miércoles, 21 de diciembre de 2011

LA EMPERATRIZ AUTORITARIA


Los usos del poder

A diferencia de lo que sucede en otros países en los que rige el sistema democrático, aquí se da por descontado que la totalidad de los votos que obtuvo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones de octubre le pertenece exclusivamente a ella, no al partido o coalición que le sirvió de vehículo. Así lo entiende la presidenta misma, motivo por el que ha optado por aprovechar el poder político conseguido para emprender una ofensiva relámpago contra quienes encabezan su lista personal de enemigos: el CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto; el jefe de la CGT, Hugo Moyano, y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. Por desgracia, no existe razón alguna para suponer que la lucha que ya ha comenzado beneficie al país; antes bien, parece destinada a asegurar que los meses próximos se vean dominados por las alternativas de los intentos frenéticos de quienes rodean a la presidenta, en especial los vinculados con la secta decididamente minoritaria que se llama La Cámpora, de tomar por asalto todos los "espacios" políticos y económicos disponibles sin preocuparse por los daños colaterales.

Para continuar con la obra de demolición del Grupo Clarín que había iniciado su marido, Cristina no ha vacilado en poner en peligro la libertad de expresión, un ideal que, es evidente, ni ella ni sus partidarios más fogosos creen digno de defender, ya que es incompatible con su voluntad de hacer del "relato" que han confeccionado una suerte de pensamiento único nacional. Asimismo, no pueden sino ser conscientes de que la guerra contra Moyano y otros dirigentes sindicales que se han propuesto librar tendrá un impacto económico y por lo tanto sumamente negativo, pero parecería que tal detalle no les importa en absoluto. Tampoco les motivan preocupación las eventuales consecuencias de sus esfuerzos por desensillar a Scioli, un político que, mal que les pese, sigue contando con un nivel de aprobación muy elevado no sólo en la provincia que administra sino también en el país en su conjunto.

La estrategia elegida por Cristina y el grupúsculo que conforma su entorno hermético se basa en la convicción de que, merced al voto popular, son más poderosos que todos los demás reunidos y por lo tanto podrán darse el lujo de hacer cuanto se les antoje. ¿Lo son? Si bien, con la colaboración entusiasta de legisladores incondicionales, están actuando como si estuvieran convencidos de que de ahora en adelante serán los dueños absolutos del país, no les convendría sobreestimar la fidelidad hacia la presidenta del 54% de la ciudadanía que la respaldó en los comicios. Muchos presidentes anteriores, entre ellos, Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando de la Rúa, descubrieron, para su pesar, que el apoyo mayoritario del que disfrutaron por algunos meses puede derretirse en un lapso muy breve. A menos que Cristina se mueva con mucho cuidado, a ella también le tocará aprender que es un error suponer que un gran triunfo electoral equivale a un cheque en blanco.

Puede atribuirse el resultado electoral a la voluntad de prolongar un buen momento económico, a una oferta opositora deprimente y a una campaña propagandística intensa y muy eficaz que fue costeada por los contribuyentes. La mayoría votó a favor de la continuidad. No hubo indicio alguno de que lo que realmente quería el electorado era sumarse a una cruzada "nacional y popular" liderada por Cristina y los muchachos de La Cámpora contra quienes a su juicio encarnan el mal. Así las cosas, no extrañaría del todo que si el gobierno y sus simpatizantes siguen provocando conflictos como el que, por afectar directamente a la Policía bonaerense, amenaza con convulsionar a la provincia más poblada del país, terminarán aislándose del resto de la sociedad. De ser así, los responsables principales de lo que podría tomarse por una auténtica hazaña política serían la presidenta misma y sus acompañantes, sobre todo los movilizados por su hijo, que parecen decididos a transformar en enemigos a quienes en buena lógica deberían ser aliados: sindicalistas moderados, los intendentes del conurbano y el gobernador Scioli, además, claro está, de los millones de personas que están por experimentar los rigores del ajuste luego de haber votado a Cristina por suponer que se opondría a cualquier medida que podría reducir su poder adquisitivo.

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