lunes, 4 de enero de 2010
LÍMITES O ANARQUÍA
RESERVAS: O LA JUSTICIA PONE LÍMITES O EL PAÍS ENTRA EN ANARQUÍA
La independencia y autonomía del Banco Central no son un capricho económico sino la salvaguarda del valor de la moneda.
Por Roberto Cachanosky
El senador oficialista Miguel Ángel Pichetto acaba de sostener que “El Banco Central ya no tiene la autonomía de la época de la convertibilidad; si no, sería más importante presidir el Central que haber sido elegido por el voto popular”. Siendo que el BCRA debería ser una institución independiente del Poder Ejecutivo –como lo marca la Carta Orgánica de dicha institución, que es una ley–, lo que aparentemente nos quiere decir el senador kirchnerista es que Cristina Fernández de Kirchner está por encima de la ley por el solo hecho de haber conseguido la primera minoría en las elecciones de 2007.
Si a Pichetto no le gusta que el BCRA sea independiente, debería impulsar una nueva ley por la cual se establezca que éste pasa a depender directamente del presidente de la Nación y en la que se elimine el siguiente párrafo del texto vigente: “En la formulación y ejecución de la política monetaria y financiera el Banco no estará sujeto a órdenes, indicaciones o instrucciones del Poder Ejecutivo Nacional”. También debería proponer eliminar otro párrafo de la actual ley que dice: “El Banco Central no podrá asumir obligaciones de cualquier naturaleza que impliquen condicionar, restringir o delegar sin autorización expresa del Honorable Congreso de la Nación, el origen de sus facultades delegadas”.
En definitiva, Pichetto pretende justificar la violación de la ley bajo el argumento de los votos, en cuyo caso dejaríamos de ser (en rigor ya lo hemos dejado de ser) una democracia republicana para transformarnos en una autocracia votada. El que más votos tiene hace lo que se le da la gana y no tiene por qué someterse al orden jurídico. En el concepto de Pichetto, la ley es la persona más votada. En este caso, para Pichetto, el Estado de Derecho es Cristina Fernández.
Es más, siguiendo el criterio del voto de Pichetto, también podría argumentar que los fallos de la Corte no pueden estar por encima de lo que decida la presidente porque ella fue votada por la gente y los ministros de la Corte no, con lo cual Cristina Fernández no sólo decidiría qué es ley y qué no lo es, sino que, además, la Corte Suprema de Justicia dejaría de tener sentido de existir. La existencia del mismo Poder Judicial dejaría de tener sentido dado que el tuviera más votos tendría derecho a hacer cualquier cosa. En vez de imperar la ley, imperaría el capricho del que tuvo más votos. Francamente no encuentro ninguna diferencia entre lo que propone Pichetto y los sistemas autocráticos como el fascismo, el nazismo o las monarquías absolutistas de antaño.
El segundo punto que merece una reflexión de Pichetto es el siguiente. El legislador sostiene que ya no tiene sentido que el BCRA tenga autonomía. Lamento tener que aburrir a los lectores con un argumento que he usado en infinidad de oportunidades, pero quiero recordarle al legislador oficialista que, justamente, cuando el BCRA perdió autonomía, la Argentina entró en procesos inflacionarios agudos hasta llegar a la hiperinflación y llegó a destruir cuatro signos monetarios: el peso moneda nacional, el peso ley 18.188, el peso argentino y el austral. El peso actual está en terapia intensiva porque no sirve como reserva de valor dada la política inflacionaria que aplica el BCRA. Un peso actual es equivalente a un billón de pesos moneda nacional.
Tal vez Pichetto se haya inspirado en las palabras de Juan Domingo Perón cuando decía en los 40 que los pasillos del Banco Central estaban llenos de oro. Perón usó ese oro hasta agotarlo y la economía entró en crisis ya entrados los 50. Fue entonces cuando tuvo que cambiar esa frase por la de: “de casa al trabajo y del trabajo a casa”. Había llegado la época de las vacas flacas y se había dilapidado las reservas del Central.
Lo que está proponiendo Pichetto es, en última instancia, un BCRA que se someta a las necesidades del Poder Ejecutivo dejando de lado la función primordial del Central que es preservar el valor de la moneda. Puesto más crudamente, Pichetto desea que el BCRA tenga la menor independencia posible o ninguna para aplicar el más regresivo de los impuestos: la inflación, previo saqueo de las reservas del Central.
Me sorprende que ningún legislador haya iniciado acciones por incumplimiento de la Carta Orgánica del BCRA que dice textualmente en su artículo tercero: “Es función primaria y fundamental del Banco Central de la República Argentina preservar el valor de la moneda”. En todos estos años el BCRA ha emitido moneda para defender el valor de dólar en niveles altos, depreciando el peso y violando el mandato de la ley. Y aquí no puede argumentarse que es una cuestión de política económica. Es claro que si el Gobierno deseaba tener un dólar caro debería haber generado el superávit fiscal necesario para sostener el dólar en los niveles por él deseado. Al recurrirse al expediente de delegarle al BCRA esa función, se violó el mandato de preservar el valor de la moneda, entiéndase el peso, con todas las consecuencias macroeconómicas que ello tiene para la población.
Respecto a si el Poder Ejecutivo tiene legitimidad para apoderarse de parte de las reservas del BCRA, es claro que no puede. En primer lugar porque no existen las reservas excedentes que declama el Ejecutivo. ¿Para qué sirven las reservas? Para responder a esta pregunta tengo que entrar en el campo de la teoría monetaria pero creo que vale el esfuerzo, porque si algún miembro de la Corte llegara a leer esta nota, tal vez tendría mayor información para decidir sobre este tema.
La moneda es una mercadería como cualquier otra. No la inventaron los gobiernos, la inventó la gente cuando descubrió que era mejor el intercambio indirecto que el trueque. A lo largo de la historia se utilizaron diferentes mercaderías como moneda: la sal, el cobre, los clavos e infinidad de otras mercaderías para, finalmente, concentrarse en el oro y la plata. Por último quedó el oro como moneda y luego de que Richard Nixon declarara la inconvertibilidad del dólar, todo el sistema monetario internacional quedó basado en solamente la confianza que la gente pueda tener en los billetes que imprima cada Banco Central.
¿Cuál pasaría a ser el fundamento de la confianza de la gente en el papel moneda una vez eliminado el oro como reserva? La calidad de las instituciones jurídicas, políticas y económicas de cada país. Aquellos países sin calidad institucional no tienen capacidad de tener una moneda confiable que sea aceptada por la gente como reserva de valor. Al tenerse una moneda como reserva de valor no puede existir ahorro en esa moneda porque la gente sabe que la inflación le comerá sus ahorros, si es que antes no se los confisca el Estado. Y sin ahorro no hay financiamiento para invertir y sin inversiones no hay progreso.
En Argentina, como decía antes, el BCRA destruyó cuatro signos monetarios y el actual no es moneda en el sentido estricto de la palabra. Cuando se estableció la convertibilidad se hizo porque la gente estaba mentalmente dolarizada y no aceptaba los australes de aquella época como moneda. Por eso, el gobierno de aquél entonces tuvo que sancionar una ley por la cual por cada peso en circulación el BCRA tenía que tener un dólar de reserva. No fue una decisión de Cavallo establecer la convertibilidad, lo forzó la gente con su comportamiento monetario a adoptar una medida de este tipo. Por más que hoy se despotrique contra la convertibilidad, la realidad es que, en ese momento, o se dolarizaba la economía, se establecía la convertibilidad o desembocábamos en otro caos hiperinflacionario.
Luego de tantos destrozos inflacionarios e hiperinflacionarios, las gentes no creen en el peso como reserva de valor, una de las condiciones básicas que tiene que tener una mercadería para ser aceptada como moneda. El peso argentino es como una barra de hielo que se derrite con el paso del tiempo por efecto de la inflación.
Ahora bien, dada la deplorable calidad institucional de Argentina, nadie puede confiar en la moneda que emita un BCRA que, encima, pase a ser dependiente del Poder Ejecutivo. Lo único que puede evitar transitoriamente una corrida financiera y cambiara es que el BCRA mantenga una relación razonable de reservas contra su principal pasivo que es la base monetaria (pesos + encajes de los bancos en el BCRA).
Veamos algunos datos del BCRA al 18 de diciembre pasado. Las reservas declaradas del BCRA eran de U$S 47.846 millones. A ese monto hay que restarle U$S 7.665 millones porque el BCRA pone en las reservas los encajes en dólares que tienen los bancos en el BCRA por los depósitos en dólares que tiene de la gente. Es decir, el BCRA le debe a los bancos U$S 7.665 millones y, a su vez, los bancos le deben a sus depositantes U$S 7.665 millones, por lo tanto esa cifra no es reserva del BCRA, debería estar en otra cuenta, pero no en las reservas. Le quedarían, entonces, al BCRA, U$S 40.281 millones de reservas propias (sin entrar en mayores detalles como la deuda que tiene con el banco de Basilea).
¿Cuál era la base monetaria al 18 de diciembre? $ 117.327 millones. Pero, además, como el BCRA emitió moneda para comprar dólares y luego quito parte de esa emisión colocando Lebacs, Nobacs y pases pasivos, tiene una deuda por esos conceptos de $ 54.193 millones. La base monetaria amplia (concepto generalmente aceptado en el mundo de la economía) sumaba, entonces, $ 171.530 millones.
Si uno divide la base monetaria amplia contra las reservas propias del BCRA de U$S 40.281 millones, el resultado es que por cada dólar de reserva propias el BCRA tiene $ 4,26 pesos de pasivos. Si el tipo de cambio de valuación que informa el BCRA es de $ 3,82, es claro que no hay ninguna reserva excedente como argumenta el Gobierno.
¿Qué pasaría si finalmente el Gobierno le quitara al BCRA los U$S 6.500 millones? Las reservas propias bajarían a U$S 33.781 millones contra el pasivo de la base monetaria amplia de $ 171.530 millones. En este caso, por cada dólar de reservas propias, el BCRA tendría $ 5,08 de pasivos, versus los $ 3,82 de tipo de cambio de valuación. Estaríamos en presencia de un deterioro del patrimonio del BCRA.
El gobierno de los Kirchner se ha dado el lujo de exprimirnos impositivamente como si fuésemos un limón y van por más con el tema de las tarjetas de crédito. Además, aplica el impuesto inflacionario. Encima, confiscó los ahorros de la gente en las AFJP para financiar sus gastos corrientes. Y en su momento quiso oprimir aún más al sector agropecuario con la famosa resolución 125. Ahora pretenden violar la ley apoderándose de parte de las reservas del BCRA.
Desde el punto de vista jurídico, quedará para la Corte Suprema de Justicia decidir si corresponde que el Gobierno se apodere de parte de las reservas del BCRA. Desde el punto de vista económico, lo que podemos afirmar es que si el Poder Ejecutivo continúa avasallando las instituciones, despilfarrando los recursos de los contribuyentes y prostituyendo la moneda, la población argentina pasará muy malos momentos económicos. Peores que los actuales, porque si el Poder Ejecutivo sigue actuando sin límites, la inversión continuará brillando por su ausencia, con lo cual la pobreza y la desocupación irán agravándose junto con una inflación creciente que continuará licuando los ingresos reales de la población. Y recordemos que los sectores de menores ingresos son los que más sufren este impuesto porque toda su riqueza está en los pesos que recibe como sueldo.
El dato a tener en cuenta es que el límite siempre se pone. O se establece por los canales institucionales –el Congreso y la Justicia–, o lo impone la misma gente mediante corridas cambiarias y financieras, o bien por el descontrol en las calles ante la pobreza y la indigencia, con derivaciones imprevisibles, incluso en términos de empezar a contar muertos si el país entra en convulsión ante tanto desmadre económico y desesperación de la gente.
O el Congreso y la Justicia le dicen basta a los Kirchner o el país entra en un proceso de convulsión social porque el matrimonio, al ver que nadie los frena, seguirá violando cuanta institución y derecho de propiedad se interponga en su camino hasta que, en el momento menos pensado y por la causa menos sospechada, sea la gente la que diga basta y el precario orden que hoy tenemos se transforme en anarquía.
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