martes, 1 de septiembre de 2009
LOS ARGENTINOS SON FELICES
Por Cosme Beccar Varela
Los argentinos que no sean delincuentes ni cobardes son suficientemente numerosos y fuertes como para poner fin a esta caída libre hacia el marxismo en que se encuentra el país.
¿Por qué no actúan? Es un misterio. Tal vez la respuesta sea que no son suficientemente inteligentes o que no quieren usar su inteligencia para no verse obligados a tomar decisiones. Y eso no por cobardía -porque estoy suponiendo que esos no son cobardes- sino por pereza. La pereza es una especie de muerte anticipada.
La diferencia entre un hombre vivo y un cadáver es que el primero se mueve y el otro no. Ahora bien, el perezoso no quiere moverse. Podría moverse pero no quiere. Por lo tanto el resultado es el mismo. El perezoso cae en una inacción semejante a la del cadáver.
Si la población se divide entre aquellos que usurpan, tiranizan y delinquen (a los cuales se les suma una masa de cómplices que los apoyan en su carrera del delito y de la traición votando por ellos o consintiendo en sus crímenes), y por otro lado, aquellos que no son delincuentes ni cobardes pero que por pereza se niegan absoluta y rotundamente a destituir a los primeros, entonces la Argentina está perdida.
¿Cómo se saca a un perzoso de su pereza? ¿Argumentando? No, ya he probado ese sistema y no funciona. Por la simple razón de que la principal pereza de esa gente es la de pensar. No quiere pensar, no admite un raciocinio que contradiga el fácil "slogan" de su prensa favorita.
Esa prensa funciona como una droga perversa que induce a la traición. Otra explicación no hay para este misterio: hay una prensa que critica a la tiranía por esta o aquella otra razón, siempre vinculada con la deshonestidad, la arbitrariedad o las ilegalidades del gobierno Kirchner; todos los argentinos de "clase culta" que no son ladrones ni marxistas leen esas críticas, se asocian a ellas, pero no sacan jamás la conclusión obvia: si esto es así, todo el gobierno debe ser destituido inmediatamente por un juicio político urgente aplicando el art. 45 de la Constitución Nacional (hoy 53, según la versión de 1994).
Un gobierno que "Legaliza el despojo" ("La Nación" editorial del 27/8/2009), que está empeñado en "La progresiva destrucción del derecho de propiedad" ("La Nación", editorial del 30/8/2009) y que propicia "Más irresponsabilidad fiscal" ("La Nación", editorial del 31/8/2009), no debería estar ni un minuto más en el poder. Y eso para no mencionar las muchas otras acusaciones que la prensa dirige constantemente -y con sobra de argumentos- contra la pareja presidencial y sus maléficos ministros (coimas en el Ministerio de de Vido; desaparición de los fondos de Santa Cruz; enriquecimiento inexplicable de los Kirchner en el 2008 en unos $28.000.000; uso de fondos del Estado para fines políticos personales; valijas arribadas en el viaje de Antonini; bolsa de plata en efectivo encontrada en el baño de la oficina de la Ministro de Economía; compra de jueces; secuestro de oficiales y suboficiales de las FFAA y de Seguridad, etc.etc.).
Pero esa conclusión jamás la sacan. Por lo tanto, es necesario concluir que los ataques de la prensa "seria" -que son constantes- están dosificados científicamente para producir un efecto contrario al que sería de esperar, o sea, en vez de inducir la idea de que esta pareja de bandidos y sus acólitos deben ser destituidos sugiere apenas una disconformidad mansa y connivente que nunca permitirá que se intente seriamente acabar con la tiranía.
Si alguien se atreve a sacar esa conclusión es inmediatamente aislado, silenciado, rechazado como un orate, un exagerado, un "aguafiestas" peligroso.
* * *
Según una encuesta publicada hoy por "Clarín" (31/8/2009, pag. 30) los argentinos están entre los pueblos más felices de la tierra. Ocupan el puesto 13ro. sobre 140.
Es claro que todo depende del concepto de "felicidad" que se tenga. Si alguien considera que "ser feliz" es ser joven, satisfacer la propia sensualidad, tener "amigos", una cierta cantidad de plata, eventualmente drogarse, no interesarse por la política, divertirse el fin de semana, no tener inquietudes religiosas ni morales serias, entonces es posible que los argentinos estén en lo más alto de la escala de Veenhoven (así se llama el holandés que hizo este estudio). Esa "felicidad", sin embargo, no es humana. Si un cerdo pensara tendría el mismo concepto de felicidad.
Desentenderse totalmente de la situación política, aceptar la tiranía como algo natural, la corrupcíón de los funcionarios como un fenómeno corriente (y envidiable) y el marxismo moderado como una tesis aceptable de organización político-social es la condición "sine qua non" para alcanzar esa felicidad del chiquero.
Es verdad que hay muchos argentinos que tienen un concepto más elevado de la felicidad. Son católicos, tienen principios, se dan cuenta de que esta tiranía viola esos principios, pero también son felices porque han renunciado a luchar para derrotar la tiranía. Se conforman con su péqueño hueco dentro de la sociedad pervertida y satisfacen su conciencia protestando contra esta o aquella injusticia. Son combatientes contra el aborto o defensores de los miembros de las FFAA secuestrados por la tiranía o enemigos de la corrupción, pero nada más. En la medida en que su conciencia está tranquila, no piden otra cosa. Ellos se absuelven a sí mismo de cualquier otra obligación. Y son felices también.
Ese "argentino de bien", buena persona, bien pensante, es tan dificil de mover para una resistencia activa y destituyente de la tiranía, como el argentino sensual, materialista e ignorante. En esa trampa estamos metidos. Por eso la Asociación Patriótica no pudo prosperar.
O sea, unos por sensuales y porcinos y otros por católicos minimalistas o por nacionalistas de café, todos son felices. Por eso la Argentina está entre los países más "felices" de la tierra aunque en realidad sea uno de los más desventurados porque sobre una tierra de promisión sólo hay apátridas injustos gobernados por ladrones al servicio del marxismo, sin interés alguno por salir de ese pantano dentro del cual chapotean los delincuentes comunes y hay niños abandonados, enfermos y hambrientos cuyos padres han caído en la miseria. Hasta ellos no llega la encuesta de Veenhoven, pero si la demagogia clerical que usa esa miseria como argumento para cooperar con la revolución social encabezada por la tiranía. Todo es confusión y desidia.
Lamento que Veenhoven no me haya preguntado a mí si era feliz, porque le hubiera dicho que la Argentina de hoy me da asco y que no se puede ser feliz sintiendo ese asco junto con la más completa impotencia para reparar sus causas
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