martes, 27 de diciembre de 2011
ABUSO DE PODER
Uso y abuso de poder
Por Alfredo Leuco
La persecución a la prensa crítica. Moyano se rebela ante la Presidenta y busca que otros lo sigan. Algo empieza a crujir.
Cristina pasará a la historia por dos motivos antagónicos.
Por la bendición de haber sido la primera mujer reelecta presidenta y por la maldición de haber puesto la maquinaria del Estado al servicio de la persecución al periodismo como nunca antes había ocurrido en democracia.
Frente a la mesa de arena, actúa como una comandante en jefe fría y eficiente que todos los días lanza un misil a un objetivo distinto. Estalla en mil pedazos la seguridad jurídica porque desobedece un fallo de la Corte Suprema de Justicia (no de Magnetto) y con una impunidad brutal mantiene su castigo discriminatorio con la pauta oficial contra la revista Noticias, en particular, y la editorial Perfil, en general.
Se apela a todos los mecanismos para erosionar, limitar, intimidar, quebrar y, si es posible, apropiarse de aquellos medios de comunicación que tienen la osadía de no ponerse la camiseta cristinista. La escalada de los últimos días fue a paso redoblado y a tambor batiente. Una apretada síntesis: Papel Prensa, Cablevisión, el diario La Nación, la amenaza de encarcelar a los cronistas por publicar información que el poder de turno considere terrorista, el acoso permanente a los periodistas desde la televisión oficial y paraoficial y las fortunas que se regalan en subsidios a los empresarios amigos del Gobierno para que las dilapiden en productos sectarios y panfletarios que no logran los niveles mínimos de audiencia y lectores.
La propuesta de Hebe de Bonafini en el juicio popular al grupo Clarín fue mas gráfica aún acerca de la utopía que los mueve: utilizar los diarios como papel higiénico. Y lo hizo muy poco después de ser recibida y avalada por Cristina Fernández. El exterminio de las conferencias de prensa no permitió preguntarle a la Presidenta si hablaron algo sobre Schoklender, las FARC, la ETA y los 700 millones del Estado que se timbearon al blackjack.
Lo más peligroso es que lo hacen con la convicción de que van a manejar el país eternamente. De otra manera, no se explica que no entiendan la peligrosidad de colocar en manos del Estado tanta capacidad de daño y arbitrariedad.
¿Qué pasaría si Mauricio Macri o alguien de su espacio ideológico ganara las próximas presidenciales, como pasó en Chile con Sebastián Piñera o en Colombia con Juan Manuel Santos? ¿Qué diría Tiempo Argentino si en 2015 tuviera que negociar su cuota de papel con Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo? ¿En qué cielo pondrían el grito si alguno de los periodistas kirchneristas es acusado de terrorista porque los que mandan consideran que incitó a la fuga de dólares? ¿Les parecería razonable que el PRO digitara que la publicidad oficial fuera sólo a los bolsillos de los empresarios de su palo?
El kirchnerismo, presuntamente progresista, está fundando un Estado castigador que, en manos de otro partido, se puede volver en contra de ellos. Tal vez tengan la certeza de que se extinguió esa posibilidad de alternancia en el poder. Que el “vamos por todo” y el “nunca menos” sean mucho más que metáforas agitadoras.
Esa realidad hegemónica que se va consolidando sólo fue conmovida por la irrupción de Hugo Moyano. La Presidenta reaccionó en consencuencia. En medio del dolor y la angustia por el suicidio de Iván Heyn, encontró espacio para pasarle una factura. Hablando del joven camporista y de su pasado de clase media acomodada, acotó de inmediato, “un niño bien, dirían algunos”. Fue la respuesta a esa chicana de “niño bien”, que Moyano utilizó en el acto de Huracán para referirse a los jóvenes de La Cámpora. Tal vez fue una de las críticas que más le dolió a Cristina y que no le va a perdonar nunca a Moyano. Lo dijo con todas las letras: “Yo a estos jóvenes los considero mis hijos” y agregó que Iván tenía 34 años, la misma edad que su hijo. Encima, los trascendidos nunca desmentidos dicen que llegó a oídos de la Presidenta que el jefe camionero en las reuniones obreras se refiere a Máximo Kirchner como Mínimo Kirchner. Imperdonable para cualquier madre y mucho más para Cristina, que tarda siglos en perdonar a alguien. Por mucho menos, la Presidenta no le levantó nunca más el teléfono a Alberto Fernández, quien además de ser jefe de Gabinete en los momentos clave fue integrante de la línea fundadora del kirchnerismo y fue su sherpa en la cumbre del poder nacional.
Hablamos de una lucha entre los dos dirigentes más poderosos de la Argentina. Entre la leona y el elefante de esta selva cotidiana. En el antiguo Egipto, se veneraba a las leonas como cazadoras y protectoras feroces de sus crías. Eran consideradas deidades bélicas. Cristina, como reina de la selva, se comporta de esa misma manera.
El Negro, como me dijo uno de sus amigos, no leyó los libros que leyó Cristina, pero tiene un olfato popular y un instinto de supervivencia impresionante. Y sus discursos son rústicos, pero son sencillos y profundos. Los trabajadores entienden todo lo que dice.
¿Cuál es la pregunta del millón?: ¿qué olfateó el elefante Moyano? Varias cosas. En lo económico, que se vienen tiempos de ajustes. Que se terminó la fiesta de la mano suelta. Y en lo político, que en un sector del peronismo peronista, que es el peronismo permanente, está creciendo el hartazgo por el maltrato al que son sometidos por los actuales inquilinos del edificio –que son los peronistas kirchneristas– como en su momento fueron los menemistas o los duhaldistas. Estas ideas se las robé a intelectuales admirables como Andrés Malamud y Eduardo Fidanza. ¿Corren vientos de un cambio de época? ¿Empiezan los años de vacas flacas? Moyano cree que como se terminó la plata para repartir y sólo queda el camino de la austeridad, dentro del peronismo se viene una rebelión de los sometidos. Una indisciplina de los que hasta ahora fueron sumisos a los caprichos y las imposiciones de Cristina. Eso cree Moyano, y por eso quiere ser el abanderado del postkirchnerismo. Corre el riesgo de ser devorado en ese combate porque se adelantó demasiado a los tiempos. Fue claro cuando dijo que no tenía vocación de bufón y que el PJ era una cáscara vacía. No es tonto y se da cuenta de que solamente van presos algunos sindicalistas y ningún político, y que ese puede ser su futuro. El uso y abuso de poder es de tanta magnitud que inquieta incluso a alguien como Moyano, que no es una carmelita descalza y que hasta hace horas fue el principal socio del Gobierno. Ahora tiene el “traicionómetro” en la mano. Algo está crujiendo.
Cualquiera lo puede ver. Menos los que hacen periodismo para la Corona.
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