sábado, 3 de septiembre de 2011
MODELO
EL OTRO MODELO
Por Susana Merlo
En los últimos días se comenzó a escuchar a algunos funcionarios hablando de “el otro modelo”, y de la necesidad de “agregar valor al campo”.
Como siempre, la falta de definiciones claras complica la compresión sobre a que se están refiriendo exactamente. Para empezar estarían partiendo del supuesto de que “hay un modelo”.
Si ese fuera el caso, para el campo, los últimos 8,5 años dejaron varias enseñanzas y no pocas conclusiones. Por ejemplo, se perdieron otros 60/65.000 productores agropecuarios y se cayó a la menor área de trigo en 108 años, mientras que la actual producción se ubica entre 30% y 50% por debajo de los niveles que se alcanzaban en la década pasada.
En tanto, el maíz se debate sin poder despegar del todo, la producción láctea se encuentra estancada en alrededor de 10.000 millones de litros, la fruticultura retrocedió, lo mismo que el rodeo vacuno, que perdió más del 20% y que ahora, a pesar de los precios insólitos que provocó la escasez, sigue sin crecer más allá de haberse frenado la liquidación y una cierta tendencia al aumento, que apenas está rondando el 2%/3% anual.
Se podrá decir que la cosecha total, que en los ´90 ya superaba los 70 millones de toneladas, ahora ronda los 95 millones (aunque en Agricultura se empeñan en que se superaron los 100 millones), pero ese no es ningún mérito a la luz de los imparables avances tecnológicos mundiales que permiten un crecimiento “vertical” permanente, incluso, hasta habiendo un achicamiento de área. La realidad es que no hay crecimiento “genuino”.
Lo mismo se puede decir de los “récords” de exportaciones que, muy cuidadosamente, siempre se refieren a montos y no a volúmenes, protegidos por los extraordinarios precios internacionales.
La “sojización” fue el resultado del manoseo de los mercados, de las arbitrariedades y de la inseguridad de los productores que encontraron en la oleaginosa en único producto que, aunque gravado con terribles retenciones de 35%, tiene cierta seguridad de exportación.
La fuerte concentración fue el otro dato relevante.
Faltó combustible (gas oil) periódicamente casi desde 2006 en adelante. También faltó energía eléctrica en el interior para las agroindustrias que durante largos períodos apenas pudieron trabajar en 2 de los 3 turnos del día. Casi no hubo obras públicas para el sector y se concentró, más que nunca, el estratégico transporte en las manos del gremio de los camioneros que con mano férrea maneja el titular de la CGT.
No se hizo más almacenamiento y si hoy Argentina estuviera produciendo lo que puede en materia agrícola, solo con la tecnología que hay disponible a nivel mundial, o sea, más de 130 millones de toneladas de granos, habría un desastre descomunal en materia de rutas, puertos, parque de camiones y dónde guardar la producción.
Ahora, algunos funcionarios comienzan a hablar de “agregarle valor al campo”. No queda muy claro si saben la cantidad de valor agregado que ya tiene, o si piensan que “proceso” es equivalente a agregación de valor.
En todo caso, ¿cómo pensarán que se puede hacer sin energía, sin infraestructura, con capitales que “salen” del país todos los días y, ahora, hasta con la incertidumbre sobre el nuevo plan oficial sobre la tenencia de la tierra?
¿Se puede tomar en serio tal afirmación cuando en los últimos 5 períodos Argentina incumplió casi 20.000 toneladas de la codiciada Cuota Hilton de extraordinario valor y sólo por responsabilidad de las intervenciones oficiales?.
¿Qué tan cierto puede ser ese objetivo cuando se llegaron a cerrar las exportaciones de carne, se restringieron las de maíz y trigo, se acotaron las de leche y hasta se desabasteció de trigo al estratégico mercado de Brasil que tuvo que ir a comprar a Estados Unidos y a Canadá?
¿Sabrán los funcionarios encargados de esto que “el campo” agrega valor en todos sus rubros, especialmente porque en la economía moderna el grueso de ese crecimiento pasa por la incorporación de inteligencia y de servicios, mucho más que por el “proceso” al que son tan afectos los que se quedaron en la década del ’50 o en el “peronismo de Perón”, que hasta él había aggiornado en su última presidencia?
Es difícil creer que con semejantes datos y en el escenario que se plantea, los responsables de diseñar las políticas estén pensando en liberar de una vez los mercados agrícolas para que puedan expresar todo su potencial. O que se ayude más a los productos que van a nichos de mercados con alto valor (fruta fresca en contraestación, maquinaria sofisticada, el más que atractivo mercado de producción de semillas al que Argentina podría acceder si de una vez reconociera las patentes y respetara la propiedad intelectual, etc., etc.), en lugar de subsidiar a los ineficientes que no pueden competir sin ayuda, o con ayuda arbitraria a algunos de los que quedan desprotegidos por la intervención estatal que desacomoda los mercados.
¿Cuál será el “otro modelo”, y en que consistirá entonces, la “agregación de valor” a la que aluden?
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