lunes, 14 de diciembre de 2009

GATOPARDO



-El cambio para que todo cambie
Por Malú Kikuchi
www.notiar.com.ar



El concepto más famoso de “El Gatopardo” de Giuseppe Tomasi de Lampedusa (1958), es de Tancredi Falconeri diciéndole a su tío Fabrizio, el príncipe de Salina, que hay que cambiar para que nada cambie. Nada más cierto.



Porque para cambiar en serio, para internalizar el cambio haciéndolo real, hay que cambiar la forma de pensar. Esa es la única manera de poder pensar en un cambio de verdad, en profundidad.
Los títulos de los medios gráficos y audiovisuales de estos últimos tiempos no hacen otra cosa que hablar de “cambios”. “Macri realiza cambios”, “Scioli analiza más cambios”, “El cambio requiere unidad”. “Se impone un cambio”. Los ejemplos no tienen fin.

La gente en la calle, en el colectivo, en el mercado o en la cancha, opina que hay que cambiar a fulano por zutano y que en Seguridad hay que sacar al actual y poner a X.

Dicen que es imprescindible que se vaya Juan para que venga Pedro. Los analistas proponen otros nombres. Los opositores tienen diferentes candidatos para todos los puestos. Hasta el gobierno, particularmente ciego y sordo ante la realidad, reemplaza funcionarios. Hace algunos cambios, pero no cambia de política.

El tema no es cambiar los nombres. El problema no pasa por cambiar a los hombres que ocupan determinados cargos por otros hombres, con otros nombres. Lo que hay que cambiar es el sistema. Lo que no funciona es el sistema.

Mientras los argentinos mayoritariamente piensen como piensan, ningún cambio real es factible. La comparación es burda, pero no es cuestión de cambiar al tipo que está a cargo de un campo de concentración por otro más efectivo y menos corrupto. Lo que no debe existir es el campo de concentración.

Los argentinos han sido educados, desde hace tiempo, para pensar mal. Hay que tener el coraje de volver a aprender todo de vuelta y pensar bien. Es mucho más simple de lo que parece.

Benedicto XVI sostiene que el pecado mayor del siglo XXI es el relativismo moral. Hemos olvidado lo que está bien y lo que está mal. Todo es relativo. Y la relatividad es un hallazgo físico de Einstein que no tiene nada que ver con la moral. La vida de una nación debe sedimentarse en principios morales básicos y sólidos. Lo que está mal, está mal. Sin disculpas.

Volver a las fuentes

La República se basa en el ejercicio del control. Por eso hay 3 poderes, el legislativo, que legisla; el ejecutivo, que ejecuta; el judicial, que juzga. Deben tener igual importancia, ser independientes entre si y con capacidad para equilibrar el poder. Se enseña en la escuela primaria, lo olvidan los gobernantes, lo permiten los ciudadanos.

El estado, no es el gobierno. El estado permanece a través del tiempo, el gobierno cambia cada 4 años y depende de la voluntad de la gente para elegirlo y de los impuestos de todos los habitantes para mantenerlo.

El gobierno, o sea los tres poderes que lo componen, está empleado por la gente, debe estar a su servicio, para eso se lo contrató y se le paga un sueldo, además de varios y carísimos rubros, la mayoría de ellos inexplicables en un país con un 40% de pobres.

El que gana una elección no tiene toda la razón, tiene una mayoría circunstancial. Debe respetar a las minorías que no opinan de igual manera.

El cumplimiento de la ley no es optativo. La ley la deben cumplir todos, de abajo hacia arriba y sobre todo, la deben cumplir los que están arriba para dar ejemplo.

Las libertades individuales están siempre por encima de la razón de estado. La razón de estado ha sido la razón que ha destruido indefectible y exitosamente el estado de derecho de los países que la han practicado (la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler, la URSS de Stalin, la Cuba de Castro…).

¿Cómo es posible que el congreso (incluyendo opositores) haya votado la obtención compulsiva del ADN de presuntas víctimas que no son acusadas de ningún delito, contrariando su voluntad? De eso se tratan las libertades individuales, de respetar a los ciudadanos en su privacidad (artículo 19 CN).

La política es el arte de negociar acuerdos posibles que beneficien a la nación, no el hecho de hacer hasta lo imposible para comprar, presionar o extorsionar con el fin de conseguir voluntades para beneficio de unos pocos. ¡Y qué beneficios! Kirchner debe explicar cómo ganó $ 27 millones en un año.

No se debe dar plata sin contraprestación laboral, excepción hecha de los chicos, siempre que sus padres demuestren que asisten al colegio y están debidamente vacunados. Fomentar la vagancia asegura el clientelismo político.

No basta con mejorar un poquito las llamadas villas miseria, hay que construir barrios en su lugar. Con la ayuda de sus habitantes, que al trabajar recibirían un sueldo ganado honorablemente y adquirirían dignidad, artículo escaso y que no tiene precio. Algo que este gobierno no puede ni comprar, ni vender.

Los sindicatos no deben manejar la plata de las obras sociales de sus afiliados. Ese enorme capital debe estar controlado por una auditoría autónoma y los afiliados. Demasiado poder sin control corrompe todo lo que toca y no llega al que le corresponde.

La calle no puede ser el ámbito por donde discurre la política. La calle es para transitar. ¿Qué hace la jujeña Milagro Sala manifestando contra el gobierno de Macri en la capital? ¿O el bonaerense D´Elía que no manifiesta en La Plata?

Los productores deben volver a producir sabiendo que van a poder exportar y obtener ganancias por su esfuerzo. La ONCCA no puede ni debe ser una aceitada y diabólica máquina de impedir. La libertad de comercio es fundamental para volver a crecer.

La corrupción no es una maldición bíblica que cayó cual meteorito desde el cielo. La corrupción, cada día en mayor escala, es piramidal, de arriba hacia abajo y llega a todos los estadios de la sociedad. Sociedad que la tolera, la comparte y en cierta medida hasta admira la habilidad del corrupto.

La educación pública debe ser de excelencia, no hay otra forma de equilibrar una sociedad. En el mundo actual la gran riqueza es la información. Argentina educa cada vez menos y peor. “Si el caballo piensa se acabó la equitación” (Martínez Estrada).

La inseguridad no es un karma al que han sido sometidos los argentinos sin posibilidad de redención. Con la ley en la mano, sin abolir el código penal, con cárceles dignas (construirlas sería otro trabajo remunerado para los que subsisten con planes sociales), luchando en serio contra la droga y con decisión política, se puede empezar a combatirla.

Todo lo anterior existe, porque los argentinos lo han permitido. Más grave aún, creen que las aberraciones diarias entre las que intentan sobrevivir, forman parte de lo inevitable. No es así. Todo el mal que existe y se multiplica con impunidad, es tolerado por la gente.

Cambiar parece imposible, no lo es. La gran revolución, el cambio profundo para que todo cambie, tiene que empezar por la forma de pensar de los argentinos.

El cambio para poner en su lugar lo que está bien y en la cárcel lo que está mal; consiste en seguir fielmente los derechos y garantías de la Constitución Nacional de 1853.

Se puede. No hay que aceptar lo inaceptable. Hay que cambiar la forma de pensar y no permitir lo que está mal. Que es mucho.

maluki@fibertel.com.ar

Gentileza en exclusiva de www.lacajadepandoraonline.com para NOTIAR

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