lunes, 21 de diciembre de 2009

APOCALIPSIS


APOCALIPSIS

Por el Lic. Claudio Valdez

Este título significa “revelación” y fue empleado por los cristianos para señalar las visiones simbólicas que relata San Juan “el evangelista”. Sus interpretaciones advierten la catástrofe que se cierne sobre la humanidad y conocerlas debería disponer a los hombres para desarrollar formas vida que tiendan a protegerlos de la temible “hoz que segará la tierra”.

Pasaron 20 siglos y los jinetes del relato continúan acechando: “la peste”, que reinterpretada por “la ciencia” es conocida como cáncer, sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) adicciones o cualquier otra mortal patología derivada de la miseria material y moral de las poblaciones. El hambre cabalga también en el mismo corcel amarillo.

La guerra: que no cesa de intensificarse entre naciones y se expande en su forma convencional por la intervención de opuestos bloques regionales. El “infierno nuclear” amenaza, en silencio, como recurso extremo para quienes se sientan impotentes: Hiroshima y Nagasaki mostraron el horror y la terrorífica experiencia logrando impedir hasta hoy el empleo de esos arsenales. No obstante no alcanza como reaseguro; la desesperación o la desmedida codicia son capaces de desactivar aquella temerosa prudencia mantenida ante el corcel rojo.

La guerra convencional, en nuestro tiempo, agrega modalidades dispares ajenas a los conceptos de la física atómica. Adopta prácticas insurreccionales urbanas o rurales, potenciando una instigada “guerra social” que por lo fugaz y sus extorsivas finalidades ni siquiera puede calificarse como “guerra civil”. En verdad se trata de delincuencia que ocasionalmente sacia sus necesidades y deseos mediante bandolerismo y en todo caso con inevitables consecuencias de muerte, sufrimiento y decadencia.

Insistiendo sobre “el castigo del hambre” resulta patético que, a pesar de novedosas y avanzadas tecnologías productivas, pueblos enteros padezcan desnutrición y enfermedades por causas culturales, desorganización económica o perversión política. Gran parte del mundo soporta este pesar sin éxito en sus intentos por superarlo: la corrupción política, económica y de los modos de vida es la clave para descifrar esta calamidad.

En nuestra Argentina “la apocalipsis” (revelación) puede ser percibida por cualquier persona sensata con solo prestar atención a las habitualmente alteradas e imprevisibles interacciones sociales: el comercio, la producción, el transporte, la educación, la recreación, el deporte, la política, el sindicalismo; todos incididos por circunstancias insatisfactorias, desalentadoras, críticas y hasta peligrosas. Evidencias estas que, reconocidas por la mayoría de la población, resultan intencionadamente omitidas por las dirigencias que tienen obligación de promover el disfrute de la paz, la seguridad y el bienestar.

Así nuestra gente queda condenada a soportar y reproducir lo dañino, lo destructivo: inseguridad para personas y bienes, disminución de calidad y cantidad en la producción de bienes y servicios, desvalorización cultural y una concreta realidad material y moral en injustificable decadencia. Al predominar la brutalidad, la perversión oportunista, la falta de genio, el pensamiento contracultural, la involución y actitudes de “todos contra todos” se exacerba el sentimiento del “hombre lobo del hombre”, con la actualizada peligrosidad que implica el empleo de elementos tecnológicos que potencian las acciones humanas.

La desarrollada tecnología actual utilizada irresponsablemente, sin la guía de fundamentos éticos, es eficiente “acelerador” del apocalíptico final. Sin duda la temeridad humana es capaz de convertir al celeste planeta en una esfera devastada, que girando en el universo en procura de una renovada génesis no sería ya nuestro mundo conocido.

Los ecologistas no tienen toda la razón, pero tampoco están tan equivocados. En tanto los políticos se expresan seguros de sus utópicos programas, que con sectarismo y egoístas intereses promueven los pesares que para la tierra anuncia la revelación religiosa.

En nuestra patria, el sentido común de los hombres sensatos también puede percibir que la “democracia ejercida” siglo XXI no es más que una nueva versión de “el caballo de Troya”, conteniendo en su interior a los jinetes del Apocalipsis.

Felicidades; por ahora nuestro mundo sigue andando.

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