lunes, 18 de julio de 2011

MOYANO VENDIÓ A LA BONAFINI

MOYANO VENDIÓ A LA BONAFINI
Por Luis Domenianni, Analista político /Junín

Fue un “vienen por mí”, “voy por ellos”. Fue Moyano quién entregó -a través de uno de sus adláteres- la información sobre los negociados de la constructora de las Madres de Plaza de Mayo línea Bonafini a Clarín. En respuesta a los retos de Cristina, al cuentagotas mediante el que le libran los fondos de las obras sociales, a la no paralización de las causas por las estafas al Estado con troqueles de medicamentos, y al ninguneo en la integración de candidaturas en las listas electorales.

Sólo los ciegos, que no pueden ver, y los sordos, que no pueden oír, resultan disculpables. El resto de los argentinos tiene ante sí las evidencias irrefutables del poder corrupto que se adueñó, hace ya demasiados largos años, de la Argentina.

Si hasta hace diez días, Hugo Moyano, como símbolo de un sindicalismo para nada transparente, encarnaba todos los males, hoy ya no está solo. Hebe de Bonafini lo iguala, por más esfuerzos que pretenda hacer el gobierno para presentarla como una “ancianita ejemplar” que fue burlada por un neo sinvergüenza de nombre Sergio y de apellido Schoklender.

En la cúspide de este esquema no están ni el uno, ni la otra. Están los Kirchner. El esposo fallecido y la cónyuge supérstite. Fueron y son ellos quienes imaginaron, idearon, armaron y pergeñaron ese “modelo” de poder hegemónico fundamentado en un uso privado de los dineros públicos para satisfacer los apetitos de riqueza de quienes los siguen. Es Cristina Kirchner quién, bajo una aparente neo moderación, garantiza y precisa de la continuidad de estos mecanismos discrecionales.

Ahora, todo quedó claro. La adhesión sin condicionamientos de las Madres de Plaza de Mayo -línea Bonafini- al kirchnerismo no es otra cosa que la contrapartida de 300 millones de dólares que desfilaron por sus arcas, gran parte de los cuales de manera indebida y la totalidad de los mismos, producto de su conversión en contratistas del Estado.

Sergio Schoklender solo es un mascarón de proa, enriquecido claro, pero mascarón de proa al fin. Porque o Hebe de Bonafini es “lela” o es socia. Y de “lela” parece tener poco y nada.

El mazazo puede interpretarse de dos maneras. La primera es que a Hugo Moyano no le gusta que “le mojen la oreja”. La segunda es que está listo para llevarse puesto al gobierno si le sueltan la mano. Cualquiera de las dos resulta válida. Ambas, quizás expliquen mejor. Sin duda, la decisión de traicionar a Moyano, que esbozaron Cristina, Carlos Zannini, Héctor Icazuriaga y Juan Manuel Abal Medina, no contó con la reacción airada del camionero. Fue un “vienen por mi”, “voy por ellos”. De manera larvada, en un principio, desembozándose a medida que pasan los días. Fue Moyano quién entregó -a través de uno de sus adláteres- la información sobre los negociados de la constructora de las Madres de Plaza de Mayo -línea Bonafini- a Clarín.

Fue la respuesta a los retos de Cristina, a cuentagotas mediante el que le libran los fondos de las obras sociales, a la no paralización de las causas por las estafas al Estado con troqueles de medicamentos, y al ninguneo en la integración de candidaturas en las listas electorales. Ahora Moyano se muestra exultante. Dejó que la tormenta se instalara. Que el tsunami arrastrara al gobierno. Para reaparecer fresco como una lechuga, con un humor que había perdido.

Quejoso al extremo cuando de sus causas judiciales se trata, viste el ropaje de adalid de la justicia cuando reclama que los tribunales investiguen a fondo las irregularidades -palabra suave, si las hay- de las Madres de Plaza de Mayo, línea Bonafini.

Ahora se divierte cuando dice que resulta más probable un embarazo de la señora que abusa de la cama solar -por Elisa Carrió- que una hipotética prisión para su persona. La diversión de Moyano no consiste claro en burlarse del bronceado de Carrió. Es, sencillamente, todo un desafío al gobierno. Y duplica la apuesta. Utiliza la sorna para decir que si existen 180 candidaturas para legisladores nacionales, solo va a pedir 170. Algunos sindicalistas cercanos a Moyano dicen que la apuesta aún no terminó. Que es mucha la información con que cuentan. Que la van a dosificar y que le van a torcer el brazo a los montoneros-setentistas que encabeza Cristina Kirchner. “Con nosotros no se juega “, aseguran.

Mientras tanto el gobierno no sabe qué hacer, ni que decir. Solo el voto no positivo de Julio Cobos en ocasión de la resolución 125 sobre retenciones agropecuarias resulta un parangón equivalente de la parálisis actual. Es un cada uno por su lado que se impuso sobre la verticalidad que reinaba en estos casos. Cristina nada menciona sobre la cuestión. Su abultado Twitter, brilla por su ausencia sobre el tema. El inefable Aníbal defiende un poco a las Madres y luego se calla. Florencio Randazzo esboza ocho días después la teoría de la “sorprendida de buena fe” de Hebe de Bonafini. Solo el recién llegado a la política y frustrado candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Amado Boudou, se muestra con Bonafini. La Cámpora, la Kolina y demás agrupaciones financiadas por el calor oficial, hacen mutis por el foro. Luis D’Elía no frecuenta los lugares que solía frecuentar. Nadie fija posición. Bonafini parece ir quedando sola. Después de mucho tiempo, la justicia comienza a actuar. Y la olla, a ser destapada.

Las circunstancias a medida que se van conociendo los detalles, la estafa -no cabe otra palabra- amenaza ser descomunal. En primer término, porque ya se sabe que el gobierno pagaba a estas señoras alrededor de 160.000 pesos por cada una de las viviendas que construían, mientras que por viviendas similares pagaba algo más de 90.000 a las empresas constructoras privadas. Se sabe, y mucho más con los Kirchner, que los sobre precios están a la orden del días. Pero el sobre precio de las adalides de los derechos humanos supera cualquier racionalidad.

En segundo lugar, porque las “señoras” tardaron mucho tiempo en regularizar la situación de los obreros de la construcción que trabajaban para ellas. No pagaban cargas sociales, no aportaban al fondo de desempleo propio de la actividad, no cumplían con las normas de seguridad -que siempre implican mayores costos- en el trabajo. Una particular manera de entender los derechos humanos.

Tercero, porque ahora se sabe que la subcontratista de las Madres -es decir, que sólo cobraban, ya que no construían- era la empresa Meldorek, propiedad en un 90 por ciento de Sergio Schoklender y en un 10 por ciento del piloto de uno de los dos aviones de Meldorek. Aviones que Bonafini usaba en sus desplazamientos por el país.

Cuarto, porque la empresa es propietaria de un yate donde don Sergio y doña Hebe paseaban cuando el agotamiento por sus tareas así lo requería. Toda una distracción revolucionaria.

Quinto, porque dicha empresa es dueña de otra empresa, Gorlak S.A., entre cuyos bienes figura un automotor marca… Ferrari. Esto último, tal vez sirva como explicación para entender el apoyo de Carlos Menem a Cristina Kirchner.

Sexto, porque la escribana que firma la escritura constitutiva de Meldorek es una tal Marta Cascales, con apellido de casada Moreno. Sí, mera casualidad, la esposa del propietario del INDEC, Guillermo Moreno, también conocido como el falsificador de índices de precios y de actividad económica o como el apretador de empresarios.

Para Bonafini, según sus palabras, todo esto son pelotud… Y sí, con el kirchnerismo, apropiarse del dinero público es solo eso. Pero el tema central, no pasa por todo lo antedicho que no es precisamente poca cosa. La “maldad” de Moyano va más allá. Bastante, más allá. Existen sobradas sospechas para presumir operaciones de lavado de dinero. Probable lavado a partir de una triangulación con otra empresa del grupo de derechos humanos devenido en capitalista, cuya razón social es “Antártica Argentina”.

El poder mafioso a medida que pasan los días, la cuestión se complica más y más. La pelotud… es cosa seria. Tal vez por eso, el gobierno está paralizado. Tal vez por eso, la verborrágica Bonafini nada dice sobre su otrora hijo putativo Sergio Schoklender. Tal vez por eso, la ceguera de la justicia decidió dar paso a la actuación. Tal vez por eso, la ineficiente y distraída Unidad de Investigaciones Financieras (UIF) ahora se apura a remitir papeles al juzgado.

Mientras tanto, sabedores de la imposibilidad de escapar del tema -vaya a saber cuánto falta conocer- en el gobierno ya buscan un chivo expiatorio. Todas la fichas recaen sobre Abel Fatala, otrora militante del Frente Grande de Chacho Álvarez, hoy como la casi totalidad de esos militantes, kirchneristas puros, bueno… no tan puros. Es que Abel Fatala es el encargado de librar los fondos para pagarles las construcciones a las Madres. Algo que hizo con tal eficiencia que no esperó a la presentación de certificados de obras, ni llevó a cabo las inspecciones obligatorias. Es más, fue tal su diligencia que nunca llamó a una licitación para otorgar las obras.

Pero lo de Abel Fatala no termina allí. Otrora asiduo acompañante, elocuente en loas, de buena parte de los desplazamientos de Bonafini, brilla ahora por su ausencia. No contesta teléfonos, ni correos, ni twitters, ni Facebook. Claro, le toca explicar porqué fue él quien manejó la cuestión. Resulta que don Abel no es secretario de Vivienda, ni siquiera subsecretario. Es secretario de Obras Públicas.
Vivienda está a cargo de otro funcionario. Entonces… entonces alguien deberá explicar quién lo habilito para cumplir una función que no está comprendida dentro de sus atribuciones.

Miremos para arriba. El jefe de Fatala es Julio De Vido, el ministro de Planificación. Y De Vido junta antecedentes en hacer lo que la ley no le permite hacer. Como para muestra basta un botón, vale recordar su desempeño como jefe y responsable de la embajada paralela en Venezuela. Esa que permitía recaudar, por izquierda, a Cristina y al caribeño Hugo Chávez. Pero el capítulo Madres es demasiado grande -por los 300 millones de dólares y por su simbología- como para pensar en una actuación autónoma de De Vido. Llantos y besos de Cristina Kirchner con Hebe Bonafini son por demás elocuentes para definir quién fue autora de su gratificación. Sí, es posible que caiga Fatala como en su momento cayó Jaime. Pero culpar a Fatala será solo un recurso desesperado para evitar asumir la culpa del régimen K.

Todos, absolutamente todos, sabemos que las Madres (de Bonafini) actuaron con la anuencia del nivel máximo del Estado. Una anuencia que deberá extremar una explicación para entender porqué ese organismo de derechos humanos se convirtió en contratista del Estado.
Y también hará falta una explicación de Bonafini. Algo casi imposible por parte de quién pretendió -en el colmo de la soberbia- desplazar a la Corte Suprema de Justicia. Quién califica a las gravísimas denuncias como pelotud… Quién manda cartas para reclamar a Mario Vargas Llosa que se pronuncia a favor de la inclusión de un canal de televisión paraestatal en la programación de los canales privados de cable -de por sí, insólito- pero que no le tiembla la mano -ni se le cae la cara de vergüenza- a la hora de impedir el acceso de periodistas no oficialistas a sus actividades políticas. Claro, tiene mucho que ocultar. A ver, si todavía le preguntan…Y siga el corso.

El bonafinigate en marcha no debe ocultar otras rendiciones de cuentas que Cristina Kirchner debe hacer. Como, por ejemplo, la resolución tomada por su marido en diciembre de 2007, cinco días antes de la expiración de su mandato, de extender la concesión del Hipódromo de Palermo a su “amigo” Cristóbal López desde el 2007 hasta el 2032. Solo 25 años. Sin licitación, claro. Sin oposición, obvio. Con el dedo del gobernante. La justicia no encontró, esta semana, ninguna anormalidad en la prolongación del favor. Los papeles están en regla. Los papeles pueden ser, las intenciones, para nada. Es la diferencia entre lo legal y lo legítimo. Porque Kirchner lo quiso, solo porque Kirchner lo quiso, su amigo-socio López gozará de la explotación de la concesión por un cuarto de siglo más. Pero en el poder mafioso, no todas son rosas.

Cuentan las malas lenguas que el hijo del matrimonio que presta nombre como presidente de La Cámpora se encuentra muy disgustado con el beneficiado López. Dicen esas malas lenguas que Máximo Kirchner reclama a López participación en las ganancias en virtud de… alguna sociedad de hecho con su padre. Y también dicen que López aunque no niega la existencia del vínculo de palabra, aduce que se limitó a la vida del extinto. Algo que no conforma a Máximo, mucho más preocupado por la administración que por la política.

Veremos como sigue. Y dado que hablamos de los dinerillos K, se supo que la justicia investiga sobre el alquiler del hotel-boutique Los Sauces que el matrimonio construyó en su “lugar en el mundo”: Calafate.
Si bien el apuradísimo juez Norberto Oyarbide -quien, dicho sea de paso, también resultó sorteado para entender en la investigación sobre la constructora de las Madres- sobreseyó en tiempo record a los cónyuges en la causa por enriquecimiento ilícito, ahora otro juez investiga porqué Cristina cobra por Los Sauces un alquiler exorbitante que ronda los 9,5 millones de pesos anuales, muy superior a cuanto produce el establecimiento aún si mostrase -que no la muestra- ocupación plena a lo largo de todos los días del año.

Da la casualidad que quién paga la exorbitancia es un señor cuyas empresas se dedican a… la obra pública. Un símil de Bonafini sin derechos humanos. Y casualmente, desde que los K están en el poder, las empresas de este señor, Juan Carlos Relats, obtuvieron concesiones de peajes, distintos tipos de obras públicas y concesiones de casinos. El hombre es generoso y algo devuelve… política.

Aunque las dudas ya dejan de tener que ver con su salud o con la demanda familiar de sus hijos. Lo antes expuesto es motivo sobrado de preocupación frente a una elección que no está ganada, ni mucho menos. El operativo “ya ganamos” lanzado en febrero y orquestado por la presidente y sus tres acompañantes nombrados más arriba, se deshilachó. Fue creíble mientras las oposiciones se debatían en un “culebrón” venezolano sobre sus eventuales alianzas. Hoy, todo el mundo político sabe que las encuestas fueron amañadas y que la realidad implica solo un tercio de votos -algo menos- para Cristina. Otro tanto distribuido entre las oposiciones y un 40 por ciento de indecisos.

En la vereda de enfrente las cosas se clarifican. Varios son los que todavía pujan, pero Ricardo Alfonsín -ahora acompañado por el economista Javier González Fraga-, Eduardo Duhalde y, eventualmente, Hermes Binner aparecen como rivales. Y la preocupación oficial ante dicha tanda de competidores es mayor. Porque Duhalde resta votos peronistas. Porque Binner -si se presenta- resta votos progresistas. Porque Alfonsín con González Fraga de acompañante, acumula votos de centro.

Los K saben que o ganan en primera vuelta, o no ganan.

Sus socios, Bonafini y Moyano, les complican la vía triunfal. O dicho de otra manera, parece que ahora comienzan a cosechar la tempestad de los vientos que sembraron durante ocho larguísimos años.

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