lunes, 21 de septiembre de 2009

LA LEGITIMIDAD DE LOS PRIVILEGIOS



En política existe un misterio y es ¿por qué una inmensa mayoría obedece a una minúscula minoría?.



Quizás la explicación más plausible se base en el instinto innato de supervivencia. Una mayor garantía de vida la brindaba, en ciertas épocas y/o en ciertos momentos, el militar valiente, el héroe, el capitán que marcaba el rumbo de la nave; en otras épocas y/o momentos, el testimonio de una larga vida, estaba dado por los ancianos, los gerontes.



Ese instinto de supervivencia trasciende, en gran parte de la cultura humana, a seguir viviendo después de la muerte, a lograr la vida eterna del alma, lo cual será factible mediante la fe, la confianza depositada en un Dios salvador. Es así que el hombre – los hombres – encuentra que su demanda de perdurar viviendo la expresa con ruegos (oraciones), sacrificios (misas) y con servicios religiosos (siervos). Demás está decir, que esto es válido para el creyente. Para el ateo, este párrafo directamente hay que borrarlo.



En definitiva, tanto en lo religioso, como en lo político, el hombre se subordina ante quien lo guía en su diario vivir.



Es así que tenemos, en los relatos de Marcos, de Lucas y de Juan, como la pecadora María fue perdonada por Jesús, por tener fe, por creer en Él cuando lo escuchaba y lo demostraba con un humilde acto de respeto y admiración.



"tomó un frasco de perfume, se colocó detrás de él, a sus pies, y se puso a llorar. Sus lágrimas empezaron a regar los pies de Jesús y ella trató de secárselos con su cabello. Luego le besaba los pies y derramaba sobre ellos el perfume." (Lucas, 7:37-38).





Para la misma época, al emperador Tiberio, estando en Ischia, Capri, le llevaban helados desde el norte de Italia (Alpes), siglos después, al Inca le llevaban pescados frescos a su residencia en Cuzco (3.000 mts. De altura) y, en ambos casos, puede considerarse, no como actos de sumisión forzosa, sino como agradecimiento por gobernar.



En nuestra Buenos Aires, tuvimos a un personaje muy especial, me refiero a Lucio V. Mansilla, que entre otras muchas cosas más, fue general de división y dueño de una personalidad increíblemente rica que vale la pena conocer. El tema, sin embargo, es muy pequeño, pero significativo: cuando Mansilla caminaba por las vereditas de una ciudad que se concentraba no pasando de Callao, los transeúntes se abrían dejándole el paso libre. ¿Acaso le tenían miedo? ¡No! ¡Sólo le tenían respeto! ¿Lo respetaban a él? ¡No!, ¡Sólo respetaban la clase a la cual pertenecía! Era la clase dirigente.



Ya no estamos, entonces, ante una persona, sino ante una clase de personas a la que había que facilitarle las cosas para que siga gobernando.



Un buen gobierno beneficia a todos y eso, instintivamente, lo sabe y lo siente todo el mundo, aun cuando se esté viviendo momentos difíciles en donde haya que hacer grandes sacrificios. En este sentido es destacable la actitud del pueblo japonés que, pese a haber perdido la guerra, Hirohito siguió siendo su emperador (sin dudas, Japón es un país exitoso y no exitista).



Lo expuesto, entonces, apunta a qué no importan todos los privilegios que puedan tener el gobernante y/o la clase gobernante, siempre y cuando gobierne/n en bien de todos.



Cuando así sucede, quienes se oponen a ellos (los privilegios) tienen actitudes propias de resentidos sociales (clasistas al mejor estilo de las categorías marxistas).



Cuando no sucede así; que gobiernan perjudicando al país y al pueblo, sí, los cuestionamientos a los privilegios son totalmente válidos, además de hirientes para todos. ¿Hace falta dar ejemplos actuales?



Ricardo B. Molina Figueroa

Ciudad de Buenos Aires

República Argentina

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