viernes, 15 de mayo de 2009

SE CAYÓ EL SISTEMA


Elecciones: “Se cayó el sistema”


Cualquier europeo o americano del norte que pise estas tierras se asombra primero y escandaliza después al comprobar el funcionamiento de los servicios y la manera en que son tratados los usuarios. El argentino medio que intenta realizar un simple trámite en una empresa prestadora a través del teléfono, o en persona en cualquier dependencia gubernamental conoce al dedillo la frase que es un cheque al portador hacia la salida cuando el empleado, poniendo su mejor cara de nada expresa un lánguido “Se cayó el sistema”, que es lo mismo que decir: “Hoy no se atiende, mañana tal vez, uno nunca sabe”.

Hay que tener en cuenta que con tantas caídas los sistemas deben estar bastantes golpeados y doloridos. Podríamos decir, hasta enyesados, impedidos de funcionar correctamente. Sin embargo existe uno que, inmutable y aceitado con creces, negándose a deteriorarse como el económico, el social, el educativo o el hospitalario, resiste el paso de los años sin envejecer y presta un inestimable servicio a quienes lo usufructúan. Nos referimos al sistema electoral cuyo articulado principal, extrañamente, se originó durante interregnos militares y que los demócratas de hoy apenas han modificado. Por algo será.

El adelantamiento de las elecciones, las renuncias anticipadas de los elegidos a cargos para los cuales fueron elegidos en su momento, las candidaturas “testimoniales” que deberían ser llamadas virtuales, lo rápidos cambios de bandos de los candidatos después de ser electos e inexistencias de programas de gobierno, marcan la corrupción del sistema electoral argentino. La candidatura a legislador nacional de Néstor Kirchner como salvaguarda de futuros juicios en los que pueda verse involucrado, de exigencias de los acreedores externos que necesitan saber con qué interlocutor van a encontrarse después del 28 de junio, o como manera de presentar la cara visible del “modelo”, oculta otras cuestiones que se encuentran a simple vista de quien quiera observarlas: aumento de la inflación, recesión, pobreza, deuda externa, inseguridad.

Argentina atraviesa, gracias a las generosas pautas publicitarias del ministerio de la Desinformación y el Entretenimiento, una virulenta etapa publicitaria de una enfermedad crónica conocida como kirchnerismo. Todo el día y a toda hora se habla de las blindadas actividades del matrimonio presidencial realizadas en el conurbano bonaerense, la Casa Rosada o el quincho de la Quinta de Olivos, reductos a los que la espesa realidad ha circunscrito a sus dos componentes.

El tan criticado adelanto de las elecciones blanqueó la ilegalidad en que se encuentran los partidos políticos al no realizar comicios internos para la elección de candidatos no obstante que la jurisprudencia señala que “el proceso democrático de formación y expresión de la voluntad política del pueblo que se inicia con la organización de los partidos políticos, prosigue con la selección interna de candidatos y culmina con la realización de comicios destinados a elegir autoridades nacionales”.

Por otra parte, la ley 23.298 de 1985, expresa en su artículo 3º: ”La existencia de los partidos requiere las siguientes condiciones sustanciales:
a) Grupo de ciudadanos, unidos por un vínculo político permanente,
b) Organización estable y funcionamiento reglados por la carta orgánica de conformidad con el método democrático interno, mediante elecciones periódicas de autoridades, organismos partidarios y candidatos, en la forma que establezca cada partido.”

Las elecciones de candidatos a cargos públicos no significan como intenta señalar la publicidad oficial, la parte más importante de la democracia sino que forman parte de un todo. Se elige a través de una decisión personal pertenecer a tal o cual partido político; se eligen a través de comicios internos sus autoridades y se eligen con el mismo método los candidatos que representarán a la agrupación. Esa es la ley hecha teoría a base de zancadillas.

Que aquellos que legislan no practiquen lo que ellos mismos redactan y aprueban, y que los que deban vigilar que se cumplan las disposiciones hagan la vista gorda, señala un enorme grado de corrupción pública en la clase dirigente. Podría pensarse que sin elecciones internas los candidatos a cargos públicos son designados por el capanga de turno en base a ¿simpatía personal?, ¿obediencia debida?, ¿devolución de favores?, ¿dinero?, ¿sexo? Con seguridad hay más posibilidades que excederían con amplitud el restringido espacio de esta nota.

Las leyes fueron hechas para ser cumplidas. De lo contrario correspondería que sean anuladas como la que prohíbe hablar por teléfono celular mientras se maneja un automóvil. Argentina está atosigada de ellas. Son los integrantes de la Noble Casta de los Incumplidores quienes deberían tomar conciencia de ello y actuar en consecuencia. También aquellos que los eligieron porque la democracia es algo más que comer, educar y curar.
CORREO DE BUENOS AIRES
SALINAS BOHIL

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