sábado, 19 de diciembre de 2009

AUTOGOLPE Y VIOLENCIA


Por: Carlos Tórtora

CON SU INTRANSIGENCIA, EL GOBIERNO IMPULSA A LOS PIQUETEROS OPOSITORES HACIA LA VIOLENCIA

Autogolpe en marcha: estallido social, victimización, denuncia de complot y todo el poder a Kirchner



Con el operativo “maten a la yegua” se comenzó a instalar el clima conspirativo. Ahora se suma la crisis policial bonaerense.




Por Carlos Tórtora

“-Están haciendo de la Institución una carnicería, no entiendo bien, cómo es que Stornelli denuncia, si él tiene la potestad de investigar y resolver, o es que está empeñado en seguir demostrando su incapacidad? y el obsecuente de Paggi? sale a decir que está de acuerdo con la denuncia del ministro?, pero ese es un pato?, es que no tiene sangre en las venas? y por lo que veo mucho menos dignidad no?, o me equivoco?- Muchachos que visten el uniforme, lo único que queda para salvar la dignidad propia y la de la Institución es un autoacuartelamiento general, caiga quien caiga, y si cae toda la cúpula mejor, no se dejen basurear. Basta ya de ser el pato de la boda”. Este es el texto de uno de los cientos de mails que circulan convocando al autoacuartelamiento de la policía bonaerense para el próximo lunes. La medida de fuerza tiene su epicentro en la zona del Gran Buenos Aires, particularmente en Quilmes y Avellaneda.

La reaparición del gremialismo policial contra la conducción de Carlos Stornelli y Juan Carlos Paggi tiene varios motivos: bajos sueldos, falta de equipamiento, traslados y bajas arbitrarias. Pero la gota que rebalsó el vaso fue la estrategia elegida por Stornelli para sobrevivir en su cargo y tratar de engañar a la opinión pública. Esto es, culpar a la policía del auge de los delitos violentos y en particular de utilizar sistemáticamente a los pibes chorros.

Los uniformados ven que se van a convertir otra vez en el pato de la boda, como ocurrió durante la gestión de León Arslanián. El poder político vuelve a disimular su fracaso a través de purgas en la institución y acusa públicamente a la policía para que la sociedad la condene.

La protesta policial sería ahora el nuevo frente de tormenta que avanza sobre la ruinosa gestión de Daniel Scioli en el momento crítico del año, que son las fiestas y el comienzo del movimiento turístico fuerte.

La olla a presión

La ruptura horizontal que se está produciendo entre Stornelli, Paggi y la cúpula por un lado y los cuadros medios y bajos de la policía por el otro coincide con otra realidad que hace crisis en el conurbano. Los grupos piqueteros anti K levantaron el jueves pasado el acampe en la 9 de Julio frente al Ministerio de Desarrollo, sin que el gobierno haya cedido -aparentemente- ni un centímetro. Presionado por el creciente malhumor de los intendentes peronistas, Néstor Kirchner cerró las puertas a un acuerdo para darle a los piqueteros que no le responden mayor participación en los 1500 millones del Plan Argentina trabaja que administran los intendentes.

Tanto el ex presidente como Aníbal Fernández conocen de memoria hasta dónde llega el tira y afloja con los grupos piqueteros. Al darles con la puerta en la cara, Kirchner está poniendo a Juan Carlos Alderete (CCC) Néstor Pitrola (Polo Obrero) Raúl Castells (MJID) y Roberto Baigorria (Barrios de Pie) ante un dilema. Los cortes de los accesos a la Ciudad y los acampes en la 9 de Julio fracasaron, porque no sirvieron para que el gobierno ceda. Ahora los piqueteros deben optar: si disminuyen las protestas empezará la crisis interna y los pases de fracturas por la falta de resultados. Si, en cambio, aprietan el acelerador, se verán obligados a ir por todo. Es decir, pasar al siguiente nivel del juego, que es sitiar literalmente la Capital y empezar a saquear supermercados.

A esta altura se puede especular con que el gobierno eligió el camino de victimizarse y espera ansioso la violencia para denunciar un complot destituyente. En el cuadro de honor del mismo estarían obviamente Eduardo Duhalde y algunos dirigentes bonaerenses que le responden y, por supuesto, Hugo Biolcati, ya acusado de querer echar a Scioli, entre otros ruralistas y dirigentes empresarios. La estrategia de victimización oficial ya la empezó al instalar el gobierno a través de las supuestas amenazas a la vida de CFK.

Según trascendió en medios de inteligencia, dos horas después de la comunicación de la amenaza al helicóptero de la presidente, inteligencia de Fuerza Aérea detectó un equipo móvil de radio en el primer piso de un garage presidencial situado en la Av. Alem y Córdoba… Finalizado el mismo, lo retiraron y fue llevado en un automóvil a Olivos. La casa militar, responsable de la seguridad presidencial, informó del problema a la superioridad. La parodia tuvo por objeto instalar el clima de tensión. La aparición de focos de violencia social le daría mayor credibilidad y dramatismo. Con supermercados y negocios varios saqueados y la izquierda fuera de control, nuevamente Kirchner obtendría el escenario que más le gusta: polarizar a la sociedad entre el apoyo incondicional al gobierno y un complot destituyente. O sea, acusar de golpistas a los bloques de diputados y senadores no oficialistas e inmovilizar a la oposición, porque “estaría en peligro la democracia”. Los opositores pasarían así a ser conspiradores.

Ante el riesgo del caos, la única salida que plantearía el gobierno sería -obviamente- devolverle a Kirchner todo el poder que el Congreso y algunos jueces, con toda maldad claro está, intentan quitarle.

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