sábado, 30 de julio de 2011

LA SALUD MENTAL DE KRETINA


UN DIAGNÓSTICO COMPLICADO

CFK: Silencio total sobre su salud mental
INFORMADOR PÚBLICO

Es dable recordar que sobre la Argentina se informó en lo que hacía a la situación política de algunas figuras claves del gobierno de (v.g.) Cristina Kirchner (desde la época en que vivía Néstor y después de su desaparición física). Al mismo también se deslizó una supuesta duda sobre una no menos supuesta afección psíquica de la señora presidente (más tarde plenamente confirmada), producto de la hipearctividad que sus “asesores” le imponen a la Primera Mandataria. Sobre el particular, el gobierno argentino no formuló comentario alguno. Silencio absoluto. Y en este caso resultaría una verdadera grosería aplicar el viejo adagio de “quien calla, otorga...”

Esto viene a cuento por cuanto doña Cristina no morigeró sus revoluciones políticas -cada acto que le armaban sus colaboradores con público y transmisión en la cadena oficial era de corte netamente político y dirigido al pueblo peronista, dado que se aproximan las elecciones a corto plazo-, y a pesar del luto que posiblemente conlleva un estado de ánimo que debe mitigar (se deduce) con algún tipo de fármaco que le debería haber sido prescripto por su médico personal.

Ningún presidente de la Nación Argentina, ni del mundo -excepto Hugo “Loco” Chávez- ha mantenido una hiperactividad tan agresiva y abusiva como la de la señora Cristina. Obviamente, no hay cuerpo humano que aguante tanto trajín... lo cual termina por derivar en acciones de gobierno mal propuestas y peor aceptadas. Digamos bien, acciones de gobernabilidad que le proponen y que ella acepta casi sin chistar... por la confianza que tiene en sus colaboradores. O sea, que es evidente que la tienen como “pelota sin manija”.

Se dice que Néstor Kirchner trabajaba no menos de 18 horas diarias, y que las restantes del día eran para ingerir comidas frugales y algún que otro descanso en la Quinta de Olivos o en su despacho de la Casa de Gobierno...

Hace algún tiempo -mucho antes del fallecimiento de Don Néstor- había llegado desde Washington D.C., vía San Juan de Puerto Rico, la información confidencial de que el Departamento de Estado había apelado a la organización que dirige el doctor Paul Ekman, un psicólogo que alcanzó fama mundial por el estudios de las emociones humanas y su estrecha relación con las expresiones corporales y faciales. Para el Dr. Ekman, el desarrollo de los rasgos y estados anímicos de cualquier ser humano ha sido la base de sus profundas investigaciones, que despertaron la curiosidad de muchos profesionales psicólogos y psiquiatras. Todos, de una manera u otra -particularmente la comunidad científica- consideran válidos sus hallazgos.

Así las cosas, entre todas las manifestaciones del rostro y cuerpo humano se hallan las que son determinantes de tristeza, alegría, temor, dolor, pena, asco, angustia, asombro, desprecio y desdén. Según se dice, con relación a estas dos últimas emociones, hay elementos que impiden que se las reconozca de manera puntual.

Según Wikipedia, “Las contribuciones del doctor Ekman al Comité Editorial de la Revista “Greate Good”, editada por el Grater Good Science Center, un centro de investigación interdisciplinaria de la Universidad de California, Berkeley, incluyen las interpretaciones de investigaciones científicas acerca de la compasión y el altruismo y las relaciones humanas pacíficas”.

Volviendo al tema principal de los “chimentos” informales sobre distintos primeras figuras de la política mundial que dio a conocer el Departamento de Estado de los Estados Unidos -según el e-mail recibido hace ya varios meses desde Puerto Rico- había requerido la ayuda del notable equipo profesional del Dr. Ekman (se lo hizo en el mayor de los secretos; tanto que se trabajó en la sede de California y no en Washington D.C.

Mucho antes del “chasquiboom” que arrojó Assange, el dato recibido por el Departamento de Estado desde Buenos Aires, en mérito a una inquietud sobre un presunto padecer psicosomático que aquejaría a la presidente vino a “convalidar” los extensos y profundos estudios interdisciplinarios que hicieron de sus discursos psiquiatras y psicólogos con un alto dominio del idioma castellano. De ahí partió la idea de consultar a la Embajada en la Argentina si se contaba con alguna información adicional sobre algún problema de “salud” de la Presidente Cristina.

Una y otra vez vieron sus videos, analizaron sus gestos, movimientos corporales y la atención que prestaba a los diferentes auditorios que sus allegados lograban reunir en cualquier club social y deportivo, casi sin ventilación y con el alto calor que emanaban de los reflectores de la televisión.

No fue nada fácil el trabajo encarado, ya que el propio Dr. Ekman -independiente de otras cuestiones que conformaban su estado anímico real- se interesó por conocer si en la presidente se verificaban aspectos sociopolíticos de la mentira. Ergo, de las razones por qué mentimos, lo que se detecta de manera indubitable a través de los signos verbales de muchas falacias que se exponen en público. Y también que existían datos físicos -mínimos, pero sólo captables por los profesionales- que entre uno y otro discurso existían diferencias sustanciales que los llevaron a deducir que su estado de salud estaba seriamente afectado, pero morigerado con las dosis de psicofármacos que con seguridad le impondrían sus médicos personales.

Al respecto, hay una anécdota: el caso Mónica Lewinsky. Al ser entrevistado profesionalmente el presidente Bill Clinton sobre el tema, y enfocándose de manera profunda y analítica de lo que iba expresando, fue posible determinar, más allá de toda duda razonable, que el presidente había mentido sobre cuanto habló con los experimentados profesionales... Su brillante dialéctica y su bonhomía no le habían permitido ocultar que en aquella charla (confidencial) había cometido el error de mentir... lo que fue captado y diagnosticado por los analistas en conducta humana, que por razones éticas lo dejaron para el
archivo... El tiempo les dio la razón.

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