jueves, 7 de enero de 2010

EL SOCIO


Las pretensiones del socio

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El consumo de la hoja de coca en la Argentina no es ni una novedad ni algo reciente, pero abarca un sector limitado del Noroeste argentino, Jujuy, Salta, parte de Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca.

Una práctica ancestral en aquello que fue el Tawantinsuyo, una de las cuatro divisiones del Imperio Inca.
La coca (Erythroxylum coca) es un arbusto originario de los Andes que puede crecer hasta 2,5 m de altura, tiene minúsculas flores de color blanco, tallos leñosos, frutos rojos y pequeñas hojas de color verde intenso.

Lo que interesa de la coca son sus hojas, tanto para el "coqueo" --su masticación directa aún fresca, poco después de cosechada-- como para la obtención de Clorhidrato de Cocaína, una de las drogas más conocidas y comercializadas hoy en día.

Evo Morales llegó a la presidencia de Bolivia como líder cocalero. Algo que no sólo no ocultó sino de lo que se precia. Hoy pretende la difusión de su hojita mágica.

Nadie se hace adicto de la cocaína mascando coca. La hoja tiene algunas particularidades como inhibir el hambre; calmar el "soroche" (el mal de las tierras altas); quita el sueño y produce cierta anestesia local, por lo que aún se la usa para la obtención de cierto anestésico de uso oftalmológico. Las primeras son las que desarrollaron su uso en la época hispánica dado que permitían una mayor explotación de la mano de obra laboral.

La coca se produce especialmente en Bolivia y Colombia, en parte para el consumo directo y en el resto para la producción de cocaína. Este alcaloide cuya elaboración estaba limitada a esos dos países, hace ya tiempo que se produce en Argentina merced a la entrada de grandes cantidades de hojas de coca o de pasta base.

Alegar que se ha ampliado el número de quienes coquean para autorizar la ampliación de la superficie cultivada entre 12.000 y 20.000 hectáreas sobre las 30.000 en producción, es uno de los pasos a seguir por parte de Evo Morales, el otro es la legalización del consumo en toda la Argentina. Ese fue el reclamo del viceministro de Defensa Social de Bolivia, Felipe Cáceres, quien manifestó que "se debe legalizar el ingreso de coca a países vecinos para que la consuman de manera controlada y fiscalizada".

Si bien decían nuestras abuelas que "el mal ejemplo cunde", el coqueo no es una práctica fácil imponer. Las hojas de coca, y en especial el bolo vegetal que se mastica, tienen un olor fétido, bastante repugnante para quien no la frecuenta. La saliva junto con los jugos de extracción toma un repulsivo color verde que tiñe labios, dientes y encías. Y los efectos buscados no son inmediatos como en el caso del clorhidrato, de allí que suene raro este marketing boliviano sobre la hoja sagrada.

El pedido indica otra cosa. Lo que realmente tiene demanda es la cocaína y la posibilidad de producirla en lugares donde los precursores químicos son más accesibles.

Nuestro país vive un proceso de inseguridad que no tiene otro denominador que el tráfico de drogas. Hay señales oficiales nada tranquilizadoras respecto a la permisividad con dicho tráfico, su falta de control y medidas tendientes a limitar su accionar. Si ahora se incrementa la producción y se pretende un mayor ingreso a nuestro suelo el motivo no puede ser otro que el aumento de la manufactura de cocaína. La respuesta oficial será la que marque el terreno, la que nos deje en claro si nos hemos decidido por la "cartelización" de nuestro país o si todavía hay espíritu para defenderlo, aún de las pretensiones de los socios bolivarianos.
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