jueves, 21 de julio de 2011
EN PAZ ???
¿La Argentina en paz?
No hay hoy guerra en Argentina y aún así muere gente. Mueren por día alrededor de 8 chicos que no llegan al segundo año de vida – pobres, por supuesto - por la causa concreta de una subalimentación a la que una correcta política de estado haría evitable. Y los que superan la desnutrición pero no sus consecuencias suelen terminar reventados, algunos años después, por el paco o por una bala a causa de la necesidad de proveerse de algo que le haga olvidar que ellos están marginados de la sociedad, que para ellos la excelencia, sea en educación o en salud, es una palabra que jamás sabrán que significa. Quizás esta masacre de niños y jóvenes, que algún gracioso denominaría sensación, sea un impensado plan maestro para evitar la inseguridad que sobrevendría si estos chicos pasaran de los 12 años.
No hay guerra en Argentina, pero mueren jubilados, nadie se anima a precisar el número, por la causa concreta que 1.250 $ al mes ni siquiera alcanzan para ser considerados pobres. Quizás sea este un trabajo de higiene social que ni siquiera fue proyectado, que salió al tun-tun pero que, sostenido por el veto al 82% móvil, no es otra cosa que acelerar el pase al socavón eterno a unos viejos que ya no producen y son una carga para el erario.
No hay guerra en Argentina, pero cualquiera sabe que abundan, por variadas causas, los desquiciados que le pueden meter un tiro en la cabeza por diez pesos a cualquier infeliz que haya tenido la mala suerte de toparse con ellos. Decir que los argentinos están hoy detrás de las rejas es para quienes deberían controlar la situación proveyendo seguridad a los argentinos sólo una alucinación. Que los argentinos estén más armados que hace años es una realidad que cualquier burócrata del RENAR puede corroborar.
No hay guerra en Argentina pero desaparece gente. En especial mujeres. No hay estadísticas confiables sobre el número de desaparecidas/os porque los gobiernos, tanto nacional como provinciales, saben que aceptar “desapariciones en democracia” aunque sean producidas por avisados proxenetas significaría que, más allá de una ignominia, nada han hecho para evitar la trata de personas ni la seguridad de ellas.
No hay guerra en Argentina pero como si estuviéramos inmersos en una, el País se ha convertido en el paraíso de cualquier traficante, desde influencias a drogas. Las fronteras han dejado de existir y lo único que nos falta es una ley protectora o un DNU bienaventurado para que el lavado de dinero deje de ser una “actividad clandestina” y se convierta en una política de estado.
No hay guerra en Argentina pero han generado, desde un miserable atril, tanto odio que sólo nos falta llevar una pistola en el bolsillo “por lo que putas pudiera…”. Han llenado el País de victimas de primera y segunda, de réprobos y elegidos, de muertos que deben ser inolvidables por ley y resarcidos económicamente y otros a los que si se pudiera les negarían hasta una tumba anónima, de victimarios aleves y asesinos maravillosos y aunque no hay guerra en Argentina parecería que nos aproximamos a algo así.
Este es el País que hoy tenemos. Lo que se ha dicho precedentemente sucede en toda su geografía, pero sus víctimas principales - a las que seguramente más temprano que tarde les pasará tener un hijo desnutrido, una hija secuestrada, un pariente adicto o el balazo consabido en la cabeza cuando a las 4 de la mañana esperan un ómnibus para ir a su trabajo - son ese 25 ó 30 % de pobres, nada más que unos 10 ó 12 millones de argentinos que saben que todo lo que pueden esperar de un modelo farsante son las mentiras inmobiliarias de los trovadores de los derechos humanos empeñados hasta el tuétano en revanchas ideológicas o en llenarse los bolsillos o sino esperar la dádiva infame de un “plan” que le permitirá agregarle una tela de polietileno más al tugurio miserable donde pasa sus días.
JOSE LUIS MILIA
Josemilia_686@hotmail.com
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