sábado, 29 de mayo de 2010
PUEBLO Y EJÉRCITO
Pueblo y Ejército
Alberto Buela (*)
Al hablar de la relación entre pueblo y ejército tenemos que comenzar a hacerlo a partir del origen popular de nuestro ejército, de esa vinculación íntima entre estas dos realidades, que desde el punto de vista del pensamiento nacional, son indivisibles.
No olvidemos que la partida de nacimiento del ejercito argentino es cuando el pueblo criollo se alza en armas y se constituye en milicias contra las invasiones inglesas de 1806 y 1807. Posteriormente en 1812 el general San Martín es quien crea el programa político del primer ejercito patrio. De modo tal que el ejército surgió por imperativo de la guerra antes que como institución militar.
Así tanto los soldados, suboficiales y oficiales de los ejércitos libertadores, como los de las milicias montoneras provincianas y hasta el ejército ya rentado de Roca eran hombres del pueblo. Con la caída de Rosas en 1852 pero sobre todo después de Pavón donde se extinguió el viejo ejército de la Confederación con Mitre y su sucesor Sarmiento, cuando las leyes del libre cambio permitieron la penetración de la industria europea y la destrucción de la nacional, una multitud de trabajadores criollos quedaron sin ocupación y al no poder realizar sus oficios ingresaron en el ejército a sueldo del Estado.
Esa imbricación entre pueblo y ejército la podemos pintar en una anécdota relatada por Juan Agustín García (1862-1923): En uno de los primeros actos de egresados del Colegio Militar, fundado por Sarmiento, un joven oficial observa a un colega mayor a quienes todos llaman “coronel” pero que no tiene ese empaque castrense de los nuevos egresados, por lo que lo interroga: ¿de qué arma es Ud. coronel? . A lo que el viejo soldado responde: ¿Arma yo?. De la que raye. Hasta las boleadoras no pare de contar.
Esta es la relación intrínseca originaria entre pueblo y ejército, y cuando se rompió esta relación se produjeron los grandes descalabros sociales y políticos que vivió la Argentina durante el siglo XX. Es que el gravísimo error del nacionalismo golpista en el siglo recién terminado fue que olvidó la lección de la historia según la cual el orden militar no ha sido, no es, ni será nunca, sino una parte del orden civil o político. Y este orden político está signado en Nuestra América por la voluntad de los pueblos, a pesar de la utilización o instrumentación que de ese mismo pueblo hacen muchas veces los poderes indirectos, masmediáticos y financieros. Así, los vicios de la política no radican en el pueblo, sino en los dirigentes políticos por defecto de su formación cultural e ideológica. Se aplica aquí el dicho: La culpa no la tiene el chancho sino quien le da de comer.
Vemos como los conceptos de pueblo y ejército son relativos uno al otro. En filosofía cuando se habla de términos relativos se quiere significar que uno depende del otro para existir, para tener sentido. Así padre e hijo o derecha e izquierda o alto y bajo son términos relativos, pues el padre siempre lo es de un hijo y un hijo de un padre. De igual manera pasa con los conceptos de pueblo y ejército. De ahí que Perón con ese saber militar y popular que lo caracterizaba sostuviera al final de su último gran trabajo El Modelo Argentino: “Las fuerzas armadas deben integrarse estrecha y realmente con el pueblo del cual se nutren y a quien se deben”.
Es indudable y no podemos obviar la historia política reciente de Argentina y la función espuria que le cupo al ejercito como opresor en la última dictadura militar del 76 al 83, pero ello no invalida la tesis de esta ponencia: No puede haber auténtica y duradera liberación de los pueblos hispanoamericanos sin un ejército comprometido en la misma. La liberación civil no alcanza sino se cuenta con el apoyo y la participación del ejército que, a esta altura de la historia de Iberoamérica, ha pasado a ser un órgano del Estado. En otros palabras, la liberación política es condición necesaria pero no suficiente para la consolidación de la verdadera liberación nacional de nuestros pueblos de Suramérica, se necesita el ejercito participando.
Es que la relación entre pueblo y ejercito en nuestros países dependientes no es una relación cultural, sobre la que se puede hablar y discutir al modo de las sociedades satisfechas al estilo de la izquierda caviar o los campus universitarios norteamericanos. No. Es una relación de poder, que funda poder y que trata sobre el poder. Por eso este tipo de temáticas son inmediatamente demonizadas por izquierda y por derecha.
¿Y cómo se alcanza hoy día esa liberación? ¿cuál debería ser la función prioritaria del ejercito?.
Hace ya muchos años ese gran pensador nacional que fue Arturo Jauretche sostenía en su libro Ejército y Política, que la misión del ejército es pensar en términos de grandeza y no ser arrastrado por la política de las instituciones de los doctores de unitarismo, que pone el acento en la institucionalidad, en las formas. (Cfr. pág. 30 y 53).
Cuento un ejemplo que viví en estos últimos días. Viajé a Jujuy a dictar unas conferencias a la juventud peronista y me llevé las pilchas de paisano para desfilar en Bolivia el 7 de noviembre por la batalla de Suipacha. En ese mismo acto el Comandante argentino hizo entrega de material rodante por parte de nuestro ejército a su par boliviano. Y habló del compromiso visceral de nuestro ejercito en la construcción de la Patria Grande suramericana. Esto es pensar en términos de grandeza como proponía Jaruretche. El grave inconveniente de este tipo de acciones es que no deben quedar limitadas al hecho filantrópico de ayuda al necesitado sino responder a una estrategia militar surcontinental.
La política de patria chica, la política institucional del ejército argentino permitió las disgregaciones oriental, altoperuana y paraguaya. Por el contrario, la política de patria grande, de grandeza, debe buscar la reintegración de las mismas. Teniendo en claro que no es cuestión de anexar sino de intentar la reintegración natural dentro de la común Confederación de las provincias unidas de América del sur.
En un segundo momento podemos pensar al ejército en términos de grandeza como gestor de desarrollo y progreso ante la inexistencia de una industria nacional como sucedió con los generales Manuel Savio, Enrique Mosconi y Alonso Baldrich, tal como lo relata José Yelpo en su libro Ejército, política, quien citando al capitán Diego E. Perkins(1941) afirma: “El progreso y el porvenir de la patria se asientan en la perfecta armonía de las dos grandes entidades que lo constituyen: Ejército y Pueblo....El ejército no es otra cosa, ni representa otra cosa, que la potencia visible de su propio pueblo” (pág. 89 y 90). Y en esta imbricación se funda la tarea nacionalizadora que el ejército cumplió con creces en el Chaco, Formosa, La Pampa, los Andes y que hoy debe continuar en los grandes espacios despoblados como nuestra Patagonia y la Antártida.
Finalmente, en tercer lugar, en términos de grandeza el ejército se piensa como instrumento para la liberación nacional como ocurrió durante las presidencias de Juan Domingo Perón, y como ocurre hoy en la república hermana de Venezuela.
Esta liberación nacional hoy no se puede pensar limitada a la Argentina, Bolivia o Venezuela, a “paisitos aislados”, hoy no queda otra posibilidad ante el debilitamiento paulatino pero creciente de los Estado-nación de pensar la liberación en términos regionales, continentales decía Perón, y así nuestros ejércitos respectivos tienen que pensar ya en unas fuerzas armadas de carácter suramericano. Esta “isla continente” con 330 millones de habitantes, 50.000 km. de vías navegables, el 30% de las reservas de agua dulce del planeta, que posee todos los minerales estratégicos del siglo XIX, con un área de 18 millones de km. cuadrados que es el doble de Europa y el doble de los Estados Unidos. Es que la América de Sur tiene que pensarse como una unidad geopolítica con sentido propio. Y esto que afirmamos hoy nosotros y que venimos sosteniendo desde el movimiento obrero de la época de “la CGT que lucha”(2000) a través de la “Teoría del Rombo”, ya lo vislumbró hace un siglo en la Real Sociedad Geográfica de Londres, Halford Mackinder, el más influyente impulsor de la geopolítica en Gran Bretaña y EE.UU, cuando dijo: “El desarrollo de las vastas posibilidades de Suramérica podría tener una influencia decisiva en el sistema de la geopolítica mundial”.
Está en los ejércitos y en las fuerzas armadas suramericanas avanzar en la consolidación de este gran espacio.
En estos días Brasil, a través del El Núcleo de Asuntos Estratégicos (NAE), que asesora al presidente brasileño Lula da Silva, elabora una propuesta de creación de una fuerza militar única para Suramérica, al estilo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), según anunció el coordinador del organismo, coronel Oswaldo Oliva Neto.
“ Los objetivos de esta OTAN sudamericana serían tres. En primer
término, defender los vastos recursos naturales que dispone la zona. En segundo término, disuadir cualquier intento foráneo por intervenir en forma directa en el Cono Sur. Y en tercer término, distender las relaciones entre las propias naciones de nuestra región”.
Por su parte el presidente Chávez en julio(2006) pasado propuso crear unas fuerzas amadas comunes pero limitadas a los cinco miembros del Mercosur. La diferencia con el proyecto brasileño es que habló de “fuerzas armadas comunes y fusionadas” y no de fuerzas armadas al estilo de la OTAN, tal como propone el Brasil.
Esta distinción es sumamente importante pues las fuerzas armadas fusionadas y comunes a todos los miembros( algo imposible de lograr sino es sobre la base de una Comunidad o Confederación de naciones) evitarían el manejo político ideológico, desde los centros mundiales de poder, tal como ocurrió con las fuerzas de la OTAN en los casos recientes de la ex Yugoslavia y de la primera guerra de Irak.
En cuanto a la estrategia suramericana se tornaría forzosamente común y cada uno de nuestros diez países jugaría la función para la que geopolíticamente está más dispuesto y donde tiene ventajas comparativas sobre el resto. Así Venezuela jugaría su función de “engranaje” como sostiene el presidente Chávez, Brasil con su proyección africana, Colombia su “bioceaneidad”, Perú. Ecuador, Bolivia y Paraguay su protección del “heartland” o corazón continental; Argentina, Chile y Uruguay su tendencia natural tanto al Atlántico y el Pacífico sur, como así también, a la Antártida que no puede ser otra cosa mas que una Antártida Suramericana que es la que corresponde casi exactamente al cuadrante homónimo.
Esto es brevemente lo que quisimos decir desde acá, desde la casa de los trabajadores. Más no queremos ni podemos decir, porque estos son temas muy delicados y reservados. No olvidemos que detrás de toda gran política siempre hay un arcano y no es nuestra función revelarlo a nuestros enemigos históricos. Aquellos que aún ocupan nuestro territorio americano como en Belice, Malvinas, Aruba, Martinica y tantos otros enclaves estratégicos; que manejan nuestras instituciones políticas y financieras a través de los poderes indirectos, aquellos, en definitiva, para quienes todo lo que proviene de la ecúmene indoibérica es algo menor, mostrenco e incompleto. Nada más y muchas gracias.
Bibliografía
JAURETCHE, Arturo: Ejercito y política, Peña Lillo, Buenos Aires, 1958
YELPO, José: Ejercito, política, proyecto alternativo: 1920-1943, Guardia Nacional, Buenos Aires,RAMOS, Jorge Aberardo: Historia política del ejercito argentino, La Siringa, Buenos, La Siringa, 195
SANCHEZ SORONDO, Marcelo: La argentina por dentro (cap. 29 al 33), Sudamericana, Buenos Aires, 1987
alberto.buela@gmail.com
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