miércoles, 28 de diciembre de 2011
CAMELLO CIEGO
CAMELLO CIEGO
por Sergio Crivelli
"Los tiempos son duros, pero modernos". (Proverbio italiano)
"Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,/guardé silencio,/porque yo no era comunista/ Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,/ guardé silencio,/porque yo no era socialdemócrata/ Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista/ Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío /Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar".
El texto anterior -atribuido por algunos a Bertold Brecht y por otros a un religioso luterano- fue repetido en el pasado infinidad de veces por la izquierda. Hoy, curiosamente, podría serlo por el "establishment".
Y no porque la situación presente pueda ser comparada con la Alemania de los 30, sino porque cuando un sistema político pierde su equilibrio y una voluntad personal reemplaza a la ley los cambios se aceleran y se vuelven imprevisibles.
Es de conocimiento público la excelente relación que mantuvo el Gobierno con el Grupo Clarín hasta 2008. Autorizó la fusión de Cablevisión (la misma que hoy es visitada por la Gendarmería) con otra empresa de la misma actividad sin preocuparse por la defensa de la competencia, y al directorio de Papel Prensa envió a su jefe de Gabinete que, según opina ahora Aníbal Fernández, tenía entonces puesta en realidad la camiseta de Clarín.
También cabe recordar cómo ese diario tuvo la primicia del ex candidato radical Roberto Lavagna paseando por Olivos con Néstor Kirchner poco después de haber perdido las elecciones y cómo sus columnistas principales aseguraban que la llegada de Cristina Fernández a la presidencia mejoraría la calidad institucional.
Todo eso es agua pasada. Pero no sólo para Clarín. Hugo Moyano, que era un aliado estratégico, se convirtió en enemigo público y el sindicalismo peronista en una corporación que extorsiona a los poderes democráticamente elegidos.
Pero tampoco los cambios se detienen en Moyano. Hay empresarios de los que se dice que cayeron en desgracia, como el señor Brito, y el sector financiero pasó la Navidad reflexionando sobre a quién se aplicará la flamante reforma penal que prevé pena de cárcel efectiva sin posibilidad de "probation" para los delitos económicos o de "guante blanco".
Después de ver lo de Clarín, del desconcierto han pasado seguramente a la inquietud. Pero tampoco
los vientos de cambio soplan sólo sobre el empresariado.
Días atrás un conspicuo intelectual "K" que ahora rechaza ese nombre, José Pablo Feinmann, tomó distancia del oficialismo.
Cayó en la cuenta de que era algo contradictorio apoyar a un gobierno popular liderado por un par de "millonarios que hablan del hambre" y consideró a su guardia de corpos -La Cámpora- demasiado pragmática y poco idealista.
Comprobó que el Gobierno está en una nueva etapa, la de Cristina, con nuevos aliados, nuevos lugartenientes y una nueva estrategia política.
Los árabes comparan al destino con un camello ciego que embiste a cualquiera en forma inesperada. El poder sin marco institucional y la democracia sin controles funciona de esa manera. Muchas veces la excesiva proximidad no es una garantía, sino un peligro.
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