miércoles, 16 de diciembre de 2009
EN EL ÚLTIMO CÍRCULO
Por Omar López Mato
www.notiar.com.ar
No murieron en enfrentamientos armados, ni defendiendo ideologías… pero ya no están con nosotros.
No murieron propugnando una revolución libertadora ni poniendo bombas que afectarían a justos y pecadores, pero murieron…
Eran personas como usted y yo, gente de trabajo, con sus pequeños sueños y ambiciones que un día se enfrentaron a un destino incierto, el cáncer.
Después del consabido ¿por qué a mí?, y de la depresión inicial, se encendía la esperanza: la ciencia le proponía un tratamiento, no era fácil, no era simple pero la luz se veía al final del camino.
¿Cuántos miles de personas murieron estos años a raíz de medicamentos truchos, vencidos o en mal estado en este capítulo tenebroso de trucholandia?
Fueron miles sin dudas, pero nunca lo sabremos.
Ahora recapitulo y veo amigos y conocidos sometidos a tratamientos anticancerosos con cabellos indemnes, sin anemias ni vómitos incoercibles… ¿Cómo darse cuenta? ¿Cómo saberlo?
Los protocolos son tantos y las respuestas individuales tan disímiles, que nadie podía imaginar semejante hideputéz… pero este ispa da para todo, para Biblias y calefones, grandes profesores y burros apoteóticos, además de los consabidos corruptos que ya no se conforman con llenarse los bolsillos a expensas del hambre y la ignorancia de la gente, necesitan más.
Su codicia infinita los empuja a extremos inusitados. No tienen vergüenza ni ética, son asesinos, genocidas en el sentido más estricto de la palabra. Han exterminado, dañado o discapacitado a miles de individuos. “La gente se muere de cáncer” –se autojustifican, con una simplificación aterradora de las circunstancias. Si, muchos mueren pero también se salvan, más de la mitad.
Zanola y su banda han matado a quién sabe cuántos y no he visto a las organizaciones de derechos humanos hacer escraches ni en la casa del eterno gremialista, ni frente al Policlínico Bancario. Nadie se queja por los que murieron en sus camas. ¿Acaso es necesario morir con armas en las manos para que la muerte importe? ¿No alcanza con despertarse todas las mañanas para ir a trabajar? ¿Acaso este hábito burgués –el de trabajar en un banco (¡Qué horror!, una institución capitalista) los hace inmerecedores de la atención de los popes de la justicia social? ¿Es necesario subvertir el orden de las instituciones para merecer un homenaje?.
Zanola y asociados mataron personas, han estafado al Estado quitando recursos para gente con enfermedades graves a través de expedientes ficticios. Y a su vez, han hecho suculentos donativos para la campaña de nuestra actual presidenta y su príncipe consorte… es claro, así el negocio funcionaba fenómeno.
Pero los genocidios no pueden pasar inadvertidos por mucho tiempo... La gente es mala y comenta, los pacientes mueren sin fenómenos colaterales, ni efectos adversos. ¡Qué raro! Los médicos renuncian, las enfermeras hablan por lo bajo. ¿Cuántos fueron? ¿Hasta donde han llegado?
Los dedos señalan acusadores a los grandes señores, que se sienten impunes y que han dado el último paso en su escala asesina. Si, porque por años han escatimado las prestaciones con su criterio de medicina veterinaria: Diez paciente por hora – esto no se trata – aquello no se receta – esta cirugía no se hace. Destinaban recursos de salud para obras que solo a ellos beneficiaba y además crearon una medicina prebendaria.
¡Que país curioso tenemos! Podemos elegir presidentes, diputados y senadores, pero no podemos elegir médico.
A esa atención deficiente solo le restaba el paso que han dado. ¿Por cuánto tiempo lo hicieron? ¿Un año? ¿Diez años? Tan deficitario es el sistema que ni siquiera sabemos cuanto tiempo tardamos en percatarnos de este asesinato en masa.
Hemos tenido el gusto de ver la imagen imposible: Zanola tapándose las esposas con el saco, luciendo una mueca por sonrisa. ¡Hay justicia! Nos decimos esperanzados.
¿Existirá la justicia o una vez más las vendas que usa la harán tropezarse en los vericuetos de letrados hechos para gambetear las leyes?
Solo una sociedad muy enferma puede generar esta atrofia moral, y una generación más enferma aún, puede aceptar esta barbaridad con una pasividad catatónica. Somos una sociedad que se moviliza por lo que pasó hace 30 años y no por lo que hoy le puede estar pasando a nuestros padres o hermanos. Somos (me incluyo) un país que se maneja con el retrovisor y lo peor del caso es que no todos vemos lo mismo en el espejo.
Es de esperar que Zanola, su banda y todos los que lo han apoyado en su campaña criminal, no solo purguen sus penas en este mundo sino que además sus almas se pudran en el último círculo del infierno.
omarlopezmato@gmail.com
Gentileza de www.olmoediciones.com para NOTIAR
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