sábado, 16 de julio de 2011

COLOR DE ROSA


Imágenes de la vida color de rosa

No todos los jubilados podrán comprar los “LCD’S para Todos”. El 21 de junio pasado, la presidente anunció un nuevo plan “para todos”. Así como hay “milanesas para todos”, “merluza para todos”, “cerdo para todos”, apareció “LCD para todos”. El problema fue que las dudas no pudieron ser aclaradas en su momento porque Cristina Fernández aprovechó la ocasión para lanzar su candidatura a la reelección. De allí que luego hubieran precisiones, imprecisiones, trascendidos, opiniones, vaguedades, indecisiones y dudas.

Lo que en un momento se consideró que tendría un efecto inmediato y provocaría una convocatoria masiva en vísperas de la copa América, luego se vio complicado por problemas logísticos para su distribución y cuestiones financieras que no cualquiera puede afrontar. Por ejemplo: los jubilados que quieran el LCD prometido por la presidente deberán tener la Tarjeta Nativa del Banco Nación, pero esto sólo es el primer paso, porque el límite de compra otorgado no alcanza para el equipo. El lector se preguntará ¿Cómo puede ser si el LCD 32” fue prometido en $2.700? Pero eso sucede porque el 70% de los jubilados cobran el haber mínimo de $ 1.272 y el LCD financiado sale $ 4.500, según dicen al aplicarle un 15% anual de financiación.

Como si esto fuera poco, luego saltaron las dudas sobre la duración de dichos televisores. Algo totalmente absurdo pero posible en este mundo donde las medias verdades compiten con las medias mentiras. Sucede que la gente no recuerda ya ni la regla de 3 simple. Los fabricantes de este tipo de aparatos aseguraban en sus comienzos (hace 10 años) que los mismos tenían una duración de 20.000 horas, lo cual a muchos les pareció algo efímero, al final de cuenta un equipo quizá no alcanzaría a los 2 años y medio. A nadie se le ocurrió preguntar ¿quién puede mirar 24 horas por día de TV? Ni siquiera un preso de Guantánamo a quien no dejaran dormir. Para ello no habría que dormir ni comer ni tener otra actividad. La realidad es que ya sea porque los fabricantes se curaban en salud, dando un período menor a lo esperado, o porque nadie aguanta tanto sufrimiento, los televisores de entonces siguen funcionando. Luego aquellas 20.000 horas se quintuplicaron. Así, y a un promedio de uso de 6 horas por día (que ya importa gran embrutecimiento) podrían pasar unos 45 años antes que el instante fatídico se cumpla.

La realidad nos dice que es más probable que un equipo deba ser cambiado porque su tecnología quedó atrasada en el tiempo a porque el mismo se haya agotado. Un dicho muy popular entre los tecnólogos es el de: “Cuán viejo es el nuevo equipo electrónico que salió al mercado” (o, para que duela más, “que usted acaba de comprar”). Pero en este caso hay realidades diferentes: la económica según la cual no hay milagro bancario por el que quien gana $1272 se transforme en un cliente VIP y la social, según la cual es cruel ofrecer como para todos algo que no es para muchos, generando expectativas que no se cubren.

Un poema de Raúl González Tuñón que se hace tan cierto ante esta realidad, decía:

A pesar de la sala sucia y oscura
de gentes y de lámparas luminosas,
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
¡Y no ponga los ojos en esa hermosa
que frunce de promesas la boca impura!

Nada es color de rosa en la Argentina, ni siquiera en un LCD de 32 pulgadas. Pudo haberlo sido alguna vez. No ahora que muchos ponen los veinte centavos de su vida, escuchan promesas de bocas impuras y así pretenden ver la vida color de rosa

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