miércoles, 13 de enero de 2010

LA REPÚBLICA PERDIDA


Río Negro - 13-Ene-10 - Opinión

Columnistas
La República perdida

por Fabián Gatti
Legislador. Presidente del bloque Redes

El análisis de la situación política en la que otra vez como espectadores de una mala comedia estamos los argentinos nos encuentra observando con repudio el accionar del gobierno y su monárquico concepto del ejercicio del poder.

Mucho se ha dicho acerca de la personalidad ominosa del matrimonio gobernante, pero el sainete que involucra al Banco Central de la República Argentina en discusión en estos días supera toda adjetivación.

A una gran mayoría nos resulta oprobioso constatar cómo el Poder Ejecutivo arrasa con toda norma que como molesto obstáculo se oponga a sus deseos y caprichos y cómo su furia ciega a quien se atreva a contradecirlo le hará pagar muy caro el atrevimiento.

No trepidan en utilizar ningún medio para ello: denigran, calumnian, intimidan si es necesario y, por supuesto, finalmente castigan.

Las resoluciones judiciales contrarias a sus designios son "payasadas" y las reacciones de la oposición, "situaciones ridículas".

A pesar de conocer en detalle los previsibles arranques de furia de Néstor Kirchner ante el menor atisbo de la oposición de discutir sus deseos, nos es posible percibir en cada rincón de la Argentina la sensación de alarma, amenaza y, sobre todo, profunda humillación de quienes en junio, y a pesar de todas las trampas diseñadas jurídicamente para su triunfo, lograron ponerle límite a tanto resentimiento desatado.

Generaciones enteras han aprendido de dolorosas experiencias que la única forma de vivir en paz es en democracia. Pero para que siga existiendo es necesario que el que gobierna sea profundamente respetuoso y responsable del poder que se le ha otorgado, en especial de las reglas que desde aquel no tan lejano 83 decidimos que son las nuestras.

Este gobierno atenta contra la democracia y contra la existencia del Estado de derecho al avasallar sus instituciones; se ríe de los límites, porque no los tiene. El dolor de sentir que el poder es el que con más frecuencia y del modo más violento quiebra cada ley que no le cae en gracia hace ya mucho tiempo que a los argentinos les provoca náuseas.

Néstor Kirchner debería entender que no es el Príncipe ni nosotros sus súbditos. Porque el anhelo que se palpa cada vez más entre los argentinos es el de vivir en otro clima, en uno en el que se discutan las diferencias sin llegar a la histeria, en el que el progreso llegue a los que menos tienen y no sólo al matrimonio cada vez más millonario que nos gobierna, en el que la seguridad de todos sea preocupación del Estado, en el que finalmente entiendan que el combate a la droga y la delincuencia no es un asunto de "reaccionarios".

Pero está claro que nada de esto tolera la agenda facciosa de este gobierno.

Debemos hacer lo imposible por reconstruir el federalismo saqueado a las provincias, poner de pie nuevamente a la Justicia atropellada a puro grito y amenaza y aprovechar el Parlamento, ese espacio en el que la Constitución ha depositado el poder de la gente, para hacerle tronar el escarmiento a todo aquel que pretenda enviarnos de vuelta al siglo XIX.

Por ello debemos comprometer aún más nuestros esfuerzos y seguir construyendo la herramienta política para devolver a la Argentina la República otra vez perdida.

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