder Judicial con los que suele haber línea abierta entre despachos del gabinete y de los tribunales. Se rumorea, sin posibilidad de confirmación oficial, que un juez supremo hizo conocer su disidencia y sus dudas sobre la certeza de que los camaristas acompañen el aval en primera instancia a las candidaturas testimoniales. Resulta curioso que fue después de esos cuchicheos en la quinta presidencial que se puso en escena la denuncia sobre posibles proscripciones y, más tarde, la decisión de ir en apelación a la Corte, que se suponía hasta ahora apenas una "chicana" de la oposición.

En despachos de la Casa Rosada creen con todo que el agua no llegará al río. Y que, en todo caso, no habría reparos posibles sobre la candidatura de Kirchner, ya que justamente el 10 de diciembre, cuando le toque jurar para asumir su banca, se cumplirán los dos años de residencia en el distrito --en este caso Olivos, como marido de la primera mandataria-- que exige el Código Electoral. Examinan menos positivamente los casos de Scioli y Massa, quienes, si los camaristas se deciden a atacar por alguno de sus costados el fallo del juez de La Plata, deberían verse obligados ahora mismo a aclarar que asumirán como diputados, y no minutos antes de aquella fecha, como defiende Aníbal Fernández, para no cometer un típico caso de fraude electoral. De ser así, los dos deberían definirse antes del 28 de junio y, en el caso de mantener su decisión política de acompañar a Kirchner en esta aventura, tendrían que renunciar a la Gobernación y a la Jefatura de Gabinete.

Confidentes de la Gobernación se han referido con cierto malhumor a la "encerrona" a la que ha sido llevado Scioli por influjo del reclamo de Kirchner al que no supo, o no quiso, ponerle freno, cuando lo embretó con la candidatura testimonial. "Si gana la banca y no asume, defrauda al electorado que lo votó; si asume y renuncia a la Gobernación, va a defraudar a los bonaerenses que lo eligieron hasta 2011", se les ha escuchado decir con la mirada puesta en un imaginario callejón sin salida.

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